lunes

ENCUENTRO CON LA SOMBRA (El poder del lado oscuro de la naturaleza humana)


QUINCUAGESIMOSEXTA ENTREGA


CUARTA PARTE: EL CUERPO ENAJENADO: ENFERMEDAD, SALUD Y SEXUALIDAD


(14): LA LUZ DE LA SALUD Y LA SOMBRA DE LA ENFERMEDAD (2)


Larry Dossey


Pareciera, pues, como si nuestra continua tendencia a querer desembarazarnos de la enfermedad y la imposibilidad de eliminarla totalmente sugiriera la existencia de una relación misteriosa entre la salud y la enfermedad que imposibilitara conocer y gozar de la salud sin saber y padecer lo que es la enfermedad. Del mismo modo que no podemos conocer lo alto sin conocer también lo bajo o de que no existe el blanco sin el negro parece que tampoco podemos fragmentar nuestra conciencia para destacar la enfermedad y la muerte y quedarnos solamente con la salud.

En realidad ni siquiera podemos emprender una cura sin preguntarnos: “¿Qué es lo que estoy intentando evitar?”. Aun en el caso de que se trate de algo tan rutinario como vacunarnos o tomarnos la presión debemos preguntarnos, de algún modo, “¿Contra qué me estoy vacunando?” “¿Qué sucedería si me preocupara de mi presión sanguínea?” Todo acto de salud conlleva su opuesto, su lado oculto, porque nos recuerda lo que estamos tratando de evitar: La enfermedad y la muerte son inevitables y por más que lo intentemos jamás podremos separar a la salud de la enfermedad y al nacimiento de la muerte. Del mismo modo que la luz siempre va acompañada de la oscuridad, nuestro entusiasmo por la salud sólo aumenta nuestra sensibilidad hacia el fenómeno de la enfermedad y de la muerte; se trata de dos fenómenos tan ligados entre sí que jamás pueden  presentarse aisladamente.

Los mitos y rituales de la mayor parte de la cultura premodernas evidencian su profunda comprensión de la naturaleza de la salud y de la enfermedad. Muchas de esas sociedades no tratan de erradicar la enfermedad sino que nos exhortan a vivir con ella. Podría aducirse, sin embargo, que esas culturas no trataron de eliminar la enfermedad porque no se hallaban en condiciones de hacerlo pero que si, por el contrario, su nivel de desarrollo tecnológico se lo hubiera permitido las hubieran detestado tanto como nosotros. No obstante, sin negar este hecho, no deberíamos descartar la posibilidad de que la actitud de muchas sociedades premodernas hacia la enfermedad y la muerte fuera la expresión de una forma orgánica de pensar de una forma de estar-en-el-mundo en que la aceptación no constituye una simple respuesta a la impotencia sino la manifestación de un conocimiento profundo del mundo.

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