sábado

(REINVENCIÓN DE UN ROMANCE JUVENIL DE JUAN CARLOS ONETTI) - NIÑO CON LA ÑATA APOYADA EN EL SEXO DE LA DIOS


HUGO GIOVANETTI VIOLA

FOLLETÍN SABATINO

EPISODIO 11: PERRO

Vermú

El Pibe y Maneco habían quedado en encontrarse con el novio de la muchacha al otro día en el Metro para entregarle un ejemplar de El pozo.

-Te apuesto a que cuando este infeliz se pape la chef d’oeuvre se enferma -apuró un vermú el futuro espadachín mientras saboreaban el esplendor ya compactamente primaveral de la plaza, sentados en la terrasse de pintoresquismo hemingweyano.

-Tiens -se frunció Maggi al distinguir la silueta de Alsina Thevenet en la esquina de El Ateneo. -Con toda seguridad que viene de chusmear en Reuter.

-Aquí mejor que ni se siente.

Y mientras el cronista de cine de Marcha se acomodaba en otra mesa ignorándolos por completo, apareció el novio oficial de María Esther y lo primero que hizo fue pedirles que le disculparan los 15 minutos de demora.

-Voilà la joya -puso aparatosamente El pozo sobre la mesa Maggi enseguida que el muchacho de ojos dorados les aceptó un Cinzano.

-Se los agradezco de todo corazón -sacó otro ejemplar del bolsillo del saco Ariel. -Pero justo anoche lo encontré en la casa de un compañero de clase de la nena y esta mañana lo releí tomando mate tranquilo y lo traje subrayado. No tiene desperdicio.

-Mirá vos -intercambiaron un asombro de colmillos irónicos los incordios y Maneco esgrimió un primer tanteo manso: -Así que masticaste el anzuelo de Linacero.

-Es que esto es verdadero maná. ¿Quién iba a soñar con encontrarse un Dostoiesvki uruguayo en plena segunda guerra y adelantándose al existencialismo? Ahora entiendo la pasión que le está carcomiendo el alma a María Esther, aunque ella ya no quiere saber nada con volverse locóloga.

-En todo caso podríamos titular a esta fábula montevideana Para carcomerte mejor -se le fue la lengua a Flores Mora y Maggi tuvo que frenarlo pisándolo a escondidas.

-Pero fíjense esto -abrió eufóricamente la nouvelle mamarracheada por el falso Picasso el novio de la estudiante de Preparatorios que esa tarde iba a salir a pasear por segunda vez con el novelista neurasténico: -Me hubiera gustado clavar la noche en el papel como a una gran mariposa nocturna. Pero, en cambio, fue ella la que me alzó entre sus aguas como el cuerpo lívido de un muerto y me arrastra, inexorable, entre fríos y vagas espumas, noche abajo. Aquí hay una verdadera interpelación al libre albedrío.

-Perdón -se les acercó con un vermú en la mano Alsina Thevenet. -¿Hay lugar?

Y ahora los enemigos del hombrecito disfrazado de Bogie tuvieron que aguantar que Ariel le arrimara una silla con insolada hospitalidad.


Glicinas


Aquella mañana Felisberto Hernández acababa de pelearse ferozmente con su tercera esposa y terminó invitándose a almorzar a la torre de los Cáceres, donde siempre tenía un cubierto a disposición.

-No hay caso -engulló un Anís del Mono como quien toma agua mineral el hombre de palidez estropajosa. -Amalia no soporta que adore la blancura. Y más cuando fosforece. Pero mire qué lindas que se le enrularon las glicinas, ma Dame.

-Es increíble, pero justo en este momento me estaba acordando de la última estrofa del poema de Susana Soca -parpadeó empañadamente hacia el balcón invadido por las enredaderas la mujer rellena de gracia. -Ciertas voces que nunca fueron mías / y no hablaron palabras de mi canto, / vuelven a mí, ciñen mi cuello / y yo siento de nuevo / la invencible, suave avidez / de las glicinas desaparecidas / sobre los troncos desligados y en reposo. / Yo las miro y las pierdo / en el deslumbramiento de esta precoz tibieza / de súbito escondida / por la niebla que sube el llano liso / de colinas livianas. Ayer recibimos una carta donde dice que cruzar París en bicicleta es la única manera de entender el dolor del otoño.

-Es un secreto a voces que se quedó a contrabandear mensajes entre los maquisards -no pudo sonreír ni siquiera irónicamente el doctor. -Y la barra del Metro la sigue llamando la pituca que se hace retratar por Picasso mientras discuten el último brulote del héroe Sartre, que anda cambiándose saluditos lo más pancho con los centinelas nazis.

-Bueno, hoy por lo menos deben estar distraídos con el escándalo del parque Durandeau. ¿Se enteraron que Onetti anda noviando en público con una colegiala?

-Cómo es eso.

-Ayer estábamos de sobremesa con mi futura ex-esposa en el parador del lago y vimos llegar a la disparejísima pareja arrumaqueando entre los eucaliptos y después dieron unas vueltas en chalana nimbados por una suerte de fascinación que terminó provocándome una pesadilla fosforecente. ¿Quieren escucharla? Ya tengo un apunte que pienso insertar en un cuento inspirado por lo que ustedes llaman el nácar de María.

-Y cuándo escribió eso.

-Apenas me desperté -sacó una hoja manchada de yerba de su cartapacio el hombre adicto a los huevos fritos. -Y cuando se lo leí a Amalia tuve la sensación de ser un perro que se deja arrastrar por las estelas de las diosas sin que le importe otra clase de magia en el cosmos, y que hay divorcio en puerta.


Albedrío


-Usted afirma haber detectado una interpelación al libre albedrío en este talentoso purgante publicado por Juan Carlos Onetti, si yo no estoy muy sordo -le brilló más el odio que la burla a Alsina Thevenet, que venía de insultar al futuro Pater Brausen en Reuter. -Yo de especulaciones teológicas sé menos que de béisbol, pero este análisis de El pozo parece un guión hecho para Cantinflas.

-Y yo no tengo más remedio que adherirme plenamente a la descalificación que acaba de gargajear este meterete -trató de sacarle un jugo divertido el Pibe al incomodísimo entrevero provocado por el affaire que concibieron con Maneco sin más pretensiones que renovarle traviesamente el harén al sensei.

Entonces el aspirante a psicólogo catequizado en la parroquia del Perpetuo Socorro recién pudo medir con qué clase de calaña tontovideana estaba polemizando, pero hizo fondo blanco con el Cinzano y argumentó ofreciendo unos dientes triunfales:

-Es que cuando Linacero elige morirse de cansancio y transformarse en un escritor de sus confesiones la noche se retira derrotada, muchachos.

-Mirá vos -deshizo astutamente la guardia Maneco, con una innata gracia de profundidad que dilapidaría durante décadas entre los cadáveres pavorosos de las antiguas ambiciones y las formas repulsivas de los sueños que se fueron gastando bajo la presión distraída y constante de tantos miles de pies inevitables. -Ahí le diste en el clavo.

-Es que cuando la falta de tabaco lo acorrala hasta hacerlo sentirse como en un horno de Treblinka y no tiene otra salida que resumir el fracaso y vomitarlo con belleza en los panfletos de Lázaro, Linacero hace arteSe ama. Y contempla su oro eterno.

-Y sin embargo siente que ya no va a poder seguir soñando aventuras entre tanto amontonamiento mundial de mierda -se arrancó el panamá el hombrecito para aplastarse el sudor con el pañuelo impolutamente rígido que le emergía del saco. -Se le pudre del todo la pureza.

-Y lo único que lo podría salvar es zamparse otra concha como si lengüeteara un helado de almeja -se le desbocó la sordidez a Maggi, y ahora fue Flores Mora el que tuvo que encajarle un pisotón a escondidas.

-Chogusto, literatosos de boliche -puso un peso en el mármol Ariel antes de irse sin darle la mano a nadie.

-Y capaz que te desvirgan a la nena esta noche mismo, pajerito -apelotonó el pañuelo el incordio cuando el novio oficial de María Esther ya se esfumaba entre el esplendoroso bamboleo de los plátanos.


Calesita


-La muchacha no puede tener ni quince años -vació el tercer anís Felisberto Hernández después de roer babosamente todas las aceitunas de un bol sin prestarle atención a las servilletas. -Y durante un rato largo Onetti le puso una mano en la nuca y el bote giraba entre los camalotes movido por un solo remo.

-Sublime -sonrió Cáceres. -Fue como haber inventado una ínsula de otro mundo.

-Algo así. Me hizo acordar a la primera vez que llevamos a Mabel al Parque Rodó y yo la tenía que acompañar parado en la calesita.

-¿Y ustedes no le estará llamando noviazgo a una de esos amistades mágicas que se tienen que vivir por orden del Señor, como le gusta decir a Susana? -no pudo disimular una mueca de alarma la poetisa. -Lea el sueño, por favor.

-Conste que lo redacté pensando en la atmósfera de un cuento que me tiene enloquecido hace meses -estiró la hoja el hombre de timidez panicosa, que en estos casos se ponía blanco como cuando estrenaba obras de vanguardia en sus tiempos de concertista. -Y adaptado a la historia dice así: Una vez soñé que ella cruzaba una gran iglesia. Había resplandores de velas sobre colores rojos y dorados. Lo más iluminado era el vestido blanco de novia con una larga cola que ella llevaba lentamente. Se iba a casar; pero caminaba sola y con una mano se tomaba la otra. Yo era un perro lanudo de color negro muy brillante y estaba echado encima de la cola de la novia. Ella me arrastraba con orgullo y yo parecía dormido. Al mismo tiempo yo me sentía ir entre un montón de gente que seguía a la novia y al perro. En esa otra manera mía, yo tenía sentimientos e ideas parecidos a los de mi madre y trataba de acercarme todo lo posible al perro. Él iba tan tranquilo como si se hubiera dormido en una playa y de cuando en cuando abriera los ojos y se viera rodeado de espuma. Yo le había trasmitido al perro una idea, y él la había recibido con una sonrisa. Era esta: “Tú te dejas llevar; pero tú piensas en otra cosa”.

-Yo siento que es tan sublime como la escena del lago que acaba de contarnos -pareció resplandecerle la barbaza al doctor Cáceres. -Pero opino que lamentablemente está tan adelantada para la percepción de nuestro público como las obras que va a exponer mañana el Taller Torres García.

Y después que el narrador se puso colorado de golpe y fue al baño frotándose las manos como si acabase de romper una piñata Esther de Cáceres se acercó a su marido para murmurar igual que en una comedia de enredos:


-La muchacha que me llamó por teléfono hoy temprano está noviando con tu discípulo preferido y Onetti al mismo tiempo.

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