por Hugo Fontana
SEGUNDA ENTREGA (para leer la primer entrega click aqui)
PENALIZAR LA IMAGINACIÓN
¿Creés que la vida de los uruguayos tiene historias como para ser incorporadas a la literatura?
Las historias hay que buscarlas. Es un desafío: uno vive en este lugar aunque encontrar una historia que valga la pena resulte difícil. Pero esa es nuestra responsabilidad, porque uno es un pescador de historias. Una de las cosas que también me gustan de la literatura infantil es que el mundo es mucho más abierto, uno puede soltarse y entonces inventar lo que se le antoje, no hay límites. La fantasía, la irrealidad, son mucho más cercanas. Uno tiene que transformar la realidad. A mí me pasó hace poco: estaba en un boliche y pasó una mujer hablando con la misma voz de mi hermana; es raro, es difícil encontrarse con dos voces muy parecidas. Me quedé pensando y al rato, como con esas chispitas que se dan adentro de la cabeza y que uno no sabe muy bien cómo funcionan, se me ocurre la siguiente historia: dos mujeres van caminando por una calle, una de ellas, viejita, se cae y la otra se le acerca. En el mismo momento también se acerca un hombre. Ambos acompañan a la viejita y cuando la segunda mujer habla, el hombre le dice que tiene la voz igual a la de su nuera, que ella murió y que su hijo, que tuvo un accidente de tránsito, está en coma. Entonces le ofrece un trabajo para que le vaya a hablar todos los días al muchacho y ver si eso lo ayuda a sacarlo del coma. El punto de partida de eso, que termina siendo una historia, es una mujer que pasó hablando mientras yo estaba en un bar. Hay que estar atento a esas pequeñas cosas cotidianas…
Sin embargo creo que el lector adulto uruguayo de estos últimos años penaliza la imaginación, el traslado de lo real a lo literario.
Sí. Me cuesta pensar en el lector uruguayo como una totalidad, pero creo que sí. Y no sé si eso tiene que ver con que acá se lee cada vez menos, o al menos muy poca ficción. No termino de entender por qué.
GENERACIÓN Y CRÍTICA
Entendés que con tus escritores coetáneos conformás una generación...
Creo que sí. Habría que ver cómo se define estrictamente una generación, pero creo que hay puntos en común. Entre todos los que publicamos desde hace siete u ocho años, y que a su vez tenemos edades similares, hay cierto parentesco más allá de lo estético, en la postura ante el hecho de escribir. Por ejemplo, el querer contar una historia, tratar de hacer una literatura donde uno esté dejando lo mejor, no una escritura por mero entretenimiento. En algunos de mis coetáneos siento que sucede así, al menos con los que tengo más diálogo… Me pasa con Damián González Bertolino, con Leonardo Cabrera, con Manuel Soriano, con Martín Bentancor, por nombrar algunos. Los demás me van a caer con catorce pianos... van a decir "yo también me lo tomo en serio"… Son puntos de vista.
¿Cuál es el Uruguay que los abruma: el de la dictadura, el de la pos dictadura, o uno ya alejado de aquellos episodios?
Solo puedo hablar por mí. Yo me siento más cercano a una pos dictadura, por haber vivido la dictadura de cerca, por tener dos tíos que estuvieron exiliados en Suecia, por haber crecido muy vinculado a esos temas, y también por una postura ideológica. Pero también siento que estamos escribiendo en un Uruguay diferente, que cambia muy rápido.
Toda generación de creadores va acompañada de sus respectivos críticos. La generación del 45 tuvo los suyos, la del 60 también. Creo que ustedes también han generado sus comentaristas, entre ellos pienso en Ignacio Bajter y en Ramiro Sanchiz, los más visibles. ¿Ellos reflejan lo que está pasando a nivel creativo entre ustedes?
Pienso también en Sofi Richero y en Gabriel Lagos, un poquito mayores pero que podrían entrar en la misma generación. Ellos dos son precisamente los que han hablado de esta generación. Sanchiz, al ser parte, no podría hablar de sí mismo, y a Bajter no lo leí escribir de esta generación. Sí pertenecen a ella porque tienen más o menos la misma edad, pero no se han ocupado estrictamente de lo que producimos. Hay una página virtual, Club de catadores, donde González Bertolino, Cabrera, Rodolfo Santullo y Pedro Peña han escrito muchas reseñas de gente de esta misma generación.
¿Entre críticos y autores se odian, se pegan hachazos por la espalda, o intentan hacer análisis serios, globales? Yo siento que hay broncas y debates bastante sangrientos…
En algunos casos sí. Con Richero y con Lagos no lo he visto. Richero ha tenido interés en trabajar sobre los libros que han estado saliendo, en algunos casos establecer correspondencias. Y también lo había hecho Lagos, trazando tres grupos: los "egocéntricos", los "serios" y los "pop", lineamiento que luego toma Richero y más tarde Sanchiz, dedicado a tres antologías que se publicaron con nuestros textos. Creo que se dan calenturas, pero que se dieron siempre. Con Sanchiz, sobre todo, que es un tipo con el que mucha gente ha tenido líos por su manera de decir las cosas, por cierto tono que podría ser en algún caso comparable con el de Bajter. Eso se ha dado siempre; es bastante difícil que el escritor y el crítico vayan muy de la mano.
¿Han sentido, como generación, la necesidad de cometer parricidios con autores consagrados?
Sé que hay gente que lo considera necesario, pero no es mi caso. Quizá por eso siento que no funcionamos estrictamente como una generación. Puede que haya casos aislados, pero no hay ejemplos como cuerpo. En mi caso, con aquellos escritores con los que podría efectuar un parricidio sencillamente no los leo. No me nace cuestionarlos públicamente. A mí lo que me gusta es escribir, y tratar de hacerlo lo mejor posible.
EL LECTOR MÁS DIFÍCIL
¿Cuáles son tus referentes en poesía? Hay mucha nostalgia en tus sonetos vinculados con el tango.
Alguna vez me pregunté si no tengo una nostalgia genética, la nostalgia cargada de los tanos de donde procedo, aquello de que se pueden extrañar algunas tierras aun sin conocerlas. Con la poesía tengo un vínculo bastante extraño, y por recordar a Onetti, me siento mucho más casado con la narrativa. A la poesía la siento más como una amante: aparece cuando quiere, me manipula, lleva las riendas.
¿Cómo pesa tu hijo Genaro en tu escritura?
Pesa mucho, sobre todo en la literatura infantil. Aunque te diré que no es lector de lo que escribo, me vive dando palos, aunque una vez fui a su escuela a dar una charla y estaba recopado, "mi padre el escritor"… También uno sabe que después de tener un hijo hay historias que ya no podrá escribir. Por ejemplo algo tremendo que le pase a un niño, incluso por esas cosas supersticiosas que no sé si tienen todos los escritores… Pero un hijo lo cambia a uno, sea o no sea escritor.
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