DEJÓ DE DIBUJAR, DE BEBER, DE FUMAR. SE DEDICÓ A ESCRIBIR Y A SUBLIMAR ALGUNOS VIEJOS DOLORES. AHORA DESEMPOLVÓ BOCETOS ERÓTICOS INÉDITOS. FLAMANTE ABUELA, VIVE SOLA POR PRIMERA VEZ Y MANTIENE INTACTA SU FILOSOFÍA: NO FUTURE.
Muchacha punk
La puerta de madera de un edificio señorial de la avenida Callao se abre y asoman unas piernas delgadas. Los gemelos tienen la belleza dolorosa que dan los tacos, pero esta contracción es genética: está en sandalias. Bronceada, luce un cortísimo short negro, remera negra y el pelo largo, blanco elegido. Es la hija de un ministro de Educación y de una arquitecta a la que ella y seis hermanos más frustraron y que retrató crudamente en su hasta ahora única novela,Rumble. Es Maitena, la autora de Mujeres alteradas. Es Maitena, la que dibujó historietas eróticas en los años 80 con las que fantasearon los lectores de la revista Sex Humor y que publica ahora con el título Lo peor de Maitena.
¿Cómo era esa casa de seis hermanos?
Un caos, pero también era divertido. Siempre hay guerra y siempre hay alianzas. Sobre todo en una casa como la mía, que era bastante particular. Todas lo son, como dice Caetano Veloso: de cerca nadie es normal. Los Flanders también deben tener lo suyo. Yo creo que los hermanos se pelean por el amor de su papá. Las alianzas van en ese sentido, inconscientemente.
Lo recordás como un hogar muy católico, ¿en qué detalles?
Mi papá más que un católico era un cristiano. Lo que tengo de él es un poco la moral, lo que está bien y lo que está mal, lo que se hace y lo que no se hace. Siempre tratando de ayudar al menos afortunado, mi padre. Si es posible que no fuera su hijo [ríe]. En mi casa había una época en que se rezaba en la mesa, qué sé yo.
...
Desde los 9 años fantaseabas con ser adulta. ¿Por qué lo ubicás con tanta precisión?
Ahí nos mudamos, yo vivía en Bella Vista y nos vinimos a Buenos Aires. Para mí estaba todo junto: salir de la vida provinciana y venir a la gran ciudad. Ser grande, hacer lo que se me cantaba, andar por la calle, conocer gente. Me parecía que ya era hora y que ahí iba a poder. En Bella Vista no había nada para hacer: andar en bicicleta, ir a la pileta, ir al colegio.
¿Estabas apuradísima por ser grande?
Sí. Re.
¿Por qué?
Porque me quería ir de mi casa. El sueño de chica era tener mi casa.
¿No era vivir sola?
No. Nunca viví sola. Esta es la primera vez.
Tiene 52 años. Mientras habla en su estudio de la avenida Callao, en un cuarto piso, desde el quinto se cuela la vocecita de un bebe. Ella lo advierte, señala con el dedo índice el techo.
-Ahí está, es mi nieta -dice, y la sonrisa es tan grande que no tiene sentido preguntar qué tal le sienta ser abuela hace tres meses.
-Nunca viví sola porque fui madre a los 17 años: pasé de dormir con mis hermanos a dormir con mi hija. Con tantos hermanos, nunca me tocó un cuarto para mí sola. Mi mamá cuando quedaba un cuarto libre lo transformaba en otra cosa, cero melanco. Tenías que tener cuidado en mi casa, porque si te ibas. [ríe].
Vos te ibas bastante y no recordás alegremente la infancia.
La mía no. Yo no volvería ni a la infancia ni a la adolescencia ni a la juventud.
¿Qué tuvo de tan fea?
Sufrimiento.
No se me ocurre algo que te obligue a crecer más que ser mamá. ¿El embarazo a los 17 tuvo que ver?
Puede ser. En todo caso no fue consciente.
Fuiste mamá a los 17, te casaste a los 18, volviste a ser madre a los 19 y te separaste a los 24. Pero antes de eso tuviste otro embarazo, un bebe que murió en el parto.
Sí, una nena. A los 21. Muy feo. Muy, muy feo. Tardé muchos años en darme cuenta de lo heavy que había sido. Pertenezco a la generación de gente que no hablaba de cosas personales. Ahora es impensable. No se usaba hablar, se usaban los secretos familiares. Las historias de las familias estaban basadas en esa perla, esos secretos que nadie sabía ni manejaba. Cuando se muere mi hija no se habló más del tema. Yo vuelvo del sanatorio y habían sacado el moisés, regalado la ropita., ya no había nada. Esto no pasó. Y yo de alguna manera...
Y no hablaste de eso con nadie.
No.
¿Hasta cuándo?
Hasta hace 10 años.
¿Por qué saltó?
Porque necesitaba resolver algunas cuestiones personales. Uno piensa ya pasó.
"Yo creo que enmudecí por no poder nombrar ese dolor", dijiste.
Sí, fue cuando me operé de las cuerdas vocales.
¿Lo relacionaste con esa pérdida?
Si uno tiene ganas de relacionar, después relacionás todo. Es un trabajo que uno tiene el derecho de hacer y si eso sirve, adelante. Yo tuve problemas con el alcohol y en algún momento lo relacioné con todo esto. El alcohol, el olvido, la pérdida, el no poder hablar. Pude hablar de eso, hacer el duelo que tenía que hacer, me operé de la garganta, dejé de tomar alcohol. Fueron movimientos muy grandes y creo que esa pérdida a los 21 años disparó todo. No hablaba, pero agarraba una botella de whisky y la bajaba entera. Buscaba el olvido.
¿No soñabas con eso tampoco?
No me acuerdo. ¡Tengo un aparato de negación muy aceitado! ¡Me mantiene arriba! ¿Quién quiere saber la verdad? [ríe a carcajadas]. Decime algo que me haga bien. Si no suma ni me lo comentes.
No querés enterarte de nada malo.
No. No quiero llorar más. No me importa la verdad ni estar bien de la cabeza.
Tu papá, Carlos Burundarena, fue ministro de Educación del gobierno del general Viola. Su foto de la jura fue cambiando de lugar en la casa, perdiendo visibilidad.
Cada vez más adentro. Creo que a él lo movía el orgullo de ser ministro de Educación. Le dio orgullo en su momento, se dio cuenta después. Tengo mis teorías respecto de todo [ríe]; en el caso de la muerte del viejo, creo que tuvo mucho que ver, junto a dos o tres cosas familiares. Ese hecho lo ensombreció. Era una persona que apostó toda la vida al laburo, figura pública, hizo mucho por la educación. Fue durísimo, sobre todo cuando empezó el juicio a las Juntas, escuchar lo que se decía. Él era cristiano y le pegó duro. Aparte era muy ingenuo, aunque te digan no puede ser ministro y ser ingenuo. Sí, miralo a De la Rúa. Supongo que ingenuo no es la manera de describirlo, pero además de todo lo que es, es ingenuo, o está loco, o las dos cosas.
¿Qué pasó con la foto?
¿Sabés que no sé? Me parece que la tiene uno de mis hermanos, lo que no sé es si la tiene colgada [ríe]. Yo quería guardarla, pero estoy tratando de combatir la melancolía.
En Rumble, la novela que publicó en 2011, la protagonista tiene 12 años, muchos hermanos, vive en Barrio Norte y se escapa todo el tiempo. Tiene un padre de ausencias y una madre que no quisiera haberlo sido. También tiene un amigo colectivero, un quiosco que siente refugio, vive los primeros besos y revolcones, muere Perón y ganamos el Mundial 78. En la anteúltima página ya tiene 17 y sospecha -bien- que está embarazada. Maitena lo escribió trece veces hasta llegar a la versión publicada. La dedicatoria es sencilla: Para mamá.
Cuando la estabas escribiendo tu mamá falleció. ¿Fuiste más dura en la reescritura?
Sí -ríe-, con ella viva la versión era más suave. Sobre todo el personaje de la madre de la protagonista, que para mí es el mejor del libro. Y que es ella. Cuando estaba muerta me animé a contar más. Su vida quizá fue peor y más dramática. Mi madre tuvo siete hijos y perdió siete hijos. No todo el mundo está capacitado para tener hijos.
¿Creés que ella no?
¡No! Era arquitecta, no una señora que se quedaba en su casa. Cruzaba el Dockea remo para ir a la facultad. Ella pensó que se casaba con alguien que la iba a elevar, supongo, y le hizo un hijo tras otro. A mí me sirvió mucho escribir Rumblepara entenderla. Le perdoné todo. Y me acerqué a ella. El final de la relación estuvo buenísimo, quedó todo saldado. Charlamos mucho sobre quién era ella, qué pasó el día que se indispuso por primera vez, su primer novio.
¿Se incomodaba?
¡No! Estaba chocha. Pude ver a otra persona más allá de mi madre. Me preguntaba si la iba a dejar leer la novela, yo le decía que sí. Se murió sin leerla.
¿No lo sentís como una traición, hacer una versión más dura después?
No. Es muy difícil escribir sin mandar al frente la historia, para eso hay que ser un escritor de verdad. Lo mío era una dibujante escribiendo. Sergio Bizzio me dijo que lo que yo tenía que hacer es escribir mis memorias. Puede ser.
En Rumble te metiste con política y religión, cosas que no habías tocado en las tiras.
Eso es lo que tienen los libros, te llevan para cualquier lado.
En 2006 dejó de tomar alcohol, de fumar y de dibujar historietas. Desde entonces, sólo hace la tapa de su agenda y trabajos solidarios, que pueden ser "para el casamiento igualitario, contra la trata de personas o para que Juana Azurduy sea billete de 100 pesos".
Estaba cansada, cuenta, de trabajar con deadlines y había entrado en una zona cómoda que la pinchaba. Aburguesada, dice ella.
-Y me acordé: yo trabajaba al comienzo por la plata. Pero si ya tengo el dinero, ¿por qué sigo trabajando como un esclavo? Dejé un año, me gustó y lo seguí dejando. Estuve un tiempo sin hacer nada. Bueno, nada, cocinaba, invitaba a mis amigos. Todo era creativo-compulsivo. Y empecé a tener tiempo para leer. Eso de leerte una novela en dos días, que es divino, entrar en ese mundo y vivir con ellos. Me puse a escribir y me di cuenta de que no necesitaba dibujar.
La novela era una nueva adicción. Maitena no cree que haya una u otra, sino que es un esquema de personalidad.
-Yo soy adicta. A lo que sea. Me encanta el alcohol, pero no extraño. Todos los que tienen problemas tienen que intentar parar. Es muy duro, pero lo que hay después está buenísimo. Y hay una edad en la que ni el cuerpo ni la cabeza te aguantan. Entonces está bueno dejarlo en ese momento para llegar bien, porque falta mucho. Lo que uno no entiende a los 25 años es que el partido es muy largo. Y no es una carrera de quién llega más rápido, es de resistencia.
¿Creés que te diste cuenta a tiempo?
Sí, a los cuarenta y pico. Uno no sabe lo que va pasar y cómo uno cambia. De hecho los dibujos de Lo peor. yo no los publicaba porque no me gustaban. Los miraba y decía mirá qué mal dibujado está esto.
¿Cómo es mal dibujado?
La cara deforme, que le falte peso específico al objeto. Ahora me doy cuenta de que la gracia es otra, no importa si estaba mal dibujado, porque cambié yo la idea de lo que es un dibujo bueno o malo. A los 25 uno bueno tenía que ver con el virtuosismo. Pero los dibujos se dividen en vivos y muertos, y los de Lo peor están vivos, tienen las ganas, la gracia, el erotismo y mi chispa de ese momento. ¡¿Qué importa si escondo las manitos para no dibujarlas?! [guarda las suyas en un bolsillo imaginario]. Importa si llega a contar lo que trata de contar. Y creo que sí.
Haber dejado de dibujar, en 2006, ¿no fue un poco haber dejado de ser vos?
Ese era el desafío: ver quién era.
¿No sabías quién eras?
Tenía una confusión con el personaje. Tiene lo suyo transformarse en alguien famoso. De alguna manera trabajás de ese personaje, hay una dualidad ahí medio peligrosa.
¿Te comió?
No, porque me fui a vivir a la playa (Uruguay, volvió hace tres años), tomé muchísima distancia. Yo cambio mucho. Cuando me puse a compilar trabajos para (el libro) Lo mejor de Maitena pensaba ¿cómo pude estar tan segura de tantas cosas? ¡Esto no lo pienso más! Se ve que había whisky, tanta certeza, bajar tanta línea. Tantas preguntas y respuestas.
Madurar entonces no es lo que dicen, encontrar respuestas.
¡No! [ríe muy fuerte] Madurar es tener más claro quién sos. Es como dice Moris: "De nada sirve escaparse de uno mismo". Podés mejorar, podés tratar, podés ser mejor persona. Ahí está mi lado cristiano, ¿ves? Ponele que eso que se llama madurar, es eso que ocurre con el tiempo, y con el tiempo lo que ocurre es que ves que hay cosas en la vida que te vuelven a pasar. Entonces, ser más bueno con uno mismo, más tolerante. No sufrir más.
Te separaste y estás en pareja de nuevo.
Sí, estar en pareja. ¿Qué es la pareja? La verdad, dudo de todo.
¿Sobre qué significa estar en pareja?
Exacto. Yo ya tuve varias, me separé cuatro veces. Ya miro de otra manera qué es el amor. Soy más sincera que nunca. Yo tengo catorce años mentales y me hago cargo de eso, vivo de esa manera, no pienso en el futuro.
¿Creés que el feminismo encontró en Mujeres alteradas cierta base donde apoyarse?
Yo creo que no. A veces hay una lectura equivocada de ese trabajo. Hay una cosa bastante machista en Mujeres alteradas, que la combato, trabajo día a día en eso. No creo que sea un trabajo feminista, es un trabajo que habla de la mujer. Dice que la mujer es así y la sociedad la trata de esta manera, pero no es un juicio de valor. Esas cosas de Monólogos de la vagina, Sex & the city: no. Yo no sentía que era eso. También fue la época, los noventa.
Entonces decías que las mujeres estaban de moda.
Sí, y ahora está de moda el gay, la bisexualidad, alternativas inmensas que hay.
En las revistas de historietas rumble es el sonido de la tierra vibrando bajo tus pies, cuando caen las rocas de una ladera o está a punto de explotar un volcán. ¿Cuál es el rumble ahora?
No tengo miedos importantes en este momento. Estoy viviendo casi el presente continuo. En un futuro remoto, a los 70 años, pienso dónde me gustaría estar.
¿Ya sabés qué querés para ese momento?
Sí, vivir en una casa en la naturaleza con un montón de perros, amigos, opios si hace falta [ríe] y con intenciones de volver a beber. Servirme un whiskacho a los 65 y mirar el sol.
En una vieja nota proclamabas tu filosofía punk, no future; muchos años con la idea de tener que gastar toda la plata que tenías por si morías mañana.
¡¿Dije eso yo?!
Sí.
Exactamente como estoy ahora.
Somos muchos
El 19 de mayo de 1962 nace en Buenos Aires Maitena, la sexta de los siete hijos de los Burundarena
Madre
Con tan sólo 17 años Maitena se transforma en mamá: en 1979 nace Amaya, su primera hija
Libreta
A los 18 se casa, y un año después nace su segundo hijo, Juan Pablo, en 1982. Ese mismo año publica en el diario Tiempo Argentino su primera tira: Flo
Sex humor
Cuando cumple 24 años se separa de su marido. Ese mismo año, en 1986, comienza a trabajar en la revista Sex Humor
Mujeres alteradas
En 1993 comienza a publicar en la revista Para Ti una página de humor. Nacen las Mujeres alteradas, que luego publicaría en La Nación
La tercera
En 2000 llega Antonia, su tercera hija. A los dos años deja Buenos Aires y se instala en Uruguay
No dibujo más
2006 fue un año bisagra. Dejó de tomar alcohol, de fumar y también de dibujar. Empieza a escribir
La novela
En 2011 publica Rumble, su primera novela. Dos años después edita Lo mejor de Maitena. Ahora, 2015, sale Lo peor de Maitena, con sus trabajos eróticos.
El futuro
Dice que Lo mejor y Lo peor son parte de una trilogía, que se completará en 2016, pero no quiere adelantar de qué tratará el tercer trabajo. Mientras acaba de ser abuela y se dehace en sonrisas. ¿El futuro? Sólo piensa en el corto plazo inmediato, "abro la puerta y miro un poquito, hasta ahí"
Fuente: www.lanacion.com.ar
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