domingo

WILFREDO DÍAZ VALDÉZ - EL CARPINTERO EN SU LABERINTO



por Alicia Haber

(reportaje recuperado de la revista ARTE)

En esta edición de la Bienal de Venecia expone en el Pabellón de Uruguay situado en los Giardini, el escultor Wifredo Díaz Valdéz. La muestra se titula Tiempo.

El artista ha sido designado como el representante de nuestro país en la 55º Exposición Internacional de Arte de la Biennale di Venezia, y será acompañado por Ricardo Pascale, comisario de la muestra y los curadores, Carlos Capelán y Veronica Cordeiro.
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¿Por qué elige la madera como material para el trabajo?

La madera la elijo porque soy carpintero, oficio del que tengo conocimiento técnico. Trabajo a partir de esa confianza que me da el hecho de tener dominio de la cosa carpinteril. En la única rama que yo no he estado de la carpintería ha sido en la ebanistería y la carpintería naviera, la carpintería naval (obra blanca, encarrozado, rodado) que de hecho es en la que se llega más lejos en cuanto al conocimiento académico.
Y esa relación con el trabajo y la experiencia y la relación con verdaderos maestros de la carpintería me dieron como una destreza técnica de la que de alguna manera me he tenido que ir desprendiendo para quitarle el sudor científico a la simetría. Y me ha costado bastante desprenderme de esa dureza, de esa rigidez con que está ensamblado un mueble o una puerta. Eran elementos que por conocerlos mucho me jugaban en contra del trabajo expresivo.
Entonces es como si por un lado hubiera un conocimiento técnico de ida y por otro lado uno de vuelta: hacerse y deshacerse. Desprenderme y buscar a partir de allí fue como conocer toda una partitura, como conocer el ABC y después llegar a esto para enloquecerme un poco,  creando un sistema para expresarme y después investigar.
¿Y cuál cree que es el aporte de su arte, tanto a nivel nacional como internacional?

Yo no creo que haya hecho ningún aporte. Yo creo que lo que he hecho ha sido encontrar una vertiente de trabajo un poco particular, pero no lo llamaría un aporte, porque eso es una cosa de maestro. Creo sí que he dado con una veta de trabajo, de una manera bastante insospechada, bastante original en sí misma. Pero no lo califico de aporte, ni de nada de eso. Yo creo haber hecho muy poco. Creo que la vertiente que encontré de pronto le hubiese permitido a una persona mejor dotada o con mejores medios haber desarrollado algo que pudiese ser importante, que pudiese ser interesante. Pero lo mío medio como que quedó en el embrión, digamos, como que quiso ser, pero por ahí quedó. Lo mío tuvo más de promesa que de cosa realizada. Como promesa me parece que pudo ser interesante, pero como cosa culminada, digamos, no.

¿Cuáles son los principios de su estética y de su lenguaje, cuál es la esencia?

Yo lo que tomé como modelo, lo que siempre he tomado como modelo son los procesos biológicos de la materia. Soy una persona nacida y criada en el campo, y allí vi cómo son los ciclos evolutivos tanto de la vida vegetal como de la vida animal. Entonces todo eso, de alguna manera, nutrió la curiosidad, las expectativas y las interrogantes acerca de cómo evoluciona un ciclo vital desde el embrión o desde la semilla, cómo se desarrolla, como logra su apogeo y llega a su plenitud hasta que luego comienza a decaer para regresar a la tierra, cuando la vida se va, vamos a decir. Son esas estructuras que la vida misma organiza para después albergarse en ella. Y es sobre esa materia final sobre la que uno trabaja. De alguna manera el hacer del hombre es parte del hacer de la naturaleza en cuanto a que toma ese material lo que ya es fósil en sí mismo, aunque no haya estado enterrado. Es fósil porque la vida ya pasó por él y quedó esa estructura a la que se le intenta lograr darle su mayor potencia expresiva. Una vez que eso ha alcanzado su plenitud, su apogeo, viene la muerte. Y uno trabaja sobre ese material-desecho. El árbol, en este caso, por ser madre.
Con respecto a la madera, hay un conocimiento que va más allá de la madera como material. Lo que surge es un nuevo proceso vital en el que este material tan rico y expresivo establece una relación con el carpintero. Todos los carpinteros tienen una relación muy sensible con el material. Y yo creo que esa cosa sucede porque allí estuvo la vida. Además la madera es un material que tiene sus mañas. No es como la piedra, que es un material que tradicionalmente, en general, no tiene una veta: la madera tiene una veta, un comportamiento. La piedra o el hierro, en cambio, son materiales más desafiantes por su propia dureza, que nos desafían más rudamente. No encontramos turgencias, nervaduras, ahuecamientos o nudos. Y eso hace que la madera tenga una zona que hasta puede ser un poco tramposa, cargada de elementos combustivos muy fuertes, sugerencias y miradas que nos exigen establecer un diálogo y a la vez cuidarse de no ser manipulado por la propuesta que proviene desde el mismo material. Claro que la piedra y en cierta manera el mármol también pueden resultar muy sugestivas, y si hablamos del granito o el hierro, la cosa puede ser muy tremenda.
Pero yo pienso que la relación con la madera es más sencilla, más de ida y vuelta, por la larga historia que existe entre ellos desde la época en que se la bajó del árbol, desde la época del bastón y todo lo que viene después con la utilería. No sé, es algo como cantarle a los pájaros o algo así.
¿Y qué diría de sí mismo como artista? ¿Cómo se define?

A mí la palabra artista no me gusta mucho. Yo me considero más bien un obrero de la madera, un trabajador de la madera. Lo del artista es más difícil, porque es un tipo muy volador, muy loco, muy nacible, digamos, que trabaja con un poder de ficción que yo no tengo. De pronto las cosas mías pueden como alentar la idea de que todo está basado sobre la ficción, pero visto desde adentro no es así. Yo me doy cuenta de la forma cuando empiezo a hilvanar los diferentes trozos que voy descomponiendo a través del sistema de vinculación y de pronto surge una carga que puede ser muy expresiva y  hasta parecer tal vez muy elocuente, pero que es algo esencialmente y absolutamente práctico. Es como si mis cosas que se desencadenan por sí mismas e incluso se podría decir que a pesar de mí mismo. Es una zona que no tengo entendida, porque se genera por sí misma y escapa a mi posibilidad de manejo.
Claro que a ese gesto de descomposición de las formas con las que uno está familiarizado se lo podría llamar artístico y aparece una nueva figura que uno ya no puede identificar o nombrar. ¿Cómo puedo llamarle a una puerta que ya no es una puerta sino otra figura, por ejemplo? Se trata de algo que no tengo intelectualmente resuelto y tampoco me importa mucho. Y eso pasa con todas las cosas con las que tenemos una relación cotidiana muy entrañable, como podría ser una guitarra que uno descompone o rompe pero que sigue siendo lo mismo: es como haberle pegado una patada al tablero en forma casi dañina, diríamos. Uno queda como perturbado.
¿Qué personalidades del exterior o en Uruguay fueron fundamentales para su desarrollo como artista?

Yo creo que ninguno en particular pero en general todos. Siento que todos han incidido en distinta manera o en distinto grado según el momento o la oportunidad en que he podido establecer un vínculo o una relación con determinadas obras. Y no hablo solamente de mis colegas escultores, sino también de pintores y de ceramistas. Yo he aprendido de todo. Soy un gran aprendedor. En eso sí me tengo fe. Creo que soy buen alumno, buen aprendedor de cosas. Los pintores me han aportado muchísimo, creo que es la gente que me ha enriquecido más y especialmente en una cosa para la que yo no tendría habilidad ninguna, como es manejar el plano desde el plano. Los escultores, en cambio, más bien me han estorbado porque en algún momento se me aparecieron algunos fenómenos de los que no pude zafar, personas que me cerraron el camino, es decir, que yo no podía avanzar porque se me aparecían ellos en la obra y me molestaban. Y hasta llegó un momento en el que dejé de trabajar porque sentí que no podía avanzar sin derivar en ellos. Entonces terminé buscando una suerte de artesanía criolla, que es algo sobre lo que acá no existe una tradición, y eso después derivó en una ejecución de objetos vinculados al diseño industrial nórdico que también abandoné, hasta que entre esos laberintos muy cerrados fueron apareciendo cosas que reflejaran una actitud personal de hacer. No estar repitiendo algo.
Porque una obra que es eco de algo, a mí no me interesa. Me interesa de pronto el genio, el loco, de repente me puede interesar pero una obra que es eco de algo que ya está colocado, no me interesa. Lo veo como reflejo de un asunto ajeno. No me motiva. Le tengo respeto y me puede llegar hasta a gustar, pero no puedo identificarme totalmente con una cosa así porque siempre hay un dejo, un algo que no me termina de abarcar. A mí me gusta que las cosas me abarquen y que a la vez estén por encima de mi capacidad interpretativa y de mi condición cultural. Por ahí más o menos andan mis andares.

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