QUINCUAGESIMOPRIMERA ENTREGA
51 / Que los hombres han de procurar no interpretar literalmente lo que se dice en sentido espiritual, en particular el “dentro” y “arriba”
Fija, pues, humildemente tu ciego impulso de amor en tu corazón. No hablo de tu corazón físico, por supuesto, sino de tu corazón espiritual, de tu voluntad. Procura no tomar las coas espirituales de que te hablo en sentido literal. Créeme, la vanidad humana de los que tienen una mente rápida e imaginativa puede llevarles a grandes errores al obrar así.
Consideremos, por ejemplo, lo que te dije sobre el ocultar tu deseo ante Dios lo mejor que puedas. Si te hubiera dicho que le mostraras tu deseo, lo hubieras tomado quizá más al pie de la letra que ahora, cuando te digo que lo ocultes. Pues ahora te das cuenta de que ocultar algo intencionalmente es introducirlo en lo hondo de tu espíritu. Sigo creyendo que se necesita una gran cautela al interpretar las palabras empleadas en un sentido espiritual para no distorsionarlas por un significado literal. Has de cuidar, en particular, las palabras “dentro” y “arriba”, por el gran error y decepción que puede producir en la vida de los que se han propuesto ser contemplativos, la distorsión del significado que está detrás de estos vocablos. Puedo confirmar esto con mi propia experiencia y con la de otros. Pienso que te sería muy útil saber algo de estos engaños.
Un joven discípulo de la escuela de Dios, que acaba de abandonar el mundo, cree que por el hecho de haberse entregado a la oración y a la penitencia durante algún tiempo y bajo la dirección de su padre espiritual, ya está preparado para iniciar la contemplación. Ha oído hablar o ha leído sobre ella en el sentido de que “el hombre debe recoger todas sus facultades en sí mismo” o que “debe saltar por encima de sí mismo”. No ben ha oído esto cuando, arrastrado por su ignorancia de la vida interior, por la sensualidad y la curiosidad, distorsiona su significado. Siente dentro de sí mismo una curiosidad natural por lo oculto y misterioso, y supone que la gracia le llama a la contemplación. Se aferra tan testarudamente a esta convicción, que si su padre espiritual no está de acuerdo con él, se pone muy triste. Entonces comienza a pensar y a decir a otros, tan ignorantes como él, que no le entienden. Se aleja y movido por la audacia y la presunción, deja la oración humilde y la disciplina espiritual demasiado pronto, para comenzar (así lo supone él) la obra de la contemplación. Si de verdad persiste en ella, su obra ni es divina ni es humana, sino, para decirlo llanamente, algo no natural, instigado y dirigido por el demonio. Es una senda directa a la muerte del cuerpo y el alma, pues es una aberración que lleva a la locura. Pero él no se da cuenta de esto, y pensando insensatamente que puede poseer a Dios con su entendimiento, fuerza su mente a concentrarse en nada más que Dios.
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