Por Sonia Brandymer
V / Sobre los libros de artista y las joyas
| |
En esta exposición retrospectiva en el Espacio Pedro Figari, con motivo de su premiación, vemos una cantidad muy importante de libros de artista, como este que vemos acá “Escritura y cerámica”. Me gustaría que explique qué es un libro de artista.
Es un libro. La diferencia radica en que es un libro que casi no tiene palabras, tiene otras cosas. La otra diferencia es que el que lo hace, el creador, hace uno o dos ejemplares, siempre distintos.
El libro “Cerámica, escritura; cerámica, escritura”. ¿Tiene el título algún significado?
Lo que usted acaba de leer tiene el significado. Lo que pasa es que usted leyó y no vio lo que había acá -señalando una línea entre ambas palabras, “cerámica” y “escritura”- …están con una línea… acá. ¿Esto qué es? Es un quebrado que tiene dos partes, ¿no? Se escribe sobre cerámica. El libro es de cerámica. Acá hago jugar la transparencia que tiene este papel. Esto responde a una idea mía que está emparentada con las palabras y las cosas. ¿Qué es lo que vemos? No vemos totalmente lo que está ahí; algo vemos, pero si nos preguntan ¿qué es lo que vio?, puedo decir solamente algunas cosas muy generales.
Un poco como en la “Alegoría de la Caverna” de Platón, lo que vemos son las sombras y no las cosas.
No, no pensé en Platón con eso. Lo que vemos, pensamos y decimos con palabras... es con distancia entre "el ver", "el pensar" y "el hablar". Cuando hablamos no podemos decir todo lo que pensamos. El pensamiento es gigantesco, está en constante movimiento; pensamos cosas atroces de repente: ¡Te voy a matar! y todas esas cosas... Lo pensamos, no lo decimos, a veces sí. Esas tres cosas son muy importantes, por eso puse "N.B", "Nota Bene" en latín: Observa Bien. La gente no observa bien, mira al pasar y cuando mira dice ¿esto qué es? Claro, no está acostumbrada a cosas de arte. Ese es el problema, el problema radical es ese.
¿Está cifrado el arte?
No, no, no. Vemos algunas cosas y otras no, ese es el asunto. Difícilmente entiendan estos signos y rayas, y estas figuras enigmáticas. Es un lenguaje que no conocemos, si es que es un lenguaje. La gente dice muy rápidamente que el arte es un lenguaje. El arte plástico, la pintura, el dibujo, yo no sé si son un lenguaje. Me he puesto a pensar, pero es muy complicado... El lenguaje está hecho con palabras, una pintura no está hecha con palabras, está hecha con figuras coloreadas. Además, una pintura no es fonética: estas cositas que salen de mis labios son palabras. Las palabras nacen de los labios, son como flores de los labios. Es difícil establecer los límites entre las cosas. No se puede, es muy difícil. Acá termina este libro, lo hice en 1986, en Montevideo.
La gente toma el libro y lo mira demasiado rápido. Habría que hacerlo con otro ritmo, ¿no? Por ejemplo, al hablar, hay que hacerlo despacio, tratando de modular bien, ser escueto en palabras; no por sobreabundar uno explícita las cosas. Prefiero a Juan Rulfo escribiendo y no a García Márquez. Juan Rulfo con un librito pequeño, dice cosas fantásticas, porque sugiere. García Márquez, crea todas las cosas con la abundancia de palabras; claro, crea una cosa distinta. A mí personalmente, no me gustan las cosas cargadas. Pero en fin, en el arte es cuestión de poner y también de sacar.
|
¿Qué lo llevó a crear joyas?
Aprendí a trabajar con plata con un médico psiquiatra del cual era muy amigo y me invitó a trabajar con cerámica en su casa: se llamaba Jorge Galeano Muñoz. Galeano tenía un amigo que era joyero de profesión, y él nos enseño a hacer las cosas básicas: a fundir el metal, a empezar a trabajarlo para hacer lingotes y alambres. Con los lingotes se hacen planchas de metal, y con esas dos cosas -láminas de metal, de plata y alambre- uno empieza hacer las joyas; y en ese momento me fecundó esa enseñanza de Galeano, y me sirvió como otro "Arte del Fuego". Esta joyita es muy complicada de hacer, me costó mucho trabajo. Estos trocitos negros son de ébano y los otros son de las valvas de los moluscos. Los alambres son de plata. Posteriormente, le pedí a Nazar Kazanchian que me hiciera unos tapices. Y me hizo este tapiz que puse atrás. Hice también este collar con bolitas... Estas bolitas están hechas con mitades. Había que soldarlas con un soplete, y el peligro está en que si uno calienta mucho una cosa cerrada, explota. Entonces había que calentar con el soplete hasta que se soldaran y no seguir, si no explotan, o se funde la plata.
¿Qué recepción tuvieron esas joyas en la gente?
Ninguna. Las mujeres que miraban decían que les gustaban, pero no las compraban. Entonces decidí hacer otra cosa: regalar las joyas a quien yo quería Las mujeres son muy conservadoras en cuanto a las joyas. Se ponen la cadenita comprada, hecha por una máquina.
¿Qué problema hay con el arte y el mercado del arte?
En el siglo XX pasa una cosa rara, que es la autonomía del arte. ¿Dónde estaba antes? En la corte de los príncipes y de los reyes que se dieron cuenta que eran muy importantes además de los tipos que hacían las experiencias pre-científicas, hacían experimentos, la alquimia. En el siglo XX el arte es autónomo, no está en la corte, ¿dónde está? Está como está, dependiendo de si a la gente le guste o no; está en el mercado.
VI / Los encuentros con otros artistas
¿Ha tenido en su vida artística relación con otros artistas?
Sí, eso es otra cosa que tenía apuntada, gente que conocí y fueron amigos. Por ejemplo. Espínola. Era un tipo enorme, que reflexionaba. La macana es que no tenía formación universitaria, y llegaba a conclusiones como "inventar el paraguas"... cosas que yo ya sabía. Muy buen tipo y buena pintura. Sus pinturas están en los museos. Barcala era la coritracara, un tipo parco, casi no hablaba. Y se juntaba con Espínola en el Tupí Nambá en la calle Colonia. Ahí si hablaba, yo lo veía ahí. Después Barcala se dio cuenta que acá no tenía nada que hacer porque la gente no le prestaba atención a lo que hacía y se fue a España, y lo recibieron con los brazos abiertos. Le fue muy bien, yo estuve con la esposa una vez y me dijo: "Gracias a Dios,... me dice, que vivimos con lo que pinta Washington. Es un milagro". La gente le compraba las obras. Recuerdo que acá, en Uruguay, una vez lo colgaron en un Salón Nacional en un costadito, contra una columna; no se puede hacer eso.
A Cúneo, por ejemplo, lo traté muy poco pero lo conocí. Era un hombre muy amable, maravilloso realmente, gran viajero, bueno... murió en Alemania. Muy gentil. Sus lunas son magníficas. Esos cuadros pueden estar en el Louvre sin ningún problema.
Trabajé en una galería de arte, como asesor. "Montevideo" se llamaba. Quedaba en Pocitos, en la calle Pedro Berro, y la dirigía Aníbal Quesada. Que había trabajado antes con Argul, que tuvo una galería en la calle Colonia. Quesada era el que compraba los cuadros; yo, como asesor, y un chico hacía el montaje. Una galería chiquita, muy linda... y ahí había buena pintura, no había macanas. Y se vendía bien, alguna gente compraba. Había muchos cuadros. Había de Cúneo por ejemplo, había muchos y de otros anteriores a Cúneo.
Nerses Ounanian era un hombre muy habilidoso, trabajaba de zapatero y después hacía escultura. Tuvo premios relevantes, hizo un viaje a Europa. El hermano dijo: A mi hermano le creció el pie uno o dos números de tanto caminar por Europa. Estuvo en Grecia. Caminó por todos lados. Un día fue al taller de López Lomba, ¡este Nerses! Le dieron barro preparado para modelar y empezó a hacer arcilla, magnífico: hizo pequeñas esculturas, todas buenísimas.
También estaba el pintor Américo Spósito en París cuando yo estaba entre 1967 y 1970. Se sentaba en una mesa y empezaba a pensar o a escribir. A mí me gustó mucho cómo hablaba, y por eso lo buscaba, iba a verlo y a conversar.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario