miércoles

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS - CLARISSA PINKOLA ESTÉS



CIENTODECIMOCTAVA ENTREGA
CAPÍTULO 12


La intervención de la curandera: El ascenso a la montaña (3)

La persistencia de la antigua cólera (1)


En caso de que la cólera vuelva a convertirse en un obstáculo para el pensamiento y la acción creativa, conviene suavizarla o modificarla. En las mujeres que se han pasado un considerable período de tiempo superando un trauma, tanto si este se debió a la crueldad, el olvido, la falta de respeto, la temeridad, la arrogancia o la ignorancia de alguien como si se debió simplemente al destino, llega un momento en que hay que perdonar para que la psique pueda liberarse y recuperar su estado normal de paz y serenidad (10).

Cuando una mujer tiene dificultades para dar rienda suelta a la cólera o la rabia, ello suele deberse a que utiliza la cólera para fortalecerse. Y, si bien tal cosa pudo haber sido oportuna al principio, más tarde la mujer tiene que andarse con cuidado, pues una cólera permanente es un fuego que acaba quemando su energía primaria. La persistencia en dicho estado es algo así como pasar vertiginosamente por la vida y tratar de vivir una existencia equilibrada pisando el acelerador hasta el fondo.

Sin embargo, el ardor de la cólera no se tiene que considerar un sucedáneo de una vida apasionada. No se trata de la vida en su plenitud; es una actitud defensiva que cuesta mucho mantener cuando esa actitud ya no es necesaria para protegerse. Al cabo de algún tiempo, la cólera arde hasta alcanzar unas temperaturas extremadamente altas, contamina nuestras ideas con su negro humo y obstruye otras maneras de ver y comprender.

Pero no pienso mentir descaradamente y decirle a una mujer, que hoy o la semana que viene podrá eliminar toda su cólera y esta desaparecerá para siempre. La ansiedad y el tormento del pasado afloran en la psique con carácter cíclico. Aunque una profunda purificación extermina buena parte del antiguo dolor y la antigua cólera, el residuo jamás se puede borrar por completo. Tiene que dejar unas ligeras cenizas, no un fuego devorador. Por consiguiente, la limpieza de la cólera residual debe convertirse en un ritual higiénico periódico que nos libere, pues el hecho de llevar la antigua cólera más allá del extremo hasta el que nos podía ser útil equivale a experimentar una constante ansiedad, por más que nosotras no seamos concientes de ella.

A veces la gente se confunde y cree que el hecho de quedarse atascada en una antigua cólera consiste en armar alboroto, alterarse y arrojar objetos por ahí. En la mayoría de los casos no consiste en eso. Consiste más bien en una perenne sensación de cansancio, en andar por la vida bajo una gruesa capa de cinismo, en destrozar todo aquello que es esperanzador, tierno, prometedor. Consiste en tener miedo de perder antes de abrir la boca. Consiste en alcanzar por dentro el punto de ignición tanto si se nota por fuera como si no. Consiste en observar unos irritados silencios de carácter defensivo. Consiste en sentirse desvalida. Pero hay un medio de salir de esta situación y este medio es el perdón.

"Ah, ¿el perdón?", dices. Cualquier cosa menos el perdón, ¿verdad? Sin embargo, tú sabes en lo más hondo de tu corazón que algún día, en algún momento, llegarás a ello. Puede que no ocurra hasta el momento de la muerte, pero ocurrirá. Piensa en lo siguiente: muchas personas tienen dificultades para conceder el perdón porque les han enseñado que se trata de un acto singular que hay que completar en una sola sesión. Pero no es así. El perdón tiene muchas capas y muchas estaciones. En nuestra cultura se tiene la idea de que el perdón ha de ser al ciento por ciento. O todo o nada. También se nos enseña que perdonar significa pasar por alto, comportarse como sí algo no hubiera ocurrido. Tampoco es eso.

La mujer que es capaz de otorgar a alguien o a algo trágico o perjudicial un porcentaje de perdón del noventa y cinco por ciento es casi digna de la beatificación cuando no de la santidad. Un setenta y cinco por ciento de perdón y un veinticinco por ciento de "No sé si alguna vez podré perdonar del todo y ni siquiera sé si lo deseo" es más normal. Pero un sesenta por ciento de perdón acompañado de un cuarenta por ciento de "No sé, no estoy segura y todavía lo estoy pensando" está decididamente bien. Un nivel de perdón del cincuenta por ciento o menos permite alcanzar el grado de obras en curso. ¿Menos del diez por ciento? Acabas de empezar o ni siquiera lo has intentado en serio todavía.

Pero, en cualquier caso, una vez has alcanzado algo más de la mitad, lo demás viene por sus pasos contados, por regla general con pequeños incrementos. Lo más importante del perdón es empezar y continuar. El cumplimiento es una tarea de toda la vida. Tienes todo el resto de la vida para seguir trabajando en el porcentaje menor. Está claro que, si pudiéramos comprenderlo todo, todo se podría perdonar. Pero la mayoría de la gente necesita permanecer mucho tiempo en el baño alquímico para llegar a eso. No importa. Contamos con la sanadora y, por consiguiente, tenemos la paciencia necesaria para cumplir la tarea.

Algunas personas, por temperamento innato, pueden perdonar con más facilidad que otras. En algunas se trata de un don, pero en la mayoría de los casos es un don que hay que aprender tal como se aprende una técnica. Parece ser que la vitalidad y la sensibilidad esenciales afectan a la capacidad de pasar por alto las cosas. Una fuerte vitalidad y una alta sensibilidad no siempre permiten pasar fácilmente por alto las ofensas. No eres mala si te cuesta perdonar. Y no eres una santa si lo haces. Cada cual a su manera y todo a su debido tiempo.

Sin embargo, para poder sanar realmente, tenemos que decir nuestra verdad, no sólo nuestro pesar y nuestro dolor sino también los daños, la cólera y la indignación que se provocaron y también qué sentimientos de expiación o de venganza experimentamos. La vieja curandera de la psique comprende la naturaleza humana con todas sus debilidades y otorga el perdón siempre y cuando se le diga la pura verdad. Y no sólo concede una segunda oportunidad sino que muy a menudo concede varias oportunidades.


Notas

(10) Cuando ha habido incesto, abusos sexuales o abusos de otro tipo, pueden ser necesarios muchos años para completar el ciclo a través del perdón. En algunos casos es posible que, durante algún tiempo, la persona adquiera más fuerza no perdonando y eso también es aceptable. Lo que no es aceptable es que se pase la vida "furiosa" por culpa de unos acontecimientos. Este ardor excesivo es perjudicial no sólo para el alma y la psique sino también para el cuerpo físico. Por consiguiente, hay que recuperar el equilibrio. Hay muchas maneras distintas de hacerlo. Convendría consultar con un terapeuta que tuviera una fuerte personalidad y estuviera especializado en estas cuestiones. La pregunta que hay que hacer cuando se encuentra a un profesional de este tipo es la siguiente: "¿Qué experiencia tiene usted con la reducción de la cólera y el fortalecimiento del espíritu?"

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