con el apoyo de S.U.A.T.
FEDERICO RODRIGO
NOS VEMOS A LAS 3
La maldad nunca fue ni elegante ni puntual
pero aquella vez se le fue la mano. El ya no niño cumplía trece y ella aun no
se presentaba.
Sin entenderlo, los algo malos (todos)
intentaban explicarle cómo funciona el mundo aunque el mundo de argumentos se
extenuaba rápidamente. Cada tanto se llevaba alguna bostezada sonrisa con firma
de invisible compasión.
Igual aquel día fue demasiado: a su
habitación le sobra una cama y su falta de maldad trajo a dormir al niño que
duerme a la sombra del semáforo en rojo. (Acertado atentado a mi quehacer
cotidiano)
Ahora lo atoran en pastillas y finge
caminar como uno más. Pero en secreto, no los entiende y los defrauda. Pero yo
sin presentarme, lo conozco, y esa es la vida más sinceramente vida que he
visto vivir.
IVONNE DÍAZ
La náusea precedió al colapso, breve, insoportable y desolador. No
hubo ningún túnel con luz brillante al final, al contrario, al regresar de ese
vacío dejé atrás los sonidos confusos y desgarradores de una multitud
desconocida que gritaba dentro de mi cerebro. Seguro que esta vez me esperaba
el infierno. El terror se quedó conmigo y no puedo dejar de revivirlo en mi
mente.
Una chica y un muchacho vienen a visitarme todas las tardes. Dicen
que son mis hijos y yo finjo que los recuerdo porque no quiero entristecerlos.
Cuando se van cierro los ojos y veo la primera sonrisa que me
dedicó mi bebita, y a mi hijito llegando a casa una tarde de enero. Puedo ir
mucho más atrás y soy una niña esperando que mi hermana vuelva de su primer día
de escuela. La ropa recién lavada me salpica con gotas frescas que se vuelven
arcoiris bajo los rayos del sol tibio de otoño. La tristeza y la mugre se
fueron por el desagüe y me hace fiestas la perra negra de futuro incierto.
No sé quienes fueron mis padres, mis amigos, mi compañero, no sé
si mi nombre es el nombre que me dijeron.
Solo sé que tengo tres bellos recuerdos y ni siquiera estoy segura
si son ciertos.
ARIEL AZOR
CRISTINA Y EL VAGAMUNDO
(Homenaje a La Colifata )
El momento tan esperado llegó.
“Al aire” gritó el hombre con auriculares
del otro lado del vidrio.
-Buenos días para todos los que están
escuchando -comenzó diciendo: -Mi nombre es Cristina y esta es la radio
comunitaria La Colifata
transmitiendo desde el Borda. Sabían ustedes -continuó, leyendo el boletín
entre sus manos -que en nuestro país existen miles de experiencias de cultura
comunitaria, autogestiva e independiente, protagonizada por ciudadanos y
ciudadanas con distintos niveles de formalización. Teatro comunitario, la
murga, el muralismo y la plástica, la comunicación popular grafica, radial o
audiovisual, el circo, el arte callejero, distintos géneros musicales, de la
danza, bibliotecas populares, radios comunitarias y tantas otras…
Y así continuó, con todo su entusiasmo.
Ella sabía que mucha gente la estaba escuchando y que aquello que estaba
diciendo era tremendamente importante, se sentía un poco comprometida,
nerviosa, pero sabía sobrellevarlo para que quien la escuchase no se diera
cuenta.
-Muy bien Cristina, todo va bien, sólo
falta ponerle el final y despedirte -le gritó el hombre de los auriculares,
Andrés, uno de los psicólogos del hospital. Para ella era muy importante la
aprobación de Andrés, quería que él viera su constante mejoría, que se diera
cuenta que ya nunca volvería a hacer aquellas cosas. Andrés le había conseguido
un permiso especial para que después de terminado su programa de radio,
“CRISTINA AL AIRE”, la enorme puerta de hierro, las gruesas rejas se abrieran por
una hora para ella.
Cristina cerró el programa, dándole lugar
al siguiente, como siempre lo hacía, leyendo lo escrito en el arrugado papel
que su oyente y admirador le alcanzaba todos los jueves luego de terminar, a la
hora de su permiso para salir. No sin antes despedirse de sus oyentes e
invitarlos para que la escucharan el próximo jueves a la misma hora, alisó el
papel con sus manos todo lo que pudo y comenzó a leerlo, en un tono de voz más
suave:
-Distinto: Dicen que soy distinto, cómo no
serlo, si no soy nada en una sociedad donde todos son algo. Todos tienen algo
de que agarrarse, yo no tengo nada, a todo renuncié, todo lo regalé o lo
abandoné, aun incluso aquellas ideas que decían como y que debo ser, a nadie le
creí y aun no les creo, todo lo que me han enseñado lo he desaprendido y hago y
pienso como quiero, de todo y todos desconfío, dudo, y soy lo que quiero ser,
esto que ven, aunque no les guste y me vean como inferior soy el único ser
humano libre que he conocido.
Se levantó rápido de la silla, sonriendo,
y miró a Andrés, impaciente, como un niño que pide algo que desea.
-Sí Cristina, andá. Pero una hora. ¿Eh?
-le dijo dándole un beso en la frente. Andrés sentía la misma felicidad que
ella en ese momento.
El portero, vestido de traje azul, abrió
el portón y luego la reja. A ella ese instante le parecía a ella una
interminable cantidad de segundos perdidos.
-Portate bien, y no te vayas muy lejos -le
dijo con voz seca.
Cristina salió, lo buscó, miro a su
derecha, hacia el lugar donde siempre la estaba esperando y allí estaba el
vagamundo, como le llamaba ella. Todos los jueves a esa hora venia hasta el
hospital a esperarla. Cristina corrió hasta el y lo abrazó. Eran los únicos
abrazos que él recordaba haber recibido en su vida.
-¿Preparada para un paseo? -le dijo él.
-Sí… -le respondió con su sonrisa que no
se le iba.
Llegaron a la esquina agarrados de la mano
y Cristina recordó lo que le había dicho Andrés, que todo lo sabia: siempre que
llegues a una esquina doblá a la derecha.
Él había pedido monedas todo el día, y le
compró una empanada en el puesto de aquella agradable señora, y luego doblar a
la derecha.
El hombre vestido de azul que los veía
pasara a cada rato agarrados de la mano, envidiaba tanta alegría y también se
sentía feliz de verlos.
JOSÉ LUIS MACHADO
5 HAIKUS
Rezo y credo
En mi boca hay fe
Cuando te nombro.
Deberé atar
Aquel deseo
húmedo
Con tus cabellos.
Tu sombra clara
Se monta en mi
silueta
Y la desboca.
Siempre llegaron
Las yemas de tus
dedos
Hasta mis huesos.
Peina el deseo
Con tus desnudos
dedos
Y me atarás.
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