jueves

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS - CLARISSA PINKOLA ESTÉS




CENTÉSIMA ENTREGA
CAPÍTULO 10

El agua clara: El alimento de la vida creativa (4)

La concentración y la fábrica de fantasías

La represión de la fantasía creativa (2)

Hay tres clases de fantasías. La primera es la fantasía del placer, una forma de helado mental estrictamente destinada al gozo como son, por ejemplo, los ensueños.

La segunda clase de fantasía es la imaginación deliberada. Este tipo de fantasía es como una sesión de planificación. Se utiliza como vehículo para conducimos a la acción. Todos los acontecimientos -psicológicos, espirituales, financieros y creativos- empiezan con fantasías de esta clase. La tercera clase de fantasía es la que lo paraliza todo. Es la fantasía que impide emprender la acción más acertada en los momentos críticos.

Por desgracia, esta es la que teje la vendedora de fósforos. Se trata de una fantasía que no tiene nada que ver con la realidad. Tiene que ver más bien con la sensación de que no se puede hacer nada o de que algo es demasiado difícil de hacer, por cuyo motivo es mejor que una se hunda en las fantasías. A veces la fantasía está en la mente de la mujer. Otras veces le viene a través de una botella de alcohol, una jeringuilla o la ausencia de ella. Otras veces el vehículo es el humo de un porro o muchas habitaciones olvidables con cama y desconocido incorporados.

Las mujeres en estas situaciones interpretan el papel de la niña de las cerillas en las fantasías de cada noche y todos los amaneceres se despiertan muertas por congelación. Hay muchas maneras de perder la meta y la concentración.

¿Cómo se puede invertir esta situación y recuperar la estima espiritual y el amor propio? Tenemos que buscar algo muy distinto de lo que buscaba la pequeña vendedora de fósforos. Tenemos que llevar nuestras ideas a un lugar donde se les preste apoyo. Este gigantesco paso va de la mano de la concentración en un objetivo: la búsqueda de alimento. Pocas de nosotras somos capaces de crear a partir exclusivamente de nuestro amor propio. Necesitamos que nos acaricien todas las caricias de alas de ángel habidas y por haber.

A la gente se le ocurren casi siempre ideas maravillosas: voy a pintar esta pared con un color que me guste; voy a crear un proyecto con el que toda la ciudad se sentirá identificada; voy a hacer unos azulejos para mi cuarto de baño y, si me gustan, venderé unos cuantos; reanudaré los estudios, venderé mi casa y me dedicaré a viajar, tendré un hijo, dejaré esto y empezaré lo otro, iré por mi camino, mejoraré mi conducta, ayudaré a enderezar esta injusticia o esta otra, protegeré a los que carecen de protección.

Todos estos proyectos necesitan alimento. Necesitan un apoyo vital de personas cordiales. La niña de las cerillas va vestida de andrajos. Como dice la canción, ha estado abajo tanto tiempo que le parece que está arriba. Nadie puede crecer al nivel en el que ella se encuentra. Queremos colocarnos en una situación en la que, como los árboles y las plantas, podamos volvernos hacia el sol. Pero tiene que haber un sol. Para hacerlo, hemos de movernos, no podemos permanecer sentadas. Tenemos que hacer algo para cambiar nuestra situación. Si no nos movemos, volveremos a las calles a vender cerillas.

Los amigos que nos aman y contemplan calurosamente nuestra vida creativa son los mejores soles del mundo. Cuando una mujer, tal como le ocurre a la niña de las cerillas, no tiene amigos, se queda congelada por la angustia y a veces también por la cólera. Y en ocasiones, aunque tenga amigos, puede que estos no sean unos soles. Es posible que la consuelen en lugar de hablarle de su situación cada vez más congelada. Pero el consuelo no tiene absolutamente nada que ver con el alimento. El alimento mueve a la mujer de un lugar a otro. El alimento es algo así como unos copos de cereales psíquicos.

La diferencia entre el consuelo y el alimento consiste en lo siguiente: si tú tienes una planta que está enferma porque la guardas en un armario oscuro y le diriges palabras tranquilizadoras, eso es un consuelo. Si sacas la planta del armario, la pones al sol, le das algo de beber y le hablas, eso es un alimento.

Una mujer congelada y sin alimento tiende a unos incesantes ensueños del tipo "y si". Sin embargo, aunque se encuentre en este estado de congelación, especialmente si se encuentra en semejante estado, la mujer tiene que rechazar la fantasía del consuelo. La fantasía del consuelo nos matará con toda seguridad.

Ya sabemos lo letales que pueden ser las fantasías: "Algún día", "Si tuviera por lo menos", "Él cambiará", "Si aprendo a dominarme, cuando esté bien preparada, cuando tenga suficiente esto o aquello, cuando los niños sean mayores, cuando tenga más seguridad, cuando encuentre a alguien, en cuanto... ", etc.

La niña de las cerillas tiene una abuela interior que, en lugar de ladrarle "¡Despierta! ¡Levántate! ¡Por mucho que te cueste, busca calor! ", se la lleva a una vida de fantasía, se la lleva al "cielo". Pero el cielo no ayudará a la Mujer Salvaje, a la niña salvaje atrapada ni a la vendedora de fósforos que se encuentra en esta situación. Estas fantasías consoladoras no se tienen que fomentar, pues son unas seductoras y letales distracciones que nos apartan de nuestra verdadera tarea.

Vemos en el cuento que la niña de las cerillas intenta hacer una especie de trueque, una especie de trato comercial erróneo, pues vende las cerillas que son lo único que le podría dar calor. Cuando las mujeres están desconectadas del nutritivo amor de la madre salvaje, se encuentran en una situación equivalente a una dicta de mera subsistencia en el mundo exterior. El ego trata de vivir como puede con una mínima cantidad de alimento del exterior y cada noche regresa una y otra vez del lugar donde empezó y allí se queda dormido, muerto de cansancio.

La mujer no puede despertar a una vida con futuro porque su desdichada existencia es como un gancho del que ella cuelga diariamente. En las iniciaciones, la permanencia durante un período significativo de tiempo en condiciones difíciles forma parte de un desmembramiento que aísla a la persona de la comodidad y la complacencia. Como en los ritos de paso, el período terminará y la mujer recién "lijada" iniciará una vida espiritual y creativa, renovada y más sabia.

Sin embargo, se puede decir que las mujeres que se encuentran en la situación de la vendedora de fósforos están pasando por un período de iniciación que se ha torcido. Las condiciones hostiles no sirven para profundizar sino tan sólo para diezmar. Hay que elegir otro lugar, otro ambiente con otros apoyos y guías.

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