(EL PERFUME ANTICIPADO DE LA ETERNIDAD)
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-Así que esta es la famosa ensalada caprese -rebañó zigzagueantemente el aceite del plato perfumado Pirín. -¿Te acordás del soneto de Julio Herrera? Él pasa del hisopo al zueco y la guadaña; / él ordeña la pródiga ubre de la montaña / para encender con oros el pobre altar de pino; / de sus sermones fluyen suspiros de albahaca; / el único pecado que tiene es un sobrino… / y su piedad humilde lame como una vaca.
-A mí no me gusta mucho la poesía rebuscada -empezó a levantar la mesa Brenda. -Ya traigo la fruta.
-¿Pero te diste cuenta que estaba recitando un soneto que habla sobre un cura?
-La verdad es que no le presté demasiada atención -confesó la madre de Senel al volver de la cocina envuelta por el delicadísimo esplendor de una solera pozzuoli.
-No me digas que vos también preferís esos versos tipo Idea Vilariño, que parecen rodajas de salamín.
-A mí los poemas de amor que le dedicó a Onetti siempre me hacen llorar.
-Bueno, yo el año pasado me banqué una película que dieron en la tele cuando murió y casi lloro de vergüenza. Ahí la gran poeta termina confesando que nunca pudo entender para qué existe la vida si después se acaba todo. A esos depresivos obscenos los tendrían que pasar fuera del horario de protección al menor, carajo.
Entonces Brenda trajo a la mesa su computadora portátil y después de encontrar el video del Cristo Sindónico explicó filosamente:
-Tu mujer me pidió que te mostrara esto.
-Así que la película llena de Oscares está basada en esta escultura -suspiró el hombre temblante después de ver el clip y enseguida hizo una seña para rechazar la ensalada de fruta. -Es un trabajo extraordinario, che.
-Y no está hecho por plata. ¿Querés verlo de nuevo? No sé si pudiste leer bien toda la información.
-Eso ya lo sé todo. Lo que nunca me pude imaginar bien fue cómo eran las cicatrices que le dejaron los latigazos.
-Viste que tenían bolas de metal en las puntas.
-Sí. Y además esos brujones que hay al final de cada raya son lo más triste de toda la escultura.
Brenda se llevó los potes de ensalada de fruta intactos a la cocina y al volver murmuró:
-Tu mujer piensa que esto es como un retrato de lo que termina siendo el alma de cada uno de nosotros.
-Bueno, pero también hay gente que sería capaz de lamerle toda esa sangre a una Idea Vilariño. Y ahora voy contarte un secreto, Shejiná: se lo prometí al doctor Rabí en Atlántida. Tu cuñado tuvo que violar a la vecina sidosa para lavarle el alma.
Y después que la piel de la mujer botticelliana fue invadida por una especie de amedusamiento Pirín murmuró:
-Necesito que me ayudes a ir al baño ahora mismo, hijita. Perdoname.
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-El título del poema es Femineidad -le explicó Abel Rosso al doctor Rabí, que estaba en una habitación unipersonal y con ventana al patio. -Y me vino anteayer, cuando ya tenía los ojos cerrados para dormir la siesta. Entonces tuve que anotarlo a mano y al despertarme lo pasé a la computadora con muy pocos retoques.
-¿Y yo vendría a ser el primer lector?
-No, hoy ya lo postié en mi muro. Son tres versos: Esa sopa de horror que fue llenando / los platos suicidados de mi madre / me hizo tragar a mi Amada Inmortal.
El hombre ancho estiró una manaza y agarró la piedrita traída del Getsemaní, sin dejar de acariciarse el nódulo de la papada.
-Y te aclaro que Amada Inmortal va con mayúsculas -verborragió compulsivamente el otro. -En homenaje a la película de Beethoven.
-Me imaginé.
-¿Cómo te cayó?
-Es bravo. Pero de a poco siento como si vos tuvieras más ganas de festejar la locura de la montaña rusa que yo, todavía.
-Algo así. Lo que pasa es que el lunes me vi con una poeta en el Tasende y de golpe empecé a sentir que era la mujer más preciosa que había conocido en mi vida. Y sin embargo al volver en el ómnibus a casa tuve la sensación de que si me llegara a dar pelota jamás iba a engancharme con ella.
-No la deseás.
-Tas loco -se rio Abel. -Pero aunque parezca mentira esta vez sentí de veras que había podido contemplar a mi mujer interior por primera vez en sesenta y cinco años, igual que si estuviera resplandeciendo en otro cuerpo.
-Qué lindo.
-Y además hace poco anduve con una treintañera que estaba muy chapita y terminó todo mal y un día en el consultorio le pregunté a Germán qué carajo hacía falta para que a uno le terminara de crecer la costilla celeste y no tuviera que depender de los mimos de una novia para sentirse bien los fines de semana.
-¿Y qué te dijo? -lo interrumpió el doctor con una conmovedora avidez de marido amurado.
-Bueno, me dijo: Pero para llegar a eso hay que tomar mucha sopa. Y después del encuentro en el Tasende supe que ya me había zampado todo el horror del mundo.
-Y que te habías tragado a tu Amada Inmortal.
-Sí. Porque justo el martes soñé con Bénédicte, mi Beatrice de París. Ya pasaron cuarenta años y cada tanto nos compartimos mensajes por facebook y yo la sigo viendo habitada por Notre Dame y la adoro como la primera noche que nos conocimos. En el sueño tenía el pelo cortado a lo Juana de Arco y una edad indefinida y yo me desesperaba tratando de decirle algo en francés hasta que ella se separó un momento de la familia y vino a apoyarme la cabeza en el hombro. Y al final entendí que uno elige casarse consigo mismo, doctor. La salvación es esa.
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-Me acaba de mandar un mensaje tu madre diciéndome que Pirín quedó chupándose los dedos con la ensalada caprese -puso el celular en la cartera Michita, que estaba acompañando a Senel en el corredor. -Es terrible goloso, el viejo. Y yo no le cambio nunca los menús dietéticos.
-A Brenda le sale bárbara esa ensalada -no podía dejar de tantearse el bolsillo izquierdo de la camisa el cura. -Hoy sería capaz de prender un cigarro con otro hasta reventar igual que un sapo.
-Estás muy tenso, mijo.
-Es que tengo miedo de que a mi viejo le falle la fe. Estos días anduvo hecho un campeón, pero yo le conozco los derrumbes.
-Bueno, por lo menos en este momento tiene la caguera amansada por la anestesia -le frotó el antebrazo la mujer discretamente maquillada al cura con complexión de alambre.
-¿Y vos te creés que adentro de la psiquis no pasa nada?
Y enseguida vieron llegar al urólogo, que informó haciendo la seña de bigote para arriba:
-Ta. Ya tengo un colega con un riñón menos, señores. Salió todo perfecto.
Entonces Michita y Senel se besaron desahogadamente y antes de que ella empezara a redactar el mensaje con la noticia vieron aparecer corriendo a otro médico que le preguntó a gritos a una nurse dónde carajo estaba el fibroscopista.
-Creo que se fue al empezar la operación -jadeó la mujer obesa.
-Pero si tenía orden de quedarse hasta que lo desentubaran. ¿No hay más nadie en la vuelta?
-No, doctor. Qué pasó.
-Rabí hizo un laringoespasmo y lo estamos bolseando.
-Perdón, pero qué quiere decir eso -le agarró un brazo Senel al hombre que tenía casi toda la cara tatuada por la cicatriz verdosa de una quemadura.
-Quiere decir que hizo un edema de glotis y ahora lo tienen que ventilar solamente con máscara de oxígeno -explicó Michita persignándose. -Aunque si no les da el tiempo igual pueden hacerle una traqueostomía.
El médico de rostro frankesteiniano había vuelto corriendo a la sala de operaciones sin prestarles la menor atención y durante diez minutos quedaron contemplándose con la nurse de impavidez vacuna.
-Yo me la vi venir. Y es ahora que la precisa -se frotaba la blancura pinchuda Senel, agachado en el suelo.
Hasta que se escuchó un crujir de rueditas y dos enfermeros con boinas de nailon sacaron al doctor Rabí en una camilla y el hombre muy arcilloso pudo jadear en dirección a su hijo y a la vieja:
-Todavía estoy ahogado.
Pero Senel sonrió.
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-Lo van a dejar una noche en cuidados intermedios -le contó Brenda a Poli, que sudaba abajo del gorro rojo como si estuviera llorando.
-Yo creo que eso es un error -cloqueó Pirín, sondeando reconcentradamente el póster de Casiopea. -Son cuartos congelados y además no permiten que se quede ningún acompañante.
-Y otra joda es que las desentubaciones te dejan un flemerío terrible y la cosa no está para engriparse -sonrió apenas la mujer vaporosa en dirección a la computadora. -¿No te animás a tocarle Oración por todos al vecino que fue tan amigo de tío Jerónimo, mi negra divina?
-Pa, mamá. ¿Te parece momento?
-Si -se frotó las manos el viejito con cabeza de huevo pintado en un kindergarten. -Igual podemos hacer de cuenta que no estamos rezando.
Entonces Poli se puso a afinar la Frederick que le prestaba Pierri con una trompa asqueada y gritó:
-¿Y se podrá saber qué mierda le pasó al fibroscopista que tenía que quedarse hasta el final de la operación? ¿No será algún enemigo tapado del gordo? Manga de burócratas pedantes.
-Es que el tipo no fue porque tiene hepatitis. Y Senel acaba de explicarme que el suplente no leyó bien el papelito con las instrucciones.
-Y además Pirín piensa que tenía que pasar eso -sonrió babeándose Santiago Rosso.
-¿Pero qué está diciendo? -ladró Poli, estirando la sexta cuerda como si le fuera a incrustar una flecha.
-Nada. Tocá, mi negra.
-¿Y a vos no te da vergüenza no haber ido al sanatorio? -siguió aullando la mujer-niña de insondabilidad tahitiana. -Yo me hubiera cortado una mano por poder conseguir unos putos días libres. Porque la plata me la prestaba Álvaro sin problemas.
-No te preocupes que tu padre siempre está rodeado de enfermeras jovencitas que lo van a atender mucho mejor que yo.
-Andá a cagar, mamá.
Entonces Brenda se fue corriendo al baño y el viejo se tambaleó hasta la computadora para implorar:
-Tocá. Y tené fe en lo que dura.
Poli terminó regalándole varias obras al hombre iluminado por una PAX-LUX sin fondo y antes que se cortara la llamada se puso un dedo en la boca de anchura muy sensual para murmurar:
-Cuidala.
-¿Todo en orden, Shejiná? -se secó la cara Pirín después de escuchar la apertura y el cierre de un pestillo.
-Sí. Dale que hoy hay que descansar en paz -lo ayudó a levantarse Brenda para guiarlo hasta el baño. -¿Viste que es una guacha podrida y toca como un ángel?
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