(Texto que será incluido en los Estudios en honor de la Prof. Ludmila Ilieva, que editará próximamente el Departamento de Estudios Iberoamericanos de la Universidad de Sofia San Clemente de Ojrid, Bulgaria.)
1) Este manifiesto también podría llamarse De la obvia verdad literaria.
2) La literatura no ha terminado de religarse con la cruza equilibrada de los ejes genéticos primordiales (el logos fálico activando, verticalizando y continentando la femineidad de las aguas, que puede adultizar sabiamente a la aventura humana general).
3) Solamente un minimalismo constructivo básico y vertebrado por las cíclicas pero esencialmente arquetípicas estructuras universales es capaz de tensar, condensar y alquimizar (ansiedad excremental transfigurada en verdad absoluta, sin vértigo científico ni ético) la irradiación simbólica (conceptualmente intraducible) del texto.
4) La magia hipnotizadora-investigativa plena (la belleza que transforma) no existirá, por tanto, sin el micro relampaguear de la frase, así como esa célula tampoco vibrará sin su debida incrustación interactiva en la rítmica orgánica. La funcionalidad infinitesimal es la base de lo macro en toda la naturaleza (con o sin el hombre).
5) El poema-catedral-espiral de Dante (máximo exponente de la palabra justa al servicio de la aglutinación genérico-temática total) sigue calmando a la tribu desde las catacumbas. Se lo acepta como un mito digno de exploración académica pero no se lo muerde popularmente como al maná. Y eso es una vergüenza planetaria.
6) La imago verdaderamente utópica -el lugar que no existe- es la llamada nada, un factor asustador más para la implantación del Hombre Nuevo. Eso es lo que nos vendió (como contraparadigma del Gran Tiempo o la más-dimensión gótica donde nos guía Beatrice) la comedia filosófica de la modernidad. Estamos hechos para morir enamorados del atardecer y esa es la única certeza que nos puede anclar es una felicidad blindada. La fe en la trascendencia espiritual es constitutiva. (Y los neuróticos emperrados en categorizar a esta montañosidad mistica -y no en strictu sensu metafísica, dado que la energía ya es materia filmable- como una fantasía no válida epistemológicamente, es igual que si dijeran: Yo tengo medio cerebro.)
7) Los vanguardismos o experimentalismos de los siglos 19 y 20 pelearon más o menos heroicamente contra el mega-ego materialista-positivista pero pocos cuajaron con filo de andadura: en general pagaron el precio de la celulitis generada por la obviedad, la retórica y el desequilibrio de los ejes -horizontalidad desparramada- o la sequedad de los mástiles seudocientificistas. (El exitismo astuto es porquería aparte.)
8) En la literatura uruguaya que hay a la vista ya casi ni siquiera encontramos escritores que busquen una completud con valor extra-provincial (poética de la forma adaptada a la rítmica planetaria y presente de la comunicación). Y ningún poder infraestructural marketinero puede inyectarnos vuelo ni fe ni garra para despedazar la piñata salvadora y hacer relampaguear una imagen inédita del tesoro más hondo.
9) La cosa sigue siendo encorvarse fanáticamente para tallar la transfiguración de la bestia cotidiana en la gruta sagrada. Y para eso se necesita tener sed de milagros.
10) El potencial Hombre Nuevo que llevamos impreso en la psiquis personal y colectiva puede perforar estéticamente (sin enjuiciamiento-condicionamiento científico o ético que valga) cualquier clase de psicopatía. Y tiene que seguir cazando, devorando y digiriendo a la bestia con la que vive en guerra, para ayudar que lo humano reine al servicio del estrellerío.
11) La gente va tan poco a las librerías porque se vende demasiada caca mater. (Los verdaderos bailarines no pasan el rato en escena: nos sosiegan los vértigos volando revolucionariamente. Y también estamos cansadísimos de la farandulitis ingeniosa. Hace falta tango hermafrodita y muy bueno.)
12) La grandísima mayoría de nuestros orientadores culturales -que creen que el lugar más alto del cosmos es el cielorraso- parece ignorar que nuestra gente es capaz de escaparse por las ventanas y trepar a pura uña hasta la intemperie purificadora, donde trabajó siempre José Gervasio Artigas. Nuestro primer juglar revolucionario.
13) La búsqueda de una completud estética geometrizada, depurada y despojada de facilismos o desviaciones discursivas de cualquier tipo (sociologizar o filosofar ensayísticamente, complacer o épater) es un viaje hacia el escándalo de la Purificación, la meseta discriminatoria que se autodesinfecta (a puro escalofrío y palabra abismal) de la barbarie escatológica.
14) El vértice estético que no amenace al gusto oficial como una espada crística, será puntualmente envainado por el olvido.
15) La indiferente, ciega o cobarde incomprensión (o su reverso: la alabanza boba) será, casi en la totalidad de los casos, la paga del establishment para el mago-profeta que minimalizó y conjuró la amenaza del bisonte interior. Importa el oro, pero no el minero.
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