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LA “OTRA” MUERTE DE DELMIRA AGUSTINI / CRÓNICA DE UNA HISTORIA HEMIPLÉJICA


(reportaje radial a varias voces realizado por Emiliano Cotelo a Diego Fischer)

En julio de 2014 se cumplieron 100 años de la muerte de la poetisa uruguaya Delmira Agustini. El siglo de distancia de aquel episodio no ha conseguido borrar las pruebas que sugieren que el trágico final de la escritora fue distinto al que registró la historia oficial: un "crimen pasional" -como se decía en aquel entonces-. El periodista y escritor Diego Fischer se preguntó si realmente había sido así, por ese motivo se embarcó en el proyecto Serás mía o de nadie, un libro que explora la vida familiar de Delmira y postula una nueva hipótesis sobre su muerte. En la entrevista también participó el médico forense Guido Berro, quien hizo una autopsia histórica sobre el caso.

PRIMERA ENTREGA
sí como el filósofo Carlos Vaz Ferreira definió el primer libro de Delmira Agustini como "un milagro", la muerte de la escritora bien podría ser catalogada como un misterio. Este domingo se cumplirá un siglo de aquel suceso trágico del 6 de julio de 1914, que llegaría a ser casi tan famoso como la propia poesía de Delmira Agustini. Esa tarde se escucharon cuatro disparos en una pequeña habitación de la calle Andes 1206.  En el lugar se halló el cuerpo de la poetisa junto al de Enrique Job Reyes, quien había sido su esposo hasta un mes antes. En ese momento la opinión sobre el episodio no dejó lugar a dudas: había sido un "crimen pasional", como se decía entonces, con Job Reyes como matador y luego suicida. A 100 años de los hechos, ¿puede agregarse algo más? Al periodista Diego Fischer le pareció que sí se podía, y se lanzó a investigar cuánta verdad existía detrás de lo que se había publicado hasta ahora sobre Delmira y sobre su final. De esa manera nació "Serás mía o de nadie", un libro en el que relata lo que define como "la verdadera muerte de Delmira Agustini". Aprovechando este aniversario que se viene, estamos con Diego para escuchar sus hipótesis. Nos acompañan también María Eugenia Dupin y Rosario Castellanos.
EMILIANO COTELO: Diego, quienes conocen tu obra saben muy bien que Delmira Agustini no es la primera poetisa sobre la que te has dedicado a escribir. De tus libros se destaca, por ejemplo, "Al encuentro de las tres Marías", publicado en 2008, sobre Juana de Ibarbourou. En algunas de las entrevistas que has dado sobre el tema y en el propio prólogo del libro dejás bien claro que no tenías la menor intención de investigar a propósito de Delmira Agustini. Sin embargo, determinados hallazgos y comentarios casuales te fueron llevando. ¿Qué pasó? ¿Qué tenías en el momento en que decidiste comenzar con este trabajo?

DIEGO FISCHER: Después de la publicación de "Al encuentro de las tres Marías", mucha gente, amigos incluso, en la propia editorial, me dijeron "bueno, la próxima es Delmira", y yo decía que no. Porque consideraba que se había escrito todo sobre Delmira, que no quedaba nada por contar, por investigar, por decir. La cosa cambió, y de manera sustancial, cuando en una reunión familiar me encontré con una prima política que hacía muchos años que no veía, que fue vecina de puerta, ella y toda su familia durante toda la vida, de Enrique Job Reyes en Florida y de la familia Reyes en Florida.

El Uruguay es muy chico.

El Uruguay es muy chico. Y esta prima, María Julia Prato, me empezó a contar una cantidad de cosas. Además después me dio una mano, ella fue funcionaria judicial muchísimos años, entonces tenía un manejo de los expedientes y de la temática judicial muy importante que me ayudó mucho a la hora de la investigación en el Archivo Judicial de la Nación. Me empezó a contar una cantidad de cosas que ella había vivido; por una razón cronológica no conoció a Reyes, tampoco había conocido a su madre, o tenía una vaga referencia de su madre, pero sí conoció a las hermanas de Enrique, y estaban los cuentos y las historias vividas por su madre, por sus padres, que le habían llegado de manera directa. De ahí, inmediatamente me dediqué a repasar en algunos casos, y a leer en otros, las biografías o los libros que investigaban la vida de Delmira. Y ahí empezaron las sorpresas. Sorpresas tales como encontrar una cantidad de errores de fechas, de nombres. No solo eso, sino comprobar que todos, todos los libros, excepto uno, se habían concentrado en la breve vida de Delmira y en su obra, fundamentalmente. No habían ido en lo que yo considero que es fundamental para ubicarnos en un personaje, cualquiera sea, antes de su nacimiento y después de su muerte. Y en el caso de Delmira es muy importante saber el origen, saber cómo estaba constituido ese hogar, así como saber qué pasó después de la muerte. Además comprobé que todos, todos esos textos estaban basados en una única fuente: la familia Agustini y lo que la familia Agustini permitió que se dijera o lo que quiso que trascendiera sobre ese hecho. Ahí me dije: a mi juego me han llamado.

ROSARIO CASTELLANOS: Seguramente vamos a abordar el tema de la familia. Porque más allá de decir que era una familia acomodada y conservadora, hay aspectos de esa familia que inciden directamente en la personalidad de Delmira. También es bueno recordar que esta mujer que nació en Montevideo en 1886 fue una poetisa que en vida publicó tres libros: "El libro blanco", en 1907, cuando tenía 20 años; "Cantos de la mañana", en 1910, y "Los cálices vacíos", una versión ampliada y mejorada de la anterior, en 1913. Cualquiera de los tres supo cosechar elogios más allá de las fronteras, de los mejores escritores contemporáneos de habla hispana, como Rubén Darío y Miguel de Unamuno. ¿Qué agregarías sobre la poetisa Delmira que haya aflorado en tu investigación? Una poetisa que además supo ser particularmente transgresora, en cuanto denotaba un erotismo en su poesía que en la época se consideraba que la mujer no podía siquiera sentir, y mucho menos escribir sobre ello.

De la investigación surge que Delmira tuvo detrás una gran operación de marketing…

RC: Que no hizo ella.

No, la hicieron su madre y su padre ejecutando las órdenes de su madre.

EC: ¿Cómo era eso?

Claro; cosa que era muy normal y muy común en aquella época y lo sigue siendo hoy: un autor que se quiere dar a conocer publica su propia obra, financia su primera edición. En el caso de Delmira la familia tenía los recursos, y era una mujer que tenía un talento, una inteligencia que sobresalía de la media. Entonces sus padres quisieron que se publicaran esos versos que, se ha comprobado, ella empezó a escribir a los 10, 12 años, y a publicar a los 15 en una publicación que se llamaba "La Alborada".

EC: Llama la atención que los padres fueran los agentes de marketing de esa hija poetisa, cuando lo que ella escribía tenía el contenido que tenía. Tenía toda esa carga erótica de la que hablaba recién Rosario. ¿Eso les resultó tan natural, tan sencillo a esos padres?

Creo que sí, porque Delmira fue un instrumento de esos padres. Fue el instrumento que ellos tuvieron para tratar de ascender socialmente. Y aquí vamos a una primera definición o a algunos de los hallazgos de la investigación. Al padre de Delmira siempre se lo presentó como un próspero hombre de negocios, hacendado que hacía negocios en la bolsa. Próspero era.

RC: Era prestamista, ¿no?

Era prestamista usurero, pignoraba alhajas, y había montado una ingeniería financiera sorprendente –hay documentos, esto no es novela– con la que tenía agarrada a toda la tropa del Ejército nacional, a algunos oficiales –obviamente en connivencia con políticos o generales de la época– y a varios legisladores que le habían cedido sus dietas a cuenta de un adelanto de dinero muy importante y pagando intereses de usura. Esto no lo digo yo, lo dice alguien que vaya si tiene y tuvo credenciales, que fue el profesor Barrán. De la Biblia para acá, la usura siempre ha sido condenada, y es mal vista hoy en día también. Pero en el Montevideo del 900 ser usurero o prestamista equivalía a ser prostituta en el caso de las mujeres. Por tanto esa familia estaba relegada del patriciado o de la alta burguesía montevideana.

MARÍA EUGENIA DUPIN: Tú decís que esta familia tenía que limpiar el nombre.

Así es, entre otras cosas.

MED: Y no lo hizo solamente durante la vida de Delmira, sino también en forma póstuma.

Sí, por eso es tan importante saber qué pasó después de la muerte de Delmira y por qué llega a la muerte. Todo tiene un hilo conductor y todo tiene una razón. Esto fue presentado, y así lo hemos recibido, como un crimen pasional. Pero no fue un crimen pasional, no fue un loco que mató a su mujer porque lo había abandonado. No, esto fue en todo caso un crimen de amor o una tragedia de amor. Fue Romeo y Julieta en la calle Andes, si me permiten la comparación. Hay mucho de eso, hay capuletos y montescos también en esta historia, lo único que es real.

RC: En tu libro queda claro que hay una especie de disfunción emocional en Delmira provocada por su madre. Porque esta mujer que escribe y escribe como lo hace y sobre temas que en ese momento fueron muy transgresores, después escribe una carta que es realmente insólita cuando ya estaba de novia con Reyes: "La nena se encuenta un poco mal y hoy voy a esquibi bien poquito pala vengalme. No, ya no me vengo ma. Cariños de todos y de Delmira nena" [sic]. Es una carta escrita por una débil mental, aparentemente, está escrita así.

Sí, son cientos las cartas así.

RC: Evidentemente, ella vive de determinada manera o se expresa de determinada manera, y luego de noche, cuando nadie la ve, escribe esta otra poesía, que a mi entender es maravillosa.

EC: Veamos algún ejemplo de lo que escribía Delmira Agustini. ¿Cómo suena "El intruso”?

(AUDIO) "Amor, la noche estaba trágica y sollozante
uando tu llave de oro cantó en mi cerradura;

EC: No sé si esta es una pregunta para Diego o para un crítico o para un psicólogo. ¿Cómo se entiende ese contraste entre esas dos Delmiras?

Delmira vivía en una suerte de esquizofrenia permanente. En la casa frente a sus padres y hasta frente a su hermano, porque tenía un hermano cuatro años mayor…

RC: Absolutamente relegado.

Totalmente.

RC: Se salvó por eso.

¡No sé hasta dónde! Porque al final del libro… no lo vamos a contar, pero se dan algunas pautas que confirman esto. Frente a sus padres y a ese hermano era "la nena" que escribía como una tonta.

RC: Y tenía muñecas en su habitación.

Tenía muñecas. Y las primeras cartas a Enrique están escritas como esa carta que leíste. Pero a los pocos meses que formalizan el noviazgo, que él entra oficialmente a esa casa y se conceden el tuteo, las cartas de Delmira y Enrique son de dos personas normales.

MED: Cambian de tono.

Totalmente. Y también maravilla la prosa de Delmira, cómo escribe esas cartas, más allá de la poesía. Porque la poesía no la analicé, obviamente no la ignoré, pero este no es un libro de poesía ni mucho menos. Pero cómo se expresa, la riqueza de lenguaje para una mujer que no fue a la escuela, que no accedió ni leyó a los grandes clásicos o a los clásicos de su época, que no tenía una gran biblioteca. Son una serie de misterios que hay en esa mujer que en las cartas –en las cartas que le manda a Darío, que le manda a mucha gente– se expresa de una manera maravillosa, con una riqueza de lenguaje y con un manejo del idioma español estupendo.

RC: Tú decías que no recibió educación. Pero sí la recibió en su casa. Creo que aquí hay un tema que tiene que ver con esa madre –a quien en algún momento Aurora Curbelo cataloga de monstruo– que, más allá de haber sido una gran operadora de marketing, de alguna forma de apropió de la vida de su hija. Porque antes aún de saber que un día iba a ser famosa la retuvo en su casa hasta para que no se moviera de allí para recibir instrucción. Es patológico.

Exacto. Y en el padre también hay una patología. Un hombre que tiene una obsesión con la fotografía, y fotografía a esa niña; por eso hay tantas fotografías de Delmira. La primera fotografía que hay es del día del bautismo, de enero de 1897, y las últimas fotografías –que dan la pauta de que algo no andaba bien en la cabeza de ese buen señor– son de cuatro días antes de la muerte, en las que se ve una Delmira en estado depresivo, de angustia.

RC: Y de abandono personal.

Y de abandono personal. Yo me pregunto, como padre, qué disfrute, qué placer puede haber en retratar a una hija o a un ser querido en ese estado anímico.

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