TRIGESIMONOVENA ENTREGA
TERCERA PARTE: EL PROBLEMA DE LA SOMBRA: LA DANZA DE LA ENVIDIA, LA IRA Y EL ENGAÑO
INTRODUCCIÓN (2)
En nuestra sociedad existe una razón cultural que justifica este extraño matrimonio entre opuestos ya que el ego ideal del hombre -racional, dominante, calculador y orientado hacia metas- constituye el lado oscuro del ego ideal de la mujer -emocional, sumisa, protectora y orientada hacia procesos. En consecuencia, la mayor parte de las veces nuestra sombra y la persona amada suelen compartir las mismas cualidades.
Según la astróloga y analista junguiana Liz Greene: “Los hombres excesivamente espirituales, educados y moralistas suelen tener una sombra muy primitiva y, por consiguiente, tienden a enamorarse de mujeres muy rudimentarias”. Sin embargo -agrega Greene- cuando tropieza con esas cualidades en personas de su mismo sexo tiende a odiarlas. En consecuencia -añade- “nos enfrentamos a la curiosa paradoja de estar amando y odiando sistemáticamente la misma cosa”.
A medida que crece nuestro desarrollo económico y social los estereotipos masculino y femenino parecen estar perdiendo rápidamente su vigencia, aunque lo inconsciente, sin embargo, todavía sigue ejerciendo una gran influencia en el mundo externo. El desarrollo desequilibrado de un miembro de la pareja puede servir tanto para proyectar como para tomar conciencia de nuestros opuestos e, integrándolos, llevar a cabo la tarea de completarnos a nosotros mismos.
Eso también la reacción de disgusto que podemos experimentar en un estado más avanzado de la relación cuando descubrimos actos desposeídos de nuestro Yo en la persona amada y tratamos de defendernos de aquellos impulsos propios que parecen provenir del otro. Este descubrimiento desemboca, por lo general, en el odio, los celos y el desengaño Sin el trabajo con la sombra la tensión puede terminar conduciendo a una dolorosa separación pero con su ayuda el malestar inicial puede aumentar y profundizar la conciencia que tenemos de nosotros mismos. James Baldwin expresaba más poéticamente este punto diciendo:
Sólo podemos ver en los demás
aquello que hemos visto en nosotros mismos.
Pero cualquier argumento puede ser extrapolado y caer entonces en la simplificación. Hay quienes afirman que todo es proyección y que basta con ocuparnos en trabajar con la sombra y asumir nuestros propios sentimientos negativos. La violación, el asesinato y el genocidio, por ejemplo, justifican nuestra rabia y las acciones sociales a que pueden dar lugar. El trabajo con la sombra en nuestras relaciones personales no pretende pues anular los inevitables pensamientos y sentimientos negativos que puedan surgir sino más bien diferenciar entre lo que realmente es una proyección -es decir, lo que es una creación nuestra y, por consiguiente, podemos curar- y lo que pertenece a los demás y puede suscitar, por tanto, una legítima respuesta de rechazo.
En esta parte nos ocuparemos de los problemas que suscita la sombra en las relaciones adultas. En un extracto de su libro Psyche’s Sisters, Christine Downing, profesora de religión y escritora junguiana, investiga los arquetipos de la hermana y el hermano que la psicología -centrada, por lo general, en la relación paternofilial y el amor romántico- suele dejar de lado.
A continuación Maggie Scarf nos presenta, en “Descubriendo Nuestra Sombra en la Relación Conyugal” -un extracto de su best seller Intimate Partners- un análisis de las relaciones que sostenemos con las personas del sexo opuesto. En su artículo Maggie Scarf describe las relaciones que mantienen los miembros de una pareja que ha caído en la trampa de la identificación proyectiva en la que cada uno manifiesta los aspectos desposeídos del Yo del otro. Scarf explora la atracción inicial hasta los rasgos novedosos y poco familiares que termina convirtiéndose en aversión y provocando la crisis de muchos matrimonios.
Cualquier relación íntima puede constituir un excelente ámbito para nuestro trabajo con la sombra y hacer que el fuego del amor alumbre los lugares más recónditos, arroje luz en la oscuridad y nos permita, al fin, penetrar en nuestro propio Yo interno.
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