CUADRAGESIMOCTAVA ENTREGA
48 / Que Dios desea ser servido por el hombre en cuerpo y alma; que él glorificará a ambos; y cómo distinguir entre goces espirituales buenos y malos
Mi intención en todo no es ciertamente disuadirte de que ores en voz alta cuando el Espíritu Santo te inspire hacerlo así. Y si el gozo de tu espíritu inunda tus sentidos de manera que comienzas a hablar de Dios como hablarías de un hombre cualquiera, diciendo cosas como “Jesús”, “dulce Jesús”, y otras parecidas, no necesitas apagar tu espíritu. Dios no permita que me entiendas mal en esta materia. Pues ciertamente no quiero apartarte de expresiones externas de amor. Dios me libre de querer separar cuerpo y espíritu, pues fue Él mismo quien los hizo una unidad. En efecto, debemos honrar a Dios con toda la persona, cuerpo y espíritu juntos. Y en la eternidad Él glorificará perfectamente toda nuestra persona, cuerpo y espíritu. Como primicia de su eterna gloria, Dios puede inflamar a veces los sentidos de sus fieles amigos con indecible delicia y consuelo, incluso aquí mismo, en esta vida. Y no solamente una o dos veces, sino quizá con mucha frecuencia, según juzgue más conveniente. Este goce, sin embargo, no se origina fuera de la persona entrando a través de las fuerzas de los sentidos, sino que brota de una abundancia de alegría espiritual y de verdadera devoción del espíritu. Consolación y gozo como este no ha de ser nunca puesto en duda o temido. En una palabra, creo que todo el que lo experimenta no podrá ya dudar de su autenticidad.
Pero te prevengo para que seas cauto ante otros consuelos, sonidos, alegrías o goces provenientes de fuentes externas que no puedes identificar, ya que pueden ser buenos o malos, obra de un ángel bueno o del espíritu maligno. Pero si evitas vanas especulaciones y tensiones físicas y emocionales no naturales en los caminos del que yo te he enseñado (o en caminos mejores que tú puedas descubrir), importa poco que sean consuelos buenos o malos, pues no pueden hacerte mal. ¿Por qué está tu seguridad tan avanzada? Sin duda, porque la fuente de la auténtica consolación es el deseo reverente y amoroso que habita en un corazón puro. Esta es la obra del Dios todopoderoso labrada sin recurso de técnicas y por lo mismo libre de la fantasía y del error que llevan a caer a un hombre en esta vida.
Por lo que refiere a otros consuelos, sonidos y goces, no entraré en los criterios para discernir si son buenos o malos ahora, pues no creo que sea necesario. Han sido tratados en toda su extensión en la obra de otro hombre que es muy superior a cuanto yo pudiera escribir o decir. Allí puedes encontrar cuanto he dicho y cuanto tú necesitas saber, y mucho mejor tratado. Pero ¿qué importa eso? De todos modos yo proseguiré, pues no me molesta contestar el deseo de tu corazón que busca la comprensión de la vida interior. Este deseo me lo manifestaste antes a mí con palabras y ahora lo veo claramente en tus acciones.
Diré una cosa relativa a estos sonidos y goces que percibes a través de las facultades naturales y que pueden o no ser malas. Aprende a estar continuamente ocupado en el ansia ciega reverente y gozosa del amor contemplativo como te he enseñado. Si haces esto, estoy cierto que este amor mismo te permitirá discernir sin error entre el bien y el mal. Es posible que estas experiencias puedan cogerte desprevenido al principio por ser tan poco comunes. Pero el ciego impulso del amor afirmará tu corazón y no les dará crédito hasta que recibas su aprobación desde dentro, por el Espíritu Santo, o desde fuera por la orientación de un prudente padre espiritual.
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