(reportaje radial a varias voces realizado por Emiliano Cotelo a Diego Fischer)
SEGUNDA ENTREGA (para leer la primer parte click aquí)
(AUDIO DE OJOS MOROS, CANCIÓN DE ANDRÉS STAGNARO)
"En tu frialdad se emboscaban
Los grandes esclavos moros;
Negros y brillando en oros
De lejos me custodiaban.
Y devorantes soñaban
En mí no sé qué tesoros
Tras el cristal de los lloros
Guardaban y amenazaban.
Ritmaban almas angélicas
Ritmaban manos luzbélicas…"
RC: Creo que antes de empezar con el tema concreto del hecho en sí de la muerte de Delmira en manos de su esposo habría que hablar de la sexualidad o la vida amorosa de Delmira. Porque esta mujer, que seguramente ruborizó a todas las mujeres de su época y debe de haber escandalizado a más de una, luego no se sabe muy bien cómo desarrolló su vida personal. En todo caso sí se sabe que su amiga Aurora Curbelo, la médica además que la atendió siempre, tuvo que hacer una revisación y comprobar su virginidad antes del casamiento con Reyes.
Por exigencia de su madre.
ROSARIO CASTELLANOS: Con ella presente.
Con ella presente. Un acto que a mí me sonó a violación. Sí, Delmira llega virgen al matrimonio, y todos esos amantes que se decía que tenía, si los hubo, fueron de papel. Y llega al matrimonio, se casa con el hombre que quiso.
RC: Que eligió, además, contra la voluntad de sus padres.
Contra la voluntad de su madre, que se opuso desde el primer momento a que Enrique Job Reyes pudiera ser el marido de su hija.
MARIA EUGENIA DUPIN: Se podría decir que antes, durante y después.
Totalmente. Fue un noviazgo que duró cinco años y que cumplió con todas las normas, pautas y requisitos de la época.
RC: Mucho menos que el casamiento…
La convivencia del matrimonio duró 58 días, en el día 58 la madre la secuestra o la arranca del hogar que había formado con su marido. No es aquello de que ella abandonó al marido y apareció en su casa diciendo esa frase que se ha repetido hasta el cansancio: "Mamita, no puedo más con tanta vulgaridad". No fue así, eso es parte de lo que la familia Agustini hizo trascender.
MED: Después siguieron nueve meses de divorcio.
Dos divorcios, dos expedientes de divorcio.
RC: En distintos términos, además.
En distintos términos. Primero fue lo que se llamaba "divorcio de los católicos", la "separación de cuerpos": se extinguía el vínculo marital pero los cónyuges no podían contraer nuevas nupcias. La demanda la presenta además avalada por el redactor de las leyes de divorcio de 1907 y 1910, el doctor Oneto y Viana; es durísimo el primer escrito. Ese expediente se presenta en noviembre y muere, se deja morir. En marzo sí se presenta la demanda ya sí por divorcio. Ahí empiezo a reafirmar mi tesis del pacto suicida o de la historia de amor con este final. Porque si uno mira detenidamente el expediente del segundo divorcio, encuentra cosas como, por ejemplo, que los dos testigos de Delmira son los mejores amigos de Enrique Job Reyes.
RC: Eso contrasta además con los argumentos del primer trámite, en el cual aparece una forma de desacreditar a Reyes hasta dudar de que cumpliera con su obligación marital. Él responde con una carta en la que aparece un elemento que luego tú incorporás supongo que como parte de la novela, una conversación de la madre en la cual esta le pide que no consuma el matrimonio porque una poetisa no puede a su vez ejercer como mujer.
Sí, la madre, entre otras cosas, en esa locura, le exige a Reyes que no consuma el matrimonio, decía que si Delmira perdía la virginidad iba a perder ese don, que según la madre tenía.
MED: Muestra esa faceta morbosa de la madre.
Absolutamente, una cosa hasta repugnante. Además la madre tenía en la manga otro candidato para Delmira que reunía las condiciones que ella quería. Ricardo Más de Ayala, un joven de fortuna, de abolengo, de una familia tradicional, era el hombre indicado, según la madre, para casarse con su hija.
RC: Pero vayamos al tiempo en que duró ese segundo divorcio que finalmente se concreta, durante el cual la pareja mantiene el vínculo a escondidas de la madre.
Una vez que ella es arrancada, a partir de marzo se registran encuentros dos o tres veces por semana en la calle Andes 1206, donde finalmente va a suceder la tragedia. Delmira sale a las tres de la tarde y vuelve a las cinco y media, cuando en aquella época una señora o señorita no salía sola de su casa. Ahí hay un elemento que rechina un poco.
RC: Y mucho menos mantener a escondidas eso. En una aldea como Montevideo seguramente la gente sabía.
Por supuesto. Y eso es muy importante, toda esta historia se dio en un radio de ocho, diez cuadras.
EC: ¿Cómo aparece la hipótesis entonces de que aquello no fue un asesinato?
En ese segundo expediente del divorcio. Ese divorcio sale a una velocidad de vértigo. Muchas veces el juez va avanzando en las instancias en que deben ser notificadas las partes, y no va el notificador, van Enrique y Delmira a notificarse al juzgado, y en algunas oportunidades se encuentran en el propio juzgado. ¿Cuál era el sentido de todo esto? Divorciarse, cortar ese vínculo, como lo exigía doña María Murtfeldt, la madre de Delmira, e irse a vivir en principio a Buenos Aires. De esa manera cumplían con las dos partes.
EC: Ahí empezaste a pensar que lo que había ocurrido no era que Enrique Job Reyes había matado a Delmira y después se había suicidado, sino que habían acordado morir juntos.
Tengo allí un papel, que está transcrito aquí, que es la última esquela que Delmira le manda a Enrique, que es una invitación a la muerte, a morir juntos. Delmira era una mujer muy desprolija, escribía en cualquier lado; está escrito en la portadilla de un libro que se llama "Maridos y mujer". Es una novela rosa francesa del siglo XIX, me costó mucho tiempo conseguirla por internet, la conseguí en España. Y atrás, escrito con esa letra prácticamente ininteligible de Delmira, habla del honor, de cómo el honor se recupera, pero que la solución es que ella se inmole. Es una invitación a la muerte.
RC: Pero además, para apoyar esta interpretación, tú recurriste a tres fórmulas bastante atípicas. Una sí típica, una carta de su amiga Aurora Curbelo en la que define algunas cosas como esa condición de la madre. Pero las otras dos, un estudio grafológico y la actuación de Guido Berro, médico forense, en una autopsia histórica creo que es el verdadero aporte novedoso de esta teoría.
Sí, el aporte del doctor Guido Berro es fundamental. Yo le proporcioné toda la información que tenía, toda la documentación, incluso los croquis que la prensa de la época había publicado, para que él estudiara todo y elaborara el informe que figura en el libro.
EC: Vamos a averiguar un poquito sobre cómo se hace una autopsia histórica.
Está el doctor Guido Berro en línea telefónica. ¿Puede explicarnos qué es ese tipo de investigación?
Está el doctor Guido Berro en línea telefónica. ¿Puede explicarnos qué es ese tipo de investigación?
GUIDO BERRO: Diego Fischer me alcanzó una cantidad de documentos –que agradezco muchísimo porque me fui metiendo en un tema apasionante– y elaboramos una investigación de una muerte en forma muy diferida, sin acceso al cadáver o a sus restos y sí a la documentación existente. Vale la pena destacar que entre esa documentación existente faltaba una fundamental, que es la autopsia del doctor Ferrer, que "casualmente" no está en el Archivo Judicial. Están los expedientes previos y posteriores, pero el del 6 de julio con la autopsia no está. Eso también llamó mucho la atención. Una autopsia histórica conceptualmente es la interpretación de hechos conocidos a través de una visión actual, de documentos y testimonios, especialmente documentos médicos, que refieren a valores médico-legales.
RC: Para llegar a esta conclusión: "Todo el análisis médico-legal del caso y las circunstancias a través de la documentación permiten afirmar que se trató de un pacto suicida". ¿Cuáles fueron los elementos que usted tuvo fundamentalmente en cuenta?
GB: Llegué a la conclusión de que es una muerte diádica (muerte de dos personas o más vinculadas muy fuertemente). La muerte diádica puede comprender homicidio con suicidio, pero también los llamados pactos suicidas, cuando dos personas o más convienen en quitarse la vida juntas.
MED: ¿Cuál es la probabilidad de que haya sido un caso o el otro, un pacto suicida o un homicidio?
GB: En el análisis nos inclinamos fuertemente por el pacto, diría que casi sin dudas.
MEC: ¿Esto es más común en este tipo de muertes entre personas fuertemente vinculadas?
GB: No, no, analizando la escena y los hallazgos, incluso las heridas.
EC: ¿Puede enumerar esos indicios?
GB: Tres de la tarde, un apartamento cerrado por dentro, en orden, los cuerpos semidesnudos… ella más que desnuda estaba con una camisa de él, o sea que probablemente hubiesen estado haciendo el acto sexual. El cuerpo de ella yace junto a la cama en el piso y en el espejo que está yacente o muy cerca hay manchas de sangre, o sea que estuvo de pie frente al espejo. Las heridas son a boca tocante, con el arma fuertemente apoyada en la sien, tiene dos disparos en la sien, uno de ellos con salida, que además o salpicó el espejo o fue una bala que se incrustó y quedó en un cuadro; pero esa puede ser de un primer disparo que no efectuó sobre sí misma sino de prueba. Ella cae al piso, seguramente con vida, recibe un segundo disparo, que puede haber sido hecho por él, y el cuerpo de él, que mostraba algún signo de vida y después es puesto sobre la cama, cuando ingresa el comisario y el médico forense, está apoyado sobre el pecho de ella, recostado sobre ella, también con un disparo en la sien con un arma que está cerca de su mano, una Smith & Wesson 38 con indicios de haber sido fuertemente apoyada, bien de tipo suicida, ambos. Ella no tiene ningún signo de defensa. Es decir que, sabiendo cómo era su personalidad, lo único que cabe plantear prácticamente es el acuerdo, el pacto.
RC: El primer disparo, ese que dio contra el cuadro, que usted interpreta que puede haber sido de prueba, ¿también se le adjudica a Job Reyes?
GB: No, no, puede haber sido ella, que no conocía de armas. Él sí era un buen tirador, había sido policía.
RC: Pero ¿por qué no interpretar que ella ahí intentó pegarle a él y defenderse de alguna forma?
GB: No hay ningún signo de lucha, ella está desnuda con la camisa de él, perfectamente puesta, sin ningún tipo de signo de lucha en los antebrazos ni en las uñas ni nada. Lo que se puede apreciar en la crónica, en las fotografías y en los documentos que tenemos –como digo, falta la autopsia– es suficiente como para pensar que no hubo ninguna resistencia. Tres de la tarde, no estaba dormida, no fue sorprendida, la muerte no es en la cama, es en el piso, el charco de sangre está debajo de su cabeza, la salpicadura fue que primero, estuvo de pie y cayó probablemente todavía con vida y ahí recibe el segundo disparo, que sí debe de haber sido de él, en el oído. Primero en la sien, luego en el oído, los dos apoyados.
MED: ¿Cómo se explica la ausencia de la autopsia? ¿Es algo común?
GB: No, no, claro. Da para desconfiar que se haya sacado del legajo. Porque en el archivo judicial falta, pero hay documentos del día anterior y del día posterior. Quizás la conclusión del médico forense actuante, del médico policial actuante, el doctor Ferrer, fuera en el sentido del pacto suicida y no convenía que eso quedara por escrito. Es una mera especulación, pero por algo no está.
EC: Diego, ¿qué ibas a agregar a lo que dice el doctor Guido Berro?
Que hay algo de de profecía autocumplida en todo esto. En la carta de don Miguel de Unamuno, don Miguel le subraya: "Qué obsesión tiene usted con la cabeza de su amante o de su amado o la cabeza de Dios muerta y en su pecho".
MED: A raíz del poema "Lo inefable".
A Unamuno lo deslumbra ese poema. ¿Y cómo mueren Delmira y Enrique? Delmira muere con la cabeza de su amante, su exmarido, en el pecho.
RC: Tú en algún momento declaraste que la intelectualidad contemporánea le había dado la espalda, entre las cosas que describes en el libro está la absoluta ausencia de la gente de letras que antes la había elogiado. El propio Vaz Ferreira que la había llamado "un milagro" no apareció en el entierro, tampoco María Eugenia. Creo que ese fue un primer síntoma de que las cosas no debían ser tan claras como las contaba la familia. Hay una condena en eso. ¿Por qué? ¿Qué condenaba esa gente?
Yo no me lo planteé así, y te agradezco que lo hayas planteado. Mi visión fue de la hipocresía de la sociedad uruguaya al ver el escándalo que fue esto, porque fue un escándalo.
RC: ¿No los escandalizó antes? Más escandalosa fue la poesía de ella, y no los escandalizó.
Pero esto era una muerte. Además la cobertura mediática que tuvo, que lógicamente correspondía –no empecemos con aquella vieja historia de que la culpa la tuvo la prensa–. Hay que ver la portada de los diarios, de diarios que no tenían… porque La Tribuna Popular era un diario un poco amarillista, pero El Día, La Razón, La Nación de Buenos Aires… Fue una noticia que conmovió al Río de la Plata. Imagínense en aquel Montevideo… Hoy sería noticia.
Pero esto era una muerte. Además la cobertura mediática que tuvo, que lógicamente correspondía –no empecemos con aquella vieja historia de que la culpa la tuvo la prensa–. Hay que ver la portada de los diarios, de diarios que no tenían… porque La Tribuna Popular era un diario un poco amarillista, pero El Día, La Razón, La Nación de Buenos Aires… Fue una noticia que conmovió al Río de la Plata. Imagínense en aquel Montevideo… Hoy sería noticia.
RC: Claro, pero también sería noticia condenable el hecho de haber pensado que era un suicidio, cosa que por ejemplo Zorrilla de San Martín nunca habría admitido.
DF: No, claro, y por eso El Bien Público apenas da la noticia. Y don Juan, que había sido testigo del casamiento, no aparece en el velatorio.
(AUDIO ”EXPLOSIÓN”)
". . . .Si la vida es amor, bendita sea!
Quiero más vida para amar! Hoy siento
Que no valen mil años de la idea
Lo que un minuto azul del sentimiento.
. . . Mi corazón moría triste y lento...
Hoy abre en luz como una flor febea;
¡La vida brota como un mar violento
Donde la mano del amor golpea!"
EC: El último mensaje muy entusiasmado con la entrevista es de Pablo del Cerrito y dice: "Voy a leer ese libro". Me alegra, porque la idea era esa, que los oyentes después profundizaran. Acá apenas si hemos dado algunas pistas sobre lo que Diego Fischer investigó y plasma en este libro, "Serás mía o de nadie. La verdadera muerte de Delmira Agustini".
No es un libro de poesía, lo que hace es plantarse en la vereda de enfrente de todo lo que se ha dicho y se ha escrito sobre Delmira ahora. Con la pretensión de que encontremos la verdad o que el lector saque sus propias conclusiones acerca de esta historia, que ya es una leyenda y es un mito. Porque los uruguayos estamos muy acostumbrados a recibir una "historia hemipléjica", con una sola mirada.
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