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CARLOS GARDEL - “QUIEN LLEVA SANGRE CRIOLLA NO SE ASUSTARÁ JAMÁS DEL PORVENIR”


por Segundo Bresciano

(Una entrevista realizada en 1930 y publicada por el EL DEBATE, lunes 1º de julio de 1935.)


En el año 1930, allá por junio, Carlos Gardel actuó en el Artigas. Le acompañaban, como guitarristas, Riverol, Barbieri y Aguilar. Amante del reportaje, fase periodística que siempre preferí, me propuse intervievar al gran cancionista criollo hoy trágicamente desaparecido. Gardel era muy reacio al reportaje, muy egoísta para hablar a la prensa. Sin embargo, gracias a Razzano, su amigo y compañero, Gardel accedió a que yo le hiciera y publicara una entrevista. Yo lo visité en su camarín del Artigas, una noche mientras se maquillaba el rostro. Yo llevaba las preguntas escritas y apuntaba sus respuestas. En materia de reportaje yo hago lo que debe hacer todo reporter: preguntar y recibir la respuesta. Anoto estrictamente esta y nada más. Con Gardel puse los cinco sentidos. No le perdí palabra ni gesto. Observé que era todo un criollazo enemigo de la mentira. El reportaje fue presenciado por unas treinta personas en su mayoría artistas de la compañía Morganti-Pomar, así como por algunos amigos uruguayos de Gardel, entre ellos el finado Ñato Pérez. Cuando yo le hacía las preguntas a Gardel, éste, a cada instante, decía: “nunca me hicieron un reportaje tan extenso ni nunca me hicieron tantas preguntas interesantes como me hace este mozo”. 

Sus respuestas eran dadas con cariño y buena voluntad. Y bien: han transcurrido desde entonces cinco años justos. Hoy Gardel está muerto y el reportaje de entonces adquiere palpitante interés. Por eso lo exhumo de mi archivo de periodista y escritor y creo ofrecer al lector una nota emotiva. 

Fue a mí, entonces, en 1930, que Gardel declaró que era uruguayo. Y me lo dijo delante de todos los testigos citados. Eso es: me pidió que no lo publicara porque era inconveniente para sus negocios. 

Cuando yo le pedí su nacionalidad recuerdo como si fuese ahora que me contestó: “Yo soy uruguayo. Soy nacido en Tacuarembó pero no lo diga”... 

Yo en posesión de este dato, de esta primicia, que entonces fue muy comentada, me dejé llevar por mi inteligencia de periodista, falté a mi promesa de no publicarlo y lo publiqué. Pero lo publiqué, no como declaración del propio Gardel sino más (¿y cómo no lo habría de publicar si el mismo Gardel ante una treintena de testigos confesaba su nacionalidad? ¿No dijo verdad? No sé. ¿Dijo verdad? Tampoco lo sé. Lo único que afirmo por la misma memoria de Gardel, es que él me afirmó que era uruguayo y nacido en Tacuarembó. Yo como reporter, siempre, me concreto a manifestar lo que me declaran. 

¿Qué interés podía tener entonces Gardel de expresar una cosa que algunos ahora reputan por falsa, como su propia madre que dice que su hijo es francés. Se dice que lo hacía para eludir el servicio militar obligatorio en Francia. Gardel entonces me dijo su edad, es decir, el día de su nacimiento: dijo que tenía cuarenta y ocho años. Quiere decir que al morir tendría cincuenta y tres años. Y si tenía 48 años, cómo a esa edad le puede interesar falsear su nacionalidad para eludir el servicio militar que normalmente se obliga a personas muy jóvenes. Gardel era sincero; un criollo de ley. Y como criollo creo que no mentía, creo que antes de afirmar una nacionalidad que no tenía habría dicho; Mire amigazo, no me pregunte eso páselo por alto. Y lo habría pasado. Por otra parte, publicado el reportaje, mientras él seguía actuando en el Artigas no desmintió la nacionalidad que yo, según sus propias palabras, le atribuía. Es lo que me interesa aclarar, yo fui el primer periodista que publiqué lo ce su nacimiento en Tacuarembó.

Y entonces queda esta conclusión o dilema: o Gardel no dijo la verdad o es exacto su nacimiento en Tacuarembó. No seré yo quien resuelva este dilema yo soy reporter y nada más. 

Y he aquí ahora, el reportaje que yo hice en 1930 y que él mismo leyó luego, sin desmentir nada. Afirmo por su memoria -yo que fui un “hincha” de él- que en este reportaje todo es exacto. Es decir, que él habló así. Y para mí su memoria es sagrada.
 


LA INTERVIÚ

Intervieuvar a Carlos Gardel no era una empresa fácil. En la Argentina, en Montevideo, y en todas partes, siempre huyó a los repórters. Detesta la exhibición pública. Y más que ello, teme el juicio público. No quiere juzgar para no ser juzgado. Hombre modesto, sereno, tranquilo, sólo amante de la conversación íntima, le resulta molesto confesar a la opinión pública sus andanzas, sus sentimientos y sus ideas. Pero… yo no desmayé. Gracias a mi excelente amigo Razzano pude entrevistarlo.

-Oyetú, Carlos -le dijo- espero que atiendas a un reporter amigo mío.

-Es que… -interrumpió Gardel.

-Nada -insistió el bueno de Razzano-. Atiéndelo. Es mi amigo y los amigos son sagrados.


“¡QUE PASE!” 

 -Bueno, que pase.

Y pasé al camerino del sin igual cantor criollo. Agradecí como era debido su exquisita deferencia a Razzano. El gabinete de Gardel estaba atestado de amigos, de curiosos y de artistas. Jamás en mi vida de periodista celebré una entrevista ante tanta concurrencia.

Y en verdad que resulta pintoresco solicitarle a un artista la confesión de sus intimidades, de sus amores, de su vida personal, y que esa confesión, que debe ser dicha al oído, en voz baja, sea dicha en voz delante de tantos curiosos.

Pero la curiosidad -ha dicho Rafael Barrett- es buen apetito del espíritu”.
  
-¿Qué he de confesarle? -me dijo, de entrada, Gardel.

-No se preocupe usted -le contesté-. Usted no tendrá otra cosa que contestar a mis preguntas.

-Si así es, “che”, estoy listo.


CÓMO ES EN PERSONA

Carlos Gardel tiene toda la franqueza, toda la sencillez, toda la galanura y toda la exquisita amabilidad de un criollo machazo. Es un corazón a flor de labio. Se entrega al amigo de entrada. Se da todo. Tiene la misma sencillez que una canción gaucha. Me da la dulce impresión de uno de esos hombres del campo que a todo el mundo le da los buenos días. Gardel es el mismo hombre bueno, noble, cordial, atento y afectuoso que nos imaginamos oyéndole cantar al son de su guitarra criolla. El hombre corresponde al artista. Hay una armonía perfecta entre el sentimiento del hombre y el sentimiento del artista. Dijérase que cuando Gardel nos entona una meliflua canción gaucha, él mismo nos recuerda el gaucho dolorido, el personaje de la letra.


EL PADRE ERA TIPÓGRAFO

En todas sus respuestas, en todas sus frases, en todas sus palabras, Gardel nos dirige un “che”. Pero es el “che” no de un hombre que se permite una ligera confianza, sino de un hombre de alma cariñosa, noble y amistosa, que desea entregarse sincera y buenamente a su interlocutor.


-¿De qué nacionalidad eran sus padres, Gardel? - inquirimos.


-Franceses -repuso.


-Dígame la profesión que ejercía su padre.

-Era tipógrafo. Tenía una imprenta.



SU AFICIÓN AL TEATRO

-¿Cómo nació su afición al teatro?

-Antes de ser yo un cantante profesional, cual soy ahora, fui un aficionado errante, que andaba de aquí para allá, cantando romances y partes de zarzuela. Me daba por imitar a los tenores. Desde niño, entraba en los teatros, oía cantar y luego salía imitando a los artistas. Puede decirse, “che”, que yo nací en el teatro. Así como un bohemio precoz, cantaba de afición. Yo no quería recibir dinero de nadie. Cantaba por placer, para satisfacer una inclinación natural. Donde hubiera una fiesta de amigos, o donde hubiera un festival íntimo, allí estaba yo para deleitar a los concurrentes. Pero lo curioso “che”, es que a esa edad yo mismo componía la música de mis canciones.

-Y ahora ¿por qué no hace música usted?

-¿Para qué? ¡Hay tantos compositores!

Esta frase algo irónica de Gardel me trae a la memoria una anécdota. En Paris le preguntaron a un sudamericano; En el Río de la Plata ¿hay muchos compositores? -“Muchos -respondió el sudamericano-, pero son compositores de… caballos...”


SU ACTUACIÓN EN PARÍS

-¿Cuántos años hace que usted es artista profesional?

-Cerca de veinte años.

-¿Con Razzano?


-Sí señor, con él. Lo conocí felizmente en una “patriada”. Somos camaradas inseparables.

-¿Es cierto que ustedes tomaron incremento en el Royal de Montevideo?


-Quizás. Pero en el Royal de aquellos tiempos… 


-Dígame algo de París, de las impresiones que usted causó a los franceses.

-Creo que mi presencia artística en París fue todo un suceso. Ganaba 6.000 francos diarios. Siempre trabajaba a teatro lleno. En el Empire era yo el primer “vedette”, como se dice allá al artista que encabeza un cartel. La crítica me tributó elogios que jamás olvidaré y que para mi valen más que una corona imperial. Un famoso crítico llegó a expresar que los artistas franceses, los cantantes de la clase media, debían aprender de mí, el arte de cantar.


ES URUGUAYO

Y en efecto, Gardel ha sido glorificado en todas partes. Es todo un ruiseñor criollo. Yo me declaro su sincero admirador. Todos los pueblos le han rendido apasionada admiración. Y muchos pueblos, en el paroxismo de su pleitesía, lo han hecho hijo suyo. Los chilenos dicen que es de Chile; los argentinos que es argentino; los franceses que es francés, y nosotros… Bueno, quizás nosotros somos los únicos que tenemos razón. Porque Gardel me lo ha confesado, yo estoy en condiciones de afirmar que tan exquisito cantante es uruguayo: es muy nuestro. ¿Más aun? “Nací en la ciudad de Tacuarembó”. A Tacuarembó le corresponde el disputado honor de ser cuna de Carlitos Gardel.



“EL CARRETERO”, SU CANCIÓN PREFERIDA
                                          
-¿Cuál es la canción que ha entonado más?

-Todas me llegan al alma.

-¿Y la canción que usted cantó con más placer?

-“El carretero”. Es mi canción predilecta. ¿No cree usted, che, que este canto es todo un cuadro viviente? Para mi “El Carretero” es un pedazo de vida reflejado de manera admirable. En París esta canción hacía delirar a los franceses. Yo me presentaba vestido de gaucho, la escena típicamente campera, aparecía alumbrada con colores fantásticos… ¡Qué efecto más deslumbrante! Y cuando yo daba aquel silbido del carretero que azuza la marcha de sus bueyes; Uifff… Uifff… Uifff… “¡Delantero, huella, huella, buey!”.

Y Gardel silbando me evocaba las impresiones que ejercía en el ánimo de los franceses el silbido del carretero.


RECUERDA A “EL VIEJO PANCHO”


-¿Cuántas canciones tiene usted grabadas en disco?
                                   
-Cerca de dos mil.

-¿Su poeta y su músico preferidos?...

-Todos, todos los que escriban con el alma.

-Sin embargo, Gardel, nada me emociona tanto como usted cantando “Insomnio” u “Hopa, hopa, hopa”.

-Mire, che, el viejo Pancho es un monumento. Yo siento mucho que no haya podido conocer a este viejo lindo. Sólo llegué a conocer a su hijo.


NO LE ASUSTA EL PORVENIR

-Se dice que usted ha ganado mucho dinero en el teatro  -insinué.

-Es cierto  -repuso. -Gané mucho, mucho, increíblemente mucho. Pero como todo buen criollo me quedo sin nada.

-¿No le asusta el porvenir?

-El porvenir es el presente. Quien lleva sangre criolla no se asustará jamás del porvenir.


SU CONTRATO MÁS ALTO

Un célebre escritor ha dicho que nada es tan triste como recordar los momentos felices cuando se está en desgracia. Le pregunto a Gardel si mañana, cuando esté pobre, no recordará con tristeza este presente tan dichoso. Y él, sonriente y campechano, me contesta:

-En el teatro yo gané lo más que puede ganar un artista de variedades. Pero le repito che, no me guardo nada. La sangre torera me impidió empacar nada. ¿Que mañana no tendré nada? Es hoy que ya no tengo nada y sin embargo che, soy tan feliz como cuando nadaba entre el oro. ¡Mientras me quede esta guitarra para cantar!

Y se quedó acariciando su dulce vihuela, como quien acaricia a la novia soñada.
                                                    
-¿Su contrato más alto?

-Fue en Londres. Ganaba 10.000 francos, o sea 1.000 pesos oro.

Y un amigo gordo, muy gordo, interrumpió para decir: “Acordate Carlitos, aquella temporada de Solís. En ocho días ganaste ocho mil pesos oro”. (Era el Ñato Pérez)

-¿Le producen mucha ganancia los discos?

-Lo suficiente para hacer hervir la olla de muchos.


CORSINI, SU CANTOR PREFERIDO.


Las frases de Gardel son así, lisas, llanas, campechanas. No se va en rodeos. Al pan, pan y al vino, vino. Dentro de una admirable sencillez criolla expresa verdades crudas pero hermosas. Pero todo lo dice sin malicia; sus palabras son acariciantes, suaves y dulces. Pega pero sin doler. Entra en la carme pero sin producir escozor. Tiene la ironía aterciopelante del criollo. Para zaherir no necesita ni de gesto ni del insulto. Le basta burlarse lo más finamente posible.

-¿Ama el teatro?

-Sí. El drama, la comedia ¡todo!

-¿Sus artistas preferidos?

-Todos, porque todos son mis amigos. Yo no tengo enemigos.

-¿Cuál es el cantante criollo que más le agrada?

-Corsini.


RECUERDA A CASSAUX

En este momento Gardel tiene un recuerdo triste; Cassaux. Una ligera emoción parece reflejarse en sus hermosos ojos negros, negros como la negrura de un dolor gaucho. Cassaux era amigo de Gardel. He aquí el secreto de su emoción, “Un día -nos dice Carlitos -Cassaux me oyó cantar y vi que al terminar mi canción estaba llorando. Aquel amigo era muy sensible porque era muy noble".


UN IDEAL QUE SE REALIZÓ


-¿Cuál es su ideal en el teatro?

-El film sonoro.

-¿Piensa marcharse otra vez a Europa?

-Sí, en septiembre; pero si me arreglara para hacer films sonoros entonces iré a Norte América.


CÓMO QUERRÍA UNA CANCIÓN

-Si usted se hiciera componer una canción de encargo, como para usted, ¿cómo la preferiría?

-Querría una canción gaucha, bien típica, de sabor campero, puramente descriptiva.

-¿Ha llorado alguna vez cantando?

-Muchas veces, y casi siempre he llorado delante de públicos extranjeros. En París, en Londres, en España… la lejanía del terruño me produce nostalgia. Y entonces, al cantar, lloro.


LO QUE MÁS ADMIRA

-¿Qué virtud admira más en el hombre?

-La franqueza.

-¿Y en la mujer?

-La lealtad.

Un amigo, no sé si Morganti, arrojó esta calabaza: “Franqueza en el hombre y lealtad en la mujer… che, Gardel; no vivas atrasado".


EL PÚBLICO URUGUAYO

-¿Qué público lo cautiva más?

-Este, el uruguayo. Pero el público porteño también es bueno.

-¿Ha pasado usted penurias alguna vez?

-¡Si las habré pasado, che! Pero este tipo que usted ve aquí, de cuerpo presente, ha resultado un tipo de aguante. Jineteé el potro de la pobreza pero sin revolcarme.


SU IDEAL EN LA VIDA
                                   

-¿Su ideal en la vida?

-¿Mi ideal?

Gardel se estaba mirando al espejo, estaba maquillándose el rostro. Miró rápidamente a sus amigos después me miró a mí y dijo:

-Mi ideal en la vida… ¡Bien sencillo es! Quisiera que mañana cuando deje de cantar mis amigos de hoy no dejaran de ser mis amigos…

Hubo un silencio profundo, como cuando se ha pronunciado una frase solemne. Las palabras de Gardel dichas suavemente como un rumor de alas penetraron en el auditorio haciendo el efecto de una bala dun-dun. Más allá de los vericuetos del corredor, gritó una voz desconocida: “Ese palo no es pa’ mi rancho”. (Era Morganti).


SU DEFECTO Y SU VIRTUD

-¿Se siente usted con los mismos bríos para cantar?

-Sí, che, después de la operación que sufrí en mi garganta quedé como nuevo.

-¿Cuál es su mejor virtud?

-Ser un hombre sereno. Así como hay hombres que no pierden la línea del traje, yo trato de no perder la buena línea de mi humor.

-¿Su peor vicio?

-¡Las carreras! ¡Esos malditos pingos!

Y se puso a entonar:

“Berretines que tengo con los pingos,
metejones de todos los domingos.
Por tu culpa…”
-te encontrarás sin nada -gritó Morganti, siempre cáustico y oportuno.


NUNCA FUI UN AMARGADO

-¿El día más feliz de su vida, Gardel?

-Siempre, che. Cuando no estoy feliz por mí mismo, lo estoy por la felicidad de algún amigo. Yo participo de la alegría ajena.

-¿Y el día más amargo de su vida?

-¡Nunca! ¡Nunca fui un amargado!

¡Feliz de él! Un artista así, siempre feliz y jamás molestado por pena humana. Es digno de escribir un libro sobre la felicidad.

Esos ojos de Gardel, tan luminosos, tan sonrientemente luminosos, son capaces de cautivar y magnetizar a las hijas de Eva: un rostro de perfiles tan armónicos y de una piel tan lozana y tersa; todo su físico, gallardo y arrogante: todo su yo, todo lo que es él en materia y en espíritu, demuestra que es un hombre que está contento de haber nacido, al revés de aquel poeta que se quejaba de haber nacido demasiado joven en un mundo demasiado viejo.


CARTAS AMOROSAS

Por fin, le susurro al oído como para que nadie oiga:

-Dígame, Carlitos, ¿ha recibido muchas cartas perfumadas, color rosa?

Se sonríe, y también me responde quedo, muy quedo, al oído:

-No lo diga, pero creo que he recibido más de treinta mil cartas de admiradoras. En una compañía de radio de la Argentina, llegué a calcular veinte mil cartas.

-Landrú -gritó, otra vez, Morganti.


NUNCA SUFRÍ REVESES AMOROSOS

Y dos minutos después, aquel cantor admirable y admirado, dos minutos después aquel mozo gallardo, que encanta a las muchedumbres con su voz cálida y armoniosa: dos minutos después “aquella alma que canta”, aquel inigualado artista e intérprete del espíritu criollo, se marchaba ufano al escenario. Me tendió su diestra campesina y me respondió así a mi última pregunta:

-Yo nunca sufrí reveses amorosos. Y no los sufrí porque nunca los tuve en cuenta. Los dejé pasar de largo, che.


LA CANCIÓN AMADA

El teatro estaba como en misa solemne. Silencio profundo. Y era que Gardel, como allá en Paris tenía cautivado a los espectadores con el canto melodioso de “El Carretero”:

“No hay vida más arrastrada
que la del pobre carretero
con la picana en la mano
picando al buen delantero”.

Y oyese un silbido largo, muy largo, un silbido agorero, como de arriero que azuza a la hacienda.

“Huella, huella, buey”. 

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