miércoles

ALEJANDRINA DA LUZ - LA NEGRA JEFA (Sexo, Momo & Yemanjá) de HUGO GIOVANETTI VIOLA



MODO DE USO PARA UNA NOVELA EXÓTICA

(Prólogo de la primera edición de La Negra Jefa / Sexo, Momo & Yemanjá, publicada en 2005 por Caracol al Galope y elMontevideano Laboratorio de Artes. En 2003 se había estrenado en Montevideo un espectáculo unipersonal homónimo co-escrito por Hugo Govanetti Viola y la actriz María Isabel Espinosa, con la dirección de Horacio Lapuriz. La reestructuración cinematográfica de esta adaptación teatral realizada por Álvaro Moure Clouzet fue exhibida en el Amphithéâtre Richelieu de La Sorbonne en octubre de 2006, en el marco del festival Musiques Populaires de l’Uruguay.)

Asumir la misión -casi impúdica- de dos adjetivos semánticamente contradictorios constituye un violento desafío a la imaginación, teniendo en cuenta que se produce además una emigración de género y espacio. Es posible “el jefe” tantos en términos generales como en los espacios discursivos de la historia y el deporte -desde José Artigas, el Jefe de los Orientales, hasta el Negro Jefe de Maracaná, Obdulio Varela- donde configura una distinción cargada de afecto y admiración. Sin embargo, enfrentarse a “la negra jefa” fuera del discurso o punto específico de ese complejo espacio-témporo-cultural que reconocemos y en el que somos reconocidos, exige atravesar las fronteras de lo cotidiano ingresando en un no-lugar, un espacio border-line, donde cada uno es exigido a ejercer su propia jefatura, la única posible, la de sí mismo.

Luz Adrogué nos desafía exhibiéndose como jefa, su jefa, convirtiéndose en paradigma capaz de unir y ejercer dos minorías emergentes en el Uruguay de los setenta, y aun después; mientras los personajes masculinos lamen y lamentan las heridas ganadas durante esos años que nos lastimaron a todos, las mujeres toman los controles. La femineidad se desborda primero en cuerpo propio y luego por el mundo. La novela, a pesar de los marcos formales, adquiere un ritmo femenino; del mismo modo que el toque de las llamadas nos conduce a los ritmos vitales, el texto se organiza en mareas que consiguen abolir el autocontrol masculino. Se trata de eros y tánatos unidos, indisolubles y fecundándose mutuamente, con una vitalidad que florece en mujeres capaces de mandar y mandarse, en todos los sentidos y con todos los sentidos. Crean y recrean en un mundo que ellas mismas han formulado, con reglas, con dolores y con alegrías; producen una episteme alternativa, una forma del ser-ahí y del ser-en-el-mundo, pero en ese mundo intransferible que se ha convertido en la única realidad aceptable.

Luz / Flor / Paloma son formas de un eterno femenino que posee todo lo dariano sin divinidades ni Eulalias, pero que también ríen y ríen uniéndose, dejándose devorar por la ola vital mientras que los hombres, en gesto más patético que digno intentan el vano ejercicio del poder inútil. Sixto / D’Artagnan / Abel / Ringuito no comprenden el rechazo del éxito -con minúscula, como todo éxito que se encuentra en el afuera del ser- y tratan infructuosamente de contener aquello que debería contenerlos, luchan en vez de integrar, temen en vez de disfrutar.

Atreverse a leer La Negra Jefa supone un acto de insensatez o de gran coraje; a menudo se afirma que ningún lector es el mismo luego de transitar un texto -tampoco somos los mismos después de cruzar la calle- pero en este caso particular quedan abolidas anteriores certezas. Giovanetti Viola junta lo injuntable, hace lícito lo inverosímil y transgrede el modo discursivo habitual. ¿Asistimos a la fundación de una estética? Todavía no podemos saberlo, pero sí podemos afirmar que se trata de una nueva estética.

Luz Adrogué nos presenta unas de las tantas formas omitidas de la “uruguayeidad”, mujer y negra. Heroica en el sentido de la “heroicidad uruguaya” sobre la que escribió el propio Giovanetti Viola, excelente alumna de las letras de tango y por tanto indiferente a los vanos triunfos pasajeros en las manos de un otario, la protagonista se convierte en una diosa extraña y envolvente, presencia permanente cual patrona de conventillo cuando los otros, los de-más necesitan consuelo y consejo a límites y excesos. Porque desde las escasas palabras de la diosa, y de los personajes femeninos en general, el único exceso posible, lícito y hasta necesario, es el exceso de Amor, ese amor mesiánico que establece su modo de ejercicio: “amar al otro como a sí mismo”. Por eso la novela propone, más allá de toda certeza anterior, personajes masculinos que buscan el amor apalabrando el mundo, elaborando discurso en ocasión de todo lo que perciben mientras que los personajes femeninos encuentran su camino al Amor, simplemente amándose y permitiéndose amar todo lo que las rodea.

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