sábado

LA BESTIA TRANSFIGURADA (7)

                                                            


25 / ESCÁNDALO

Canibalización (muy refaccionada) del capítulo 20 / I de mis Confesiones:

Muy pocas veces, lamentablemente, un verdadero artista es capaz de imponer su trabajo desde el arranque y en todos los terrenos como pasó con Zitarrosa. Su primer LP llegó a venderse más que el disco en boga de los Beatles, por ejemplo, y en un arrabal del mundo ese escándalo se vuelve arcoíricamente milagroso. En mi caso, aquel trovar poético me fanatizó y enseguida formé un dúo paralelo a Los Hammers con el futuro gran novelista Hugo Bervejillo: nos llamábamos Los Matreros y duramos muy poco y la vida demostró que en realidad habíamos nacido para ser revoltosos en otro plano estético. Pero haber compartido escenarios de universidad o de cantina nada menos que con Tabaré Etcheverry y Eustaquio Sosa, fue un privilegio insólito.

En aquel tiempo yo había empezado a estudiar abogacía, y antes de enterrarme en las torturantes memorizaciones de los Códigos tomaba mate de madrugada escuchando al nuevo Mago que al principio, cuando copó la radio, pensábamos que era argentino, porque no podíamos concebir que un uruguayo primereara en el dial. Y eso que ya existían discos de Amalia de la Vega, Osiris Rodríguez Castillos, Los Olimareños, Sampayo y Viglietti. Pero el folklore que se difundía masivamente era argentino, y hasta que Leonel Roche (mi guía de ascenso a la Sierra de las Ánimas concebida como un Tabor) me hizo conocer El payador perseguido, a mí nunca me enganchó.

La gran magia ya empezaba con las guitarras. El taller de mi padre tenía un gigantesco ventanal de vidrios fijos que daba al sur, para poder pintar con la misma luz durante todo el día, y cuando las estrellas desaparecían entre avalanchas lilas y el pajarerío izaba su himno infalible Alfredo milongueaba sobre el trenzado de aquellas introducciones de estirpe grelera y amanecía del todo.

Y algo que me emocionó fue enterarme que él había conocido esas guitarras cuando era un niño y se abismaba con las actuaciones radiales de Amalia de la Vega. O sea: el programa preferido de mi abuelo el albañil. Y mientras mi abuela y mi madre se reían a escondidas de la cantante aburridora el viejo se tomaba una cañita y se internaba en las praderas satinadas por la gracia de platería que fermentó debajo de nuestros cielazos (Lezama Lima dixit). Mirá qué albañil gil.

Pero de lo que se habla poco es del papel de verdadero Capitán del Vuelo que cumplió Zitarrosa durante un año en el Canal 5, con un programa que dio vuelta la taba hasta comerse el rating de las 9 de la noche, nada menos, y donde introdujo a toda una generación de cantantes nacionales de catacumba. Allí escuché volar a mi hermano Tabaré Etcheverry por primera vez. ¿Cómo vas a olvidarte?

Tabaré llegó a cantar hasta el alba en el taller de mi casa, y en el primer homenaje periodístico que le hicimos en la revista Nueva viola Alfredo opinó que fue la voz más grande que tuvimos en el último medio siglo. Había muerto en el 79, a los 33 años, y la mayoría de sus grabaciones, entre las que sobresalen nítidamente las que compuso con Julián Murguía en homenaje a Artigas, son eternas.

En mi país qué tibieza / cuando empieza a amanecer.


26 / GARUFA

Ya adelantamos que el cortometraje elaborado por Moure Clouzet como discurso central de La Bestia Pop incluyó una actuación del grupo tanguero Garufa.

Garufa es un colectivo multimedia integrado por los uruguayos Oscar Moreira (vocalista), Felipe Medina (contrabajo), Ignacio Giovanetti (guitarra y arreglos) y el venezolano Alejandro Loguercio (violín), que en julio de 2013 participó en el Festival de Liechtenstein junto al guitarrista colombiano Julián Torres como invitado especial.

El tema elegido (que se puede escuchar en el website del grupo) fue una versión original de Fuga y misterio de Astor Piazzolla realizada especialmente a pedido de Álvaro Pierri y nos parece importante desentrañar el entrelazamiento de vertientes musicales que confluyen en este revulsivo sonido del nuevo milenio concretado por instrumentistas y compositores latinoamericanos que radican en Viena.

Lo primero que debe destacarse es que todos los integrantes de Garufa (incluido su invitado circunstancial) tienen una formación universitaria completa y participan activamente en muy distintos tipos de eventos musicales, lo que se revela en la tensión expresiva (el calado oculto del iceberg) que irradia su vocación tanguera  contraconquistadora a través del método del contrapunto analógico, como le hubiese gustado definirlo a José Lezama Lima.

Lezama legitima la técnica del contrapunto para erigir una visión histórica independiente del causalismo historicista -señala Irlemar Chiampi: El contrapunto instaura la libertad de la lectura del sujeto metafórico para componer lo que él llamó red de imágenes que forma la Imagen, en otro ensayo (Las imágenes posibles). En vez de relacionar los hechos culturales americanos por su relación causa-efecto, denunciando una progresión evolutiva, su contrapunto se mueve, erráticamente, para adelante y para atrás en el tiempo, en busca de analogías que revelen el devenir. 

Y en este caso se trata de cinco latinoaericanos condensando el pop barroco de acá y de allá con una gracia de profundidad que nos recuerda tanto a la Contrarreforma como a Grela o a los Beatles, porque conjugan una necesidad universalista de repartir la espiritualidad fuera de las elites.

Y es bueno recordar que ya en 1981, Álvaro Pierri (que dirigió la formación universitaria de Ignacio Giovanetti) había grabado en Montréal una versión del Estudio Nro 11 de Villa-Lobos absolutamente indecente y revolucionaria.

En 1985, por otra parte, Giovanni Antonini y Luca Pianca fundan Il Giardino Armonico milanés, que consolidó un encaramiento roncaroleado (así lo definen los propios músicos y no precisamente en broma) de la música barroca.

Y en el ataque guitarrístico de Garufa hay un empuje de la púa tanguera que zafa del  almidonadonamiento y los moldes anquilosados del establishment, logrando propagar una energía capaz de despeinarnos (Cortázar dixit a propósito de El perseguidor) con una sed de supervivencia mágica también generada por estilos tan refrescantes y avasallantes como el jazz o el flamenco.

Estamos frente a una forma patriagrandista de desmandarse purificadoramente.


27 / HAMBRE

Tijereteo del capítulo 21 / I de mis Confesiones:

A los 18 años leí Adiós a las armasFiesta París era una fiesta, además de una selección de los primeros cuentos del más grande geometrizador narrativo del siglo XX. Pero lo que me entusiasmó de verdad fue la atmósfera de París era una fiesta, porque en ese último libro de memorias Hemingway poetiza un verdadero réquiem por la pureza de alma que traicionó y perdió a los 30 años.

Y lo más importante de esas crónicas fue que me hicieron concebir mi propio viaje a lo alto de mis alas, y si este mamotreto que subtitulé El taller de la vida pudiera empujar hacia el gran salto a un solo muchacho o muchacha, ya estaría justificado.

En mi caso, se precisaba ir a escribir a París igual que el joven Hemingway. Porque más allá de la terrible libertad que te da la intemperie y la pelea por el morfe y el boxeo con las gárgolas, lo que importa es llegar a sentir el cielo entre los dientes y elegir qué se hace para no dejarse devorar por el hambre de eternidad terrestre.

Recalé un año y pico en un hotel cucarachero de la rue Monsieur-le-Prince, el Stella, y empecé a vivir tanto que la novela que apuré al llegar se me inflacionó como una valija mal hecha y tuve que reengancharme desde cero con la poesía que había dejado a los 18 años. Nada mejor. Ahí me empecé a pelear de veras con mi frase, milimétricamente y a muerte y sin que no le importara a nadie más que a mí. Como tiene que ser.

Y una noche empezó a brillar un poema de tres páginas y al amanecer bajé a corregirlo a l’Escholier, un boliche de la place de La Sorbonne, y me tomé un ron Saint-James, que era el que le gustaba a Hemingway, y al volver me zampé unos huevos con jamón y medio litro de tinto en la esquina del hotel y sentí que ahora ya vivía en el reino de Notre Dame y que había que tenerse fe pasara lo que pasara.

Y recién en 2007, leyendo la célebre biografía de Enid Starkie supe que Rimbaud había vivido en un hotel de la misma calle y que de madrugada salía a dar la misma vueltita, y entonces me imaginé la avidez azulísima del ángel comunero que se sintió alquimista y quiso cambiar la vida y entendí que yo me había salvado por tener fe nada más que en Jesucristo. Lástima que no sea verdad tanta belleza, escribió tentadoramente uno de los Argensola y como epígrafe del tango Maquillaje queda fenómeno. Pero es una de las afirmaciones más peligrosas que existen y puede compararse con el agujero de ozono que le cavó la modernidad al sagrado envoltorio terrestre.

Porque la belleza eterna es una verdad que se sueña y no se toca, Papá. Pero tanto vos como Rimbaud quisieron vivir adentro del espejismo y un sencillísimo análisis junguiano muestra que en Fiesta Lady Brett ya representa a tu alma emputecida y que en Adiós a las armas Catherine es tu alma muerta.

Claro que después de mandar al diablo la pureza de La Contrescarpe y empezar a escribir pour la galerie (transformándote en el figurón-payaso merecedor del Nobel por su jolivudesco coraje de voluntario humanista y borracho) por lo menos pudiste demostrar que los magos negros que no renuncian a su hambre de paraíso terrestre terminan por morfarse el mismísimo infierno.


28 / BELLEZA

Ahora inserto, con la intención de que cumpla un rol de capítulo recapitulador y aireador de este centellograma estético (término inventado para definir a Hombre muerto comulgando, el análisis de La novela luminosa de Mario Levrero que escribí y publiqué en 2013) una nota aparecida en nuestro blog a propósito de Belleza Uruguaya 3, el espectáculo predecesor de La Bestia Pop:

Pensamos que Federico García Lorca escribió uno e sus máximos versos en el Llanto por Ignacio Sánchez Mejias: La tristeza que tuvo tu valiente alegría.

Durante la tercera edición de Belleza Uruguaya que se celebró en Fundación Unión, nos quedó más claro que nunca que, como profetizaron Onetti y Torres-García en los 40, el arte uruguayo va a terminar de levantarse inderrumbablemente si se atreve a durar en este charco traidor donde todavía se ignora lo que significó nuestra Purificación comunitaria. (Y esta es una tarea gravísima, para hablarlo en Vallejo.)

En uno de sus más agónicos y dorados alaridos, Kierkegaard afirmó que un hombre puede morirse considerándose un justo solamente si vivió frente a la eternidad.

En 2006, cuando fundamos elMontevideano Laboratorio de Artes con Álvaro Moure Clouzet, nos propusimos terminar de obeliscar para siempre en Tontovideo una especie de bestia pop digna del theatrum sacro barroco, que logró imponer popularmente la espiritualidad amenazada por la ya galopante sequedad de la filosofía burguesa.

Hoy podemos confirmar que recién un siglo después del surgimiento de la fundacional generación del 900, la necesidad de construir un axis mundi celeste volvió a emerger en el Mundial de Sudáfrica. Y se pudo.

El miércoles 26 de junio conjuntamos el trabajo del plástico Horacio Herrera, el guitarrista clásico Pablo Novoa y los cantautores Guillermo Wood y Diego Presa, y solamente quien estuvo allí sintió que en aquella atmósfera no cabían ni el trepadurismo ni la mediocridad.

Volvemos a García Lorca, aunque esta vez desde su agonía en Yanquilandia: No duerme nadie por el cielo. Nadie. Nadie. / No duerme nadie. / Pero si alguien cierra los ojos, / ¡azotadlo, hijos mios, azotadlo! / Haya un panorama de ojos abiertos / y amargas llagas encendidas. / No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie. / Ya lo he dicho. / No duerme nadie. / Pero si alguien tiene por las noches exceso de musgo en las sienes, / abrid los escotillones para que vea bajo la luna / las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.

Así que prometemos seguir poniendo el mapa de Sudamérica con la verga para arriba y seguir rezando (angustiadamente alegres) la frase más perfecta de toda la obra onettiana: se puede hacer cualquier cosa con pureza.

O el koan atribuido al Negro Jefe: Si le empatamos a la realidad, le ganamos a cualquiera.

Los artistas que nos acompañaron en Belleza Uruguaya 3 oscilan entre los 22 y los 38 años, y tiene que haber muchos más como ellos que no acepten viajar en la bodega del barco fingiendo ver las estrellas: el futuro lo dirá. 

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