lunes

LA RUEDA DE LA VIDA - ELIZABETH KÜBLER-ROSS


QUINCUAGESIMOSÉPTIMA ENTREGA
TERCERA PARTE
                                                                                              
"EL BÚFALO".
                                            

31. MI CONCIENCIA CÓSMICA. (1)

Después de esa experiencia fuera del cuerpo me dirigí a la biblioteca, donde encontré un libro sobre el tema, escrito por Robert Monroe, el famoso investigador. Pronto me dispuse a viajar de nuevo, esta vez a la granja de Monroe en Virginia, donde se ha construido un laboratorio. Durante años, para hacer experimentos con la mente se utilizaron drogas, y yo estaba en contra de eso.

Imagínense entonces mi entusiasmo cuando vi el moderno laboratorio de Monroe, con equipo y monitores electrónicos, todos esos adelantos que de inmediato me inspiraron confianza.

Mi objetivo al ir allí era tener otra experiencia fuera del cuerpo. Con este fin, entré en una cabina a prueba de sonidos, me eché en un colchón de agua y me vendaron los ojos, dejándome a oscuras. Después un asistente me puso un par de audífonos. Para inducir la experiencia, Monroe había inventado un método de estimulación cerebral mediante vibraciones artificiales. Estas vibraciones inducían al cerebro a entrar en un estado meditativo, y después a elevarse más allá, es decir, al destino que yo buscaba.

Mi primera prueba fue un tanto decepcionante. El supervisor del laboratorio puso en marcha la máquina. Oí unos pitidos uniformes por los audífonos. Las vibraciones rítmicas comenzaron lentas y fueron acelerándose rápidamente hasta convertirse en un solo sonido agudo e indefinible que muy pronto me indujo un estado mental parecido al sueño. Al parecer el proceso había sido demasiado rápido, según el supervisor, que a los pocos momentos me hizo despabilar para preguntarme si me encontraba bien.

-¿Por qué lo ha interrumpido? -le pregunté, perturbada.- Me parecía que estaba comenzando.

Más tarde, ese mismo día, aunque sentía molestias debido a una obstrucción intestinal que tenía desde hacía varias semanas, me tumbé en el colchón de agua para un segundo intento. Puesto que los científicos somos gente precavida por naturaleza, esta vez decidí tomar un poco el mando.

Estipulé que pusieran la máquina a toda velocidad.

-Nadie ha viajado nunca tan rápido  -me advirtió el supervisor.

-Bueno, yo lo quiero así -insistí.

En realidad, esta segunda vez tuve la experiencia que deseaba. Es difícil explicarla, pero el pitido me despejó al instante la mente de todo pensamiento y me llevó al interior, como si yo fuera la masa de un agujero negro que desaparece. Entonces escuché un silbido increíble, similar al que hace un fuerte viento al soplar. De repente me sentí como arrastrada por un tornado. En ese momento salí volando de mi cuerpo.

¿Adónde? ¿Adonde fui? Eso es lo que pregunta todo el mundo. Aunque mi cuerpo  estaba inmóvil, mi cerebro me llevó a otra dimensión de la existencia, a otro universo. La parte física del ser ya no tiene nada que hacer allí. Como el espíritu que abandona el cuerpo después de la muerte, como la mariposa que sale de su capullo, mi conciencia estaba constituida por energía psíquica, no por mi cuerpo físico.

Después, los científicos que estaban en la sala me pidieron que describiera mi experiencia. Aunque me habría gustado explicar detalles, que sabía eran extraordinarios, no lo logré. Aparte de decirles que de pronto casi me había desaparecido la obstrucción intestinal, que un disco desplazado en las cervicales se me había colocado en su sitio y que me sentía bien, pues no estaba mareada, cansada ni nada, sólo pude comunicarles que no sabía dónde había estado.

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