martes

ENCUENTRO CON LA SOMBRA (El poder del lado oscuro de la naturaleza humana)


CUADRAGESIMOTERCERA ENTREGA

TERCERA PARTE: (10) LA SOMBRA PARTIDA POR LOS HERMANOS (4)   


Christine Dowing

Jung consideraba que la tarea fundamental del hombre de mediana edad consiste en aprender a reestablecer el contacto con la figura del hermano. Pero el fracaso de esta empresa aparentemente imposible activa una especie de regresión a la infancia. Sin embargo, dado que los medios que funcionaban entonces ya no están disponibles, la regresión prosigue más allá de la temprana infancia y se adentra en los dominios de nuestro legado ancestral. Entonces se reestimulan las imágenes mitológicas -los arquetipos- y se revela un mundo espiritual interno completamente insospechado hasta ese momento. La confrontación con la sombra arquetípica constituye pues una experiencia primordial de no-ego que nos obliga a enfrentarnos a ese oponente interno que nos sirve de guía en el proceso de aproximación al inconsciente.

Pero la reflexión de Jung sobre el significado interno de la relación fraterna no se inspiró en los hermanos antagónicos sino en el mito griego de los Dióscuros, los gemelos -uno mortal y el otro inmortal- tan estrechamente ligados entre sí que ni siquiera la muerte pudo separarlos. En su ensayo sobre el arquetipo del renacimiento Jung escribe:

Nosotros mismos somos los Dióscuros, uno mortal y otro inmortal. Sin embargo, aunque siempre permanezcamos unidos jamás podemos llegar a ser uno… Preferimos ser “yo” y nada más que eso. Por ello debemos enfrentarnos a ese amigo o enemigo interno y el hecho de que sea amigo o enemigo depende exclusivamente de nuestra propia actitud.

En la representación mitológica de la relación entre hombres Jung ve un reflejo de la relación con ese amigo interior del alma en el que la naturaleza querría convertirnos, esa otra persona que también somos y que, no obstante, nunca llegamos a ser, esa personalidad mayor y más amplia que madura en nuestro interior, el Yo. (2)

El concepto junguiano del hermano interior del mismo sexo -que puede ser tanto positivo como negativo- que es la sombra o el Yo, tiene mucho en común con la figura que Otto Rank denominó el “Doble”. En su temprano estudio El Mito del Nacimiento del Héroe y en su voluminoso tratado posterior sobre el tema del incesto, Rank investigó la recurrencia literaria y mitológica del símbolo del hermano hostil. Con mucha frecuencia los dos hermanos son gemelos y, muy a menudo, uno de ellos debe morir para garantizar la vida del otro. En sus últimos escritos Rank subsume el tema de los hermanos bajo la figura del Doble y aquel adquiere el carácter de una figura primordialmente interna, una especie de alter ego. El Doble puede representar tanto a nuestro Yo inmortal y, por consiguiente, puede ser temido como una imagen de nuestra mortalidad o considerado como un símbolo de nuestra propia eternidad. De este modo, el Doble puede ser tanto la Muerte como el Alma inmortal, puede despertar nuestro temor o inspirar nuestro amor y sacar a la luz el “eterno conflicto” existente entre nuestra “necesidad de parecernos a alguien y nuestro deseo de ser diferentes”. El Doble responde, pues, a la necesidad de disponer de un espejo, una sombra y un reflejo. Parece tener una vida independiente pero está tan íntimamente ligado al ser vital del héroe que si este intenta separarse por completo de él acontecen todo tipo de desdichas.

Rank nos recuerda que los primitivos “consideran que la sombra es un misterioso doble, un ser espiritual aunque, al mismo tiempo, real”, un doble hecho de sombras que sobrevive a la muerte -al que los antiguos griegos denominaban psique- y que se manifiesta en los sueños cuando se adormece la conciencia. Para Rank la relación con un hermano del mismo sexo, con un doble, es equiparable a la relación que sostenemos con nuestro propio Yo inconciente, con nuestra psique, con la muerte y con la inmortalidad, una relación que expresa nuestra profundo deseo de muerte del ego, nuestro anhelo de abandonarnos a algo superior al ego y de fundirnos con el Yo trascendente. La imagen del amor fraterno representa pues nuestro impulso de ir “más allá de la psicología”.

La primera fase de la vida psíquica tiene que ver con la diferenciación y suele manifestarse como hostilidad pero la segunda, en cambio, tiene que ver con la entrega y el amor. Pero Rank advierte de los peligros de interpretar esto de manera demasiado literal y externo porque no existe ningún ser humano concreto, ni siquiera la esposa o el hermano, que pueda desempeñar el papel de nuestro propio alter ego. “Este anhelo de algo superior… se origina en la necesidad individual de expandirnos más allá de los dominios de nuestro Yo… algún tipo de ‘más allá’… al que entregarnos”. Pero no existe nada que “pueda sobrellevar el peso de esta expansión”. Resultar extraordinariamente difícil comprender que “existe una diferencia entre nuestras necesidades espirituales y nuestras necesidades humanas y que la satisfacción o cumplimiento de cada una de ellas debe lograrse en esferas diferentes”. La falsa personalización de la necesidad de ser amado aboca irremisiblemente a la desesperación y al sentimiento de inferioridad. Rank subraya que la imagen del Doble complementario es un símbolo que ningún ser humano puede encarnar por nosotros; necesitamos comprender su religiosidad, verlo como una encarnación de nuestra ambivalente necesidad de diferenciación y semejanza, individualidad y conexión, vida natural e inmortalidad. De esta manera, su reflexión sobre el tema de los hermanos le conduce “más allá de la psicología”. (3)

En ocasiones el concepto junguiano de sombra es igualmente profundo; en otras, sin embargo, Jung escribe desde el punto de vista del ego y considera a la sombra como una figura negativa, como un simple agregado de los aspectos devaluados y negados de nuestra propia biografía personal que deben ser reintegrados antes de poder asumir el compromiso real de acometer el trabajo de individuación que nos obliga a enfrentarnos a los arquetipos del sexo opuesto. Según Jung, el último estadio del viaje hacia la plenitud psicológica presupone nuevamente la aparición de un arquetipo que aparece como una figura de nuestro mismo sexo, el Yo. Desde esta perspectiva lineal de las dos figuras internas del mismo sexo, la sombra y el Yo, corresponden a dos momentos muy distintos de proceso, el comienzo y el final. Sin embargo, la relación existente entre la sombra y el Yo no siempre resulta tan evidente y si nos limitamos a considerar que las figuras internas del mismo sexo constituyen una representación del arquetipo del hermano se nos aparecerá como una figura notablemente ambivalente y numinosa.


Notas

(2) C. G. Jung, “Concerning Rebirth”, Collected Works, vol. 9, 1, p. 131.
(3) Otto Rank, The Double (Chael Hill: university of North Carolina Press, 19721); Beyond Psychology (Nueva York, Dover, 1941).

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