lunes

LA NUBE DEL NO-SABER - ANÓNIMO INGLÉS DEL SIGLO XIV


QUINCUAGESIMOTERCERA ENTREGA


53 / De los diversos amaneramientos inadecuados en que caen los pseudocontemplativos


El comportamiento espiritual y físico de los que se entregan a cualquier clase de pseudocontemplación se presta a aparecer muy excéntrico, mientras que los amigos de Dios siempre se conducen con sencillez y naturalidad. Cualquiera que conozca a estos ilusos en la oración podría ver cosas verdaderamente extrañas. Si sus ojos están abiertos, pueden llegar a mirar fijamente como los de un perturbado mental, o estar desorbitados de horror como quien ve al diablo, y bien podría ser, porque no está lejos. A veces sus ojos miran como los de una oveja herida próxima a la muerte. Unos inclinan la cabeza hacia un lado, como si llevaran un gusano en las orejas. Otros, cual espíritus, emiten sonidos estridentes y plañideros que suponen sustituyen al habla. Normalmente son hipócritas. Otros, finalmente, gimen y sollozan en su deseo y ansia de ser escuchados. Están a un paso de los herejes y de aquellas personas astutas y engañosas que arguyen contra la verdad.

Cualquiera que los observe podría advertir sin duda muchos otros amaneramientos grotescos e inadecuados, aunque algunos son tan inteligentes que logran mantener en público una actitud respetable. Si se los observara cuando están desprevenidos, creo que su vergüenza sería evidente, y todo aquel que con audacia se atreviera a contradecirlos sería objeto de su ira. Creen, sin embargo, que todo lo que hacen lo hacen por Dios y en servicio a la verdad. Pero estoy convencido de que si Dios no interviene con un milagro para que renuncien a su engañosa locura, su “estilo de amar a Dios” los conduciría derecho  a las garras del diablo rematadamente locos. No digo que todo el que esté bajo la influencia del diablo se vea afligido con todos estos achaques, aunque no lo considero imposible. Pero todos sus discípulos se hallan corrompidos por alguno de ellos o por otros semejantes, como explicaré ahora, si Dios quiere.

Hay algunos cargados con toda suerte de excentricidades y amaneramientos refinados, que cuando escuchan adoptan una forma recatada de retorcer la cabeza hacia arriba y hacia un lado, quedando boquiabiertos. ¡Diríase que tratan de escuchar con la boca en lugar de hacerlo con los oídos! Algunos, cuando hablan, apuntan con los dedos hacia sus propias manos o al pecho o hacia aquellos a los que están sermoneando. Otros no pueden estar sentados, ni de pie, ni acostados sin mover los pies o gesticular con las manos. Algunos reman con los brazos como si trataran de atravesar a nado una gran extensión de agua. Otros, finalmente, están siempre haciendo muecas o riéndose sin motivo a cada momento como chicos atolondrados o payasos absurdos sin educación. Cuánto mejor es una postura modesta, un porte tranquilo y compuesto, un candor alegre.

Con esto no pretendo dar a entender que estos amaneramientos sean un gran pecado en sí mismos o que todos aquellos que los emplean sean necesariamente grandes pecadores. Pero es mi opinión que si estas afectaciones dominan a una persona hasta el punto de tenerla esclavizada, son prueba de orgullo, de sofistería, exhibicionismo y curiosidad. Por lo menos, demuestran el corazón veleidoso y la inquieta imaginación de una persona que carece tristemente de un espíritu verdaderamente contemplativo. Si hablo de ellos es únicamente con el fin de que el contemplativo pueda preservar la autenticidad de su propia actividad evitándolos.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+