jueves

ALBERTO METHOL FERRÉ - LOS ESTADOS CONTINENTALES Y EL MERCOSUR


TRIGESIMOCUARTA ENTREGA

CAPÍTULO 5

Las tres épocas de la globalización (5)

¿Y América Latina? No tiene ningún Estado Nuclear. Para Huntington América Latina está dividida en dos áreas principales: la luso-mestiza de Brasil, y la castellano-mestiza de Hispanoamérica. Esto impediría que pudiera ser “Estado Central” un Estado que perteneciera solo a una de las dos áreas. Dice Huntington:

El tamaño, recursos, población, potencial militar y económico de Brasil lo cualificaban para ser líder de Latinoamérica, y cabe pensar que pueda llegar a serlo. Sin embargo, Brasil es a Latinoamérica lo que Irán al Islam. Aunque por lo demás está perfectamente cualificado para ser Estado-Núcleo, las diferencias de plano de sub-civilizaciones (religiosas, en el caso de Irán; lingüísticas, en el de Brasil) hacen difícil que pueda asumir ese papel. Así, Latinoamérica tiene varios Estados, Brasil, México, Venezuela y Argentina, que cooperan en el liderazgo y compiten por él. La situación Latinoamericana se complica, además, por el hecho de que México ha intentado redefinirse dejando su identidad latinoamericana por otra norteamericana, y Chile y otros Estados podrían seguirle. Al final la civilización Latinoamericana podría fundirse en una civilización occidental con tres puntas, de la que convertiría un subvariante (p. 160).

Esta reflexión de Huntington debe tomarse como una introducción a nuestros problemas. Volveremos sobre esto más adelante.

El pensamiento político de Huntington, en conexión con su relación de Estado y círculo histórico-cultural (que sería el espacio homogéneo “Nación” llevado a su mayor amplitud posible) tiene un implícito excesivo. Un implícito que no llega nunca a la luz y que debilita su propio planteamiento. Nada peor teóricamente que manejarse con implícitos demasiado importantes. Ese fantasma que merodea a Huntington se llama el Estado Continental. Solo los Estados Continentales pueden ser Estados Centrales o Nucleares civilizatorios. El no enfrentarlo directamente deja fluctuante a todo el pensamiento político de Huntington. Un Estado-Nación cualquiera no puede ser Estado nuclear. Las candidaturas no son indeterminadas. Deben ser el “más allá” de los tipos tradicionales de Estado-Nación, en lo más avanzado posible de la sociedad industrial actual, y eso lo que muestra desde hace ya un siglo el paradigma del Estado Continental norteamericano. Huntington nos recuerda que Henry Kissinger señala: “El sistema internacional del siglo xxi contendrá al menos seis grandes potencias —Estados Unidos, Europa, China, Japón, Rusia y probablemente la India— así como toda una pléyade de países de menor tamaño y más pequeños”.[6]Así se refiere, salvo Japón, a cinco Estados Continentales. Quienes aspiran a un protagonismo histórico, no tienen otra vía que la participación en la construcción de un Estado Continental, que sea de su círculo civilizatorio, como el ámbito “nacional” mayor posible.

Todos los ejemplos de Huntington respecto al Estado Nuclear de una civilización, suponen al Estado Continental. Incluso cuando se refiere a Japón, que es un Estado-Nación Industrial de extraordinaria homogeneidad y capacidad, y no un Estado Continental: Huntington ve finalmente a Japón desgarrado en su futuro entre la atracción de China y Estados Unidos, que sí son Estados Continente.

En resumen, si la segunda época de la globalización fue el surgimiento del Estado-Continental moderno y la lucha de los dos primeros como última fase de la hegemonía mundial de Occidente, la tercera época en la que entramos en el siglo xxi es la del nuevo papel de los Estados-Continentales como Estados Nucleares de los grandes círculos civilizatorios existentes. Esos Estados Nucleares serán los constructores básicos del “nuevo orden internacional”, en la progresiva gestación de una civilización mundial, preparación del Estado mundial, resolución final del proceso de globalización. No, por supuesto, del fin de la historia.

Así, para Huntington —y nosotros compartimos esto— cada gran círculo civilizatorio, cumple ahora el papel que cumplieron las unidades nacionales hace dos o tres siglos: generan o necesitan su “Estado nuclear”. Vienen a ser lo mismo, a nivel más vasto. Esta es la nueva situación a que se aboca el mundo, y por ende América Latina. Esto no significa que cada círculo histórico-cultural pueda construir su Estado Continental o Nuclear. La historia, que es éxito y fracaso, lo dirá. Los círculos que no lo alcancen, serán más dependientes de otros, se volverán menos coherentes y creativos. Se encaminarán a ser “otros”.

El siglo xxi está convocado a establecer un nuevo Concierto de Estados Continentales modernos, plural, para el gobierno de la globalización. ¿América Latina aunará energías como para poder participar en ese nuevo Concierto de potencias? ¿Qué puede ser esto de la construcción de un Estado Nuclear o Continental en América Latina? ¿Es posible? El rasgo de estos años noventa es lo que lo ha puesto sobre el tapete. Nuestra historia contemporánea nos muestra el único camino para tal empresa: el Mercosur. Que es ya por lo menos América Latina en América del Sur.

El Mercosur ha abierto —más allá de toda crisis u obstáculo— un camino irreversible. No porque tenga seguro el éxito, sino porque define claramente en único camino posible para la unidad de América Latina, ya sea solo en América del Sur o en el Cono Sur, de un Estado Nuclear o Continental. Desembocamos así en el final de nuestro itinerario.


Notas

[6]Henry Kissinger, La Diplomacia. México, FCE, 1996, p. 18.

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