martes

SUPLEMENTO DEL TALLER LITERARIO DE LIVERPOOL F.C. (20)


FEDERICO RODRIGO

EL DUELO


Mi pasión es un duelo de esgrima con cada palabra. Vivirlo me deja satisfecho y sudado. Traslúcido y melancólico.

La última gota de otro pedacito de mi alma cayó en el texto: un punto se la llevó. El papel se quedó lo que sueña ser mi arte arte y mi cuerpo solo el dolor frío del sentir cumplido.

Pero en seguida aparece un nuevo goteo: es el eterno palpitar de mi alma hiperactiva.

                                           

ANNA RHOGIO


DRUMDUM, DE IRLANDA


CAPÍTULO I

Maruqueta está loca.
No tiene a nadie y nadie la tiene a ella.
Apareció un día y se quedó.
Vive como los pájaros, cambiando de nidos cuando se le caen.
Anda por la plaza y la gente le da de comer.
De noche se acurruca en cualquier rincón y el guardián la deja dormir.
Serrana y Joaquín intentaron comunicarse con ella pero nunca les contestó. Los miró con ojos tristemente ambarinos y se fue.
En otros sitios, al acercarse tiernamente a los niños, las madres los llamaban: su estrafalaria presencia causaba miedo. Esto la aisló más del resto del mundo.
-Tenemos que hacer algo por Maruqueta, Serrana.
-Ya te conté que tengo un plan a medio pensar, Joaco, pero no sé cómo llevarlo a cabo.
-Escribí unos cuantos papelitos que anuncien: “Gurises, vengan al arroyo después de la escuela. Tendremos una importante reunión “. Repartilos a la hora del recreo.
Así, cada uno marcha a la cita con la recomendación de su mamá, zumbándole en los oídos:
-Portate bien…
Elaboran una idea inteligente y quedan comprometidos para encontrarse la tarde siguiente y ponerla en práctica.
Las hermanas de Serrana llevan lo necesario y trabajan pintando desparejas letras de colores en grandes carteles que clavan en palos sin lijar y al terminar, más de uno tiene que sacarse las astillas que les pinchan dolorosamente los dedos.
El sábado quedan listos.
Muchas personas se reúnen al atardecer en la plaza. Los mayores conversan sentados en los bancos y los chiquilines corretean sin pisar los canteros, saboreando rojos helados y chupetines de frutillas. Desde una esquina, aparecen Joaquín, Serrana y sus amigos en cómica procesión de caras pintarrajeadas, y vinchas en las cabezas asemejándose a murguistas enanos que se disfrazaron con lo primero que encontraron. Maruqueta va al frente de la fila y como también se olvidó de leer, lo que sucede a su alrededor, es un juego.
Para los chicos es cosa muy seria pero se divierten como locos.
Llevan los letreros en alto, sonando pitos y matracas, inventando mucho ruido para atraer la atención y las abuelas, que por coquetas dejaron los lentes en casa, no pueden leer lo que dicen..

Uno de los carteles, anuncia con llameantes letras punzó:
¡SALVEN A LOS MURCIÉLAGOS, A LAS MARIPOSAS NOCTURNAS Y DE LAS OTRAS!

El pintado de azul, chorreando aun gotas de cielo:
¡LOS NIÑOS NO DEBEN ROMPER LOS NIDOS DE LOS PÁJAROS!

Los trazos amarillos con restos de sol, obligan:
¡CUIDAR A TODOS LOS SERES VIVOS Y NO ARRANCAR LAS FLORES DE PLAZAS Y JARDINES, NI PARA  REGALARLAS  A LA NOVIA O A LA MAMÁ!

Y el de Maruqueta comunica:
¡NECESITO UNA PEQUEÑA HABITACIÓN DONDE VIVIR!
Pero la pobre no lo sabe.

En la nochecita, todos vuelven al arroyo a festejar el éxito con un recreo de zambullidas. Ya es casi verano y tienen la seguridad que serán oídos por los buenos vecinos de ese pueblo tan apartado de la ciudad.
Maruqueta no sufrirá más frío en invierno y hasta a lo mejor, se acordará de hablar.

Ya es muy tarde.
Los amigos decidieron esperar juntos el sol del primer día del año y encendieron fogatas en la playa. Para no turbar los mil sonidos nocturnos que vienen del monte, conversan en voz muy baja narrando historias de fantasmas y luces malas. Como a todos los niños, les gusta asustarse adrede y el escenario no puede ser más propicio.
Sentados alrededor del fuego, con las caras coloradas, sienten que el miedo los cerca. Es que a dos pasos de la lumbre bienhechora, reinan las tinieblas.
Chista una lechuza y se les eriza la piel.
-¡Ave María Purísima!-exclama uno espantando el mal.
Otra contesta:
-¡Sin pecado concebida!
El chucho les camina por las espaldas y se cubren con los abrigos aunque hace calor.
Tras la última palabra del último cuento, Joaquín pone fin a la tontería:
-Pues sí…  cambiando de tema…  La fiesta de fin de año fue buenísima en mi casa. Resulta que a los nenes más grandes, nos elevaron a la categoría de vaso…
El compañero de banco lo interrumpe:
-¿Qué decís? ¿Estás loco o te agarró el sueño de golpe a vos?
-Acá viene la explicación: como somos muchos cuando nos juntamos, a los botijas nos sientan en una mesa aparte para que no molestemos a los mayores con peleas y payasadas, nos dan los refrescos en esos espantosos jarritos de plástico y así no rompemos los vasos lindos de mi mamá. Pero anoche, a los que cumplimos más de diez, nos sentaron en la mesa de los grandes, y nos dieron vasos de verdad y esa es la categoría de vaso. ¿Entendiste, pajarito?
-Más pajarito serás vos…
Hay un resplandor difuso que troquela en azul las siluetas del ramaje. Ven caer una estrella y piden con los párpados apretadamente cerrados, tres deseos.
Al mirar hacia el este, el espacio va incendiándose con los primeros rayos y dos gaviotines madrugadores, meciéndose en el aire lila, bailan una danza en honor de la luz. Sus giros acompasados, se reflejan en la superficie del agua, oscuramente lisa aún y sus alas rumorean el canto de las plumas bordadas de oro.
-¡Acá lo tenemos!
-¡El sol del Año Nuevo!
-¡Grande y anaranjado!
Serrana mira silenciosa hacia el levante  y no recuerda nada más hermoso. Gira la cabeza al occidente, la luna enormemente argenta, desaparece lenta, entre los rubores del sol y el cielo azul turquí.
Joaquín la saca de su asombro con un codazo:
-¿Y? ¿Qué te parece?
Ella responde enojada:
-¡Juaco!
-¿Qué opinás?
-Que hoy será un día precioso.
-¿No vas a decir nada del nuevo sol?
-¡Cómo nuevo! ¿No sabés que tiene trillones y requete trillones de millones de miles de siglos?
-¿Y a mí que me importa? ¡Es nuevo porque también es nuevo el año que empezó! ¡Opiná, che!
-¡Andá, andá! ¡Salí de acá, categoría de vaso!  Opino, sí. Opino que me voy a dormir que para luego, es tarde.



ARIEL AZOR


MALDITA NAVIDAD

-¡Feliz navidad, mi negrito! -dijo apareciendo por la puerta del dormitorio vestida con un ajustado y seductor trajecito rojo de Papá Noel.

-¿Y eso? ¿Adónde compraste eso? -pregunté sorprendido mientras ella prendía la radio y subía el volumen.

-¡En el barrio de los judíos mi amorcito! ¡Vas a ver el regalito que tengo para vos!- respondió empezando su baile a los pies de las cama

-Pero vos estás loca. ¿Cuánto te costo eso?

-¡Qué importa papito! ¡Ya vas a ver!

-¡Pero escuchame, no tenemos una mierda para comer ni tomar y vos andás gastando plata en eso!

El sombrerito rojo con pompones blancos da vueltas en su mano al ritmo de la música y luego cae violentamente sobre mi cara.

-¡Pero la puta, me pegaste en un ojo, dejá eso, negra, dejá, por favor!

-¡No te asustes, mi viejito, no te asustes que te voy a dar el regalito de navidad, mirá, mirá lo que te trajo Papá Noel!

Sus gritos pretendían ser más fuertes que la cumbia de mierda que salía de la maldita radio. Sus manos volaban mientras se subía la pollerita y dejando al descubierto sus piernas flacas. Su cuerpo parecía el de un atleta de circo dando vueltas y recorriendo la pieza para mostrarme la tanguita con la cara del viejo barbudo dibujado adelante, y el compás de los movimientos de su entrepierna hacían que la figura barbuda se riera de mí. Subió el volumen de la radio al máximo acelerando sus movimientos y comenzó a desprenderse la chaqueta y sus senos empezaron a caer. No podía dejar de mirarla, sin salir de mi asombro, mientras aquel maldito viejo barbudo y por momentos arrugado no quita sus ojos de mí, agrandando su sonrisa.

-Pero escúchame negra, estás loca o qué, dejé eso, bajé esa música de mierda, sabés que odio la cumbia. Te dije que no tomaras esa sidra barata que te iba a hacer mal. ¿Me escuchás?

El volumen de la radio y su entusiasmo no dejan que escuche nada de lo que le estoy diciendo. Tampoco parece importarle nada más que su planeada y pensada actuación. Nada la iba a detener.

La chaqueta voló hacia mí como si fuera una pedrada.

-¡Escuchame!- le grité lo más fuerte que pude. -¡Eh, escuchá, vos sabés muy bien que yo no soy religioso como vos, que yo no creo en eso de Papá Noel y todas esas cosas, veni a acostarte y quedate quieta!

A esta altura estaba yo sentado al borde de la cama, pensando cómo escapar de esta locura. Agarré las llaves y salí del dormitorio cerrando la puerta atrás mío para darme tiempo. Abrí la puerta del frente y salí. Ella salió semidesnuda atrás mío, bailando y riendo. Afuera los niños del barrio se muestran y prestan sus nuevos juguetes.

-¡Mirá, mirá, es Papá Noel, pero es una mujer! -dijo uno

-¡Si y está medio desnudo! -comentó otro riendo.

-¡Júa y está bien bueno! -gritó el más grande.

-¿Qué decís mocoso atrevido, que te metés con mi mujer? -le grité desesperado por la situación. -No ves que es la flaca, mi compañera, estás de vivo o qué, que Papá Noel ni qué mierda, sólo ustedes creen en esas pelotudeces.

El padre, más borracho que la figura de Papá Noel en la tanga de la flaca, salió a defenderlo. Su cara de malo y rabia se transformó en asombro cuando la vio bailando y a los niños alrededor de ella aplaudiendo y acompañando al compás de sus movimientos. “He tomado demasiado” dijo y luego se rio señalándolos. Los niños la incentivan, “otra vuelta rápida” “ay el Papá Noel ese” le gritan señalando la foto en la tanga sin dejar que alguna mano se escape y la toque.

-¿Pero esa no es tu compañera? -me dice el padre. -¿Ustedes se drogan o qué?, son unos atrevidos, unos borrachos, mirá, mirá cómo están los niños, todos alborotados, ¿Cómo vas a hacer eso en la calle donde los niños están jugando?

-Pero yo no fui, es ella, no sé qué locura le entró.

Me tiró un par de piñas pero su estado no lo dejó acertar. Me cansé, grite lo más fuerte que pude y me metí para adentro cerrando con llave, apagué la radio. La flaca calle abajo se va bailando otras canciones.

La navidad pasó. Ya van 46 y tres que mirando por Andalucía calle abajo espero verla volver con su trajecito de Papá Noel bailando.


JOSÉ LUIS MACHADO


7 HAIKUS



1

Es noche buena:
La puta pinta sus labios
Que hermosos son.


2

Desparramados
Hallaste mis pedazos
Y armaste un alma


3

No es el banco
Ni la flor, ni la plaza
Es la espera.


4

Llevo muy poco
Me dirijo a la luz
Hora de amar.


5

Cae la lluvia
Una mujer se descalza
De pies a cabeza.


6

Lloran y gimen,
Las cuerdas melodiosas
Del abandono.


7

Aquella tarde
Penetró en mi alma
Pasó a través.

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