lunes

ENCUENTRO CON LA SOMBRA (El poder del lado oscuro de la naturaleza humana)

TRIGESIMOCTAVA ENTREGA


TERCERA PARTE: EL PROBLEMA DE LA SOMBRA: LA DANZA DE LA ENVIDIA, LA IRA Y EL ENGAÑO

Donde hay amor no existe el deseo de poder y donde predomina el poder el amor brilla por su ausencia. Uno es la sombra del otro.
C. G. JUNG

Nuestra personalidad oscura suele resultar evidente a los demás pero permanece oculta ante nuestros propios ojos. Mucho mayor es nuestra ignorancia de los aspectos masculinos y femeninos que residen en nuestro interior… Por este motivo Jung denominaba “obra de principiante” a la integración de la sombra -al hecho de llegar a ser uno- y “obra maestra” a la tarea de integración del anima y del animus.
JOHN A. SANFORD

(El odio) tiene mucho en común con el amor, especialmente con los aspectos trascendentes del amor, la fijación en los demás, la dependencia y la renuncia de una parte de nuestra propia identidad… Quien odia ambiciona el objeto de su odio
VACLAV HAVEL


INTRODUCCIÓN (1)

Los vínculos que mantenemos con nuestros hermanos del mismo sexo y con nuestros amigos íntimos son tan misteriosos como los lazos que nos unen a nuestros amantes. En cualquier caso, trátese de relaciones consanguíneas o de vínculos espirituales, para cada uno de nosotros el otro representa, al mismo tiempo, al Yo y a la sombra. De este modo, las mujeres podemos vernos reflejadas en el espejo que nos brindan nuestras hermanas del mismo modo que los hombres pueden hacerlo en el que les ofrecen sus hermanos y descubrir la profunda similitud que nos une y la extraordinaria diferencia que nos separa.

En la mayoría de las familias la personalidad de las hermanas sigue caminos tan opuestos como los polos de un imán. En The Pregnant Virgin la analista junguiana Marion Woodman las denomina “hermanas del sueño” porque, al igual que ocurre con las hermanas mitológicas Eva y Lilith, Psique y Orual o Innana y Ereshkigal, por ejemplo, cada una de ellas presenta cualidades y virtudes opuestas a la de su hermana. Así pues, si una se inclina hacia el mundo de la materia, la naturaleza y la comida, la otra, en cambio, suele sentirse atraída por el mundo del espíritu, la cultura y la mente. Así pues, estas parejas antagónicas se hallan eternamente unidas y eternamente separadas por la envidia, los celos, la competencia y la incomprensión.

Lo mismo podríamos decir respecto del tema  de los hermanos y de otros pares de varones, como Caín y Abel, Jesús y Judas, Otelo y Yago,  Próspero y Calibán, etcétera, que, si bien parecen superficialmente opuestos se hallan, en cambio, estrechamente relacionados en lo más profundo. En cada uno de ellos el ego y la sombra danzan de tal modo que cuando uno avanza el otro retrocede. Si, por ejemplo, en un determinado momento una persona considera que otro ser humano es su sombra o su enemigo, es muy probable que uno de los hermanos muera a manos del otro aunque, en ese mismo instante, morirá también una parte del asesino.

El trabajo con la sombra constituye una herramienta fundamental para sanar nuestros problemas de relación. Así, por ejemplo, cuando en una relación crítica una mujer se pregunta “¿Qué es lo que haría mi hermana en este caso?”, no está sino evocando sus propias capacidades latentes o invisibles que resultan, en cambio, patentes en su hermana. Es por ello que cuando un ser humano acepta a los demás y es capaz de valorar e integrar un rasgo ajeno que le resulta poco familia -la agresividad, el sosiego y la sensualidad, por ejemplo- está expandiendo su propio Yo.

La aparición de nuestros opuestos también está presente en las relaciones que sostenemos con personas del otro sexo. Tendemos a enamorarnos y a formar pareja con personas que son completamente diferentes a nosotros: sumiso y agresivo, introvertido y extrovertido, creyente y ateo, reservado y charlatán, etcétera. Es como si nos sintiéramos atraídos hacia ellos porque poseen algo de lo que nosotros carecemos, como si ellos hubieran actualizado cualidades que permanecen latentes en nosotros. En este sentido, por ejemplo, una mujer tímida dejará que su marido hable por ella y un hombre aburrido buscará la compañía de una mujer imaginativa.

Quizás haya algo de verdad en aquel refrán que afirma que acabaremos casándonos con aquellos aspectos de nosotros mismos que nos hemos negado a desarrollar. Si no integramos nuestro odio, nuestra inflexibilidad, nuestra racionalidad o nuestra susceptibilidad, resulta muy probable que terminemos sintiéndonos inclinados hacia aquellas personas que compensen nuestras propias carencias y correremos el riesgo de no desarrollarlas por nosotros mismos.

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