sábado

(REINVENCIÓN DE UN ROMANCE JUVENIL DE JUAN CARLOS ONETTI) - NIÑO CON LA ÑATA APOYADA EN EL SEXO DE LA DIOS


FOLLETÍN SABATINO

Hugo Giovanetti Viola
EPISODIO 4: HUEVOS

Bebop                                                                                   
El taller fundado por Torres García después de disolver la Asociación de Arte Constructivo funcionaba en una casa alquilada frente a la suya, y aquel año algunos discípulos tempraneros se reunían todas las tardes a escuchar apasionadamente a los reyes del bebop.
-Do not go gentle into that good night -pegó un salto de golpe Guido Castillo al otro día de la conferencia en Humanidades, mientras Charlie Parker espiralaba sus resoplidos áureos bajo un cuadro de Augusto bautizado Jazz. -Rage. Rage against the dying of the light.
-¿Y eso? -se electrizó Gonzalo Fonseca, el vecino del Prado que había introducido al literato en el constructivismo.
-Son dos versos de un poeta galés que encontré en una revista del Anglo y acabo de sentir que Out of nowhere dice exactamente eso.
-No te dejes asfixiar por la seda nocturna -improvisó una traducción tan irrespetuosa como conmovida Fonseca: -Rabiá, rabiá contra la agonía de la fe.
En ese momento don Joaquín salió del cuarto donde pintaba a solas para clavarle una claridad terrible a su mansísimo y ya muy calvo hijo mayor, que tuvo que resignarse a interrumpir la música de un manotazo:
-Vamos, que este demonio de Augusto no se cansó de tentarnos con Velázquez y ahora oscurece todo con estas lamentaciones del mismísimo infierno. Y yo que trabajé toda la tarde para encerrar el infinito en una estructura sin grafismo ninguno. ¿Es que no les alcanza con los himnos que cantan mientras entran a las cámaras de gas los hombres-esqueletos?
Y después de arrancarse la túnica apenas manchada, el maestro descolgó un sacón de tweed para sobreabrigarse con vulnerabilidad proustiana y prender una pipa frente a la quematuti:
-Yo creo que Onetti va por mal camino coleccionando tanta plasta extranjera, pero lleva toda la razón cuando dice que esta raza expresa místicamente la imposibilidad de una salida tangible en aquel norte que nunca será el nuestro. ¿Le molestaría repetirme esos versos dignos de Shakespeare, Castillo?
-Sé el poema entero, don Joaquín.
-Ah, qué bien. Y no estaría nada mal escucharlo contrapunteado por ese saxofonista que parece perseguir la PAX IN LUCEM que nos está esperando a todos fuera de la caverna.
Entonces Augusto volvió a incrustar en la bandeja la luna negra de 78 revoluciones con felicidad de perro.

Ostras
-Fijate vos -le alcanzó Ángel Rama a Mario Arregui una página muy amarillenta de El Día que acababa de encontrar en la casa de un pianista amigo. -1926. Felisberto Hernández entrevistado tête a tête como músico, nomás. Y eso que ya había publicado dos libritos.
-Pero qué maravilla, carajo -hizo fondo blanco con una ginebra y empezó a leer en voz alta el borgiano más fanático de la barra del Metro: -Sobre todo hay dos grandes peligros en los intérpretes. Uno de ellos es no tener técnica. Me refiero a la falta de conocimiento del estado actual de la técnica, que da facilidad y buenas calidades de instrumentistas. Y es éste el peligro más visible. Pero hay otro peligro muchísimo más grande, en el que caen los grandes intérpretes de la Humanidad: el tener técnica. Porque la transforman en un fin, en vez de hacer de ella el medio que debe necesariamente ser. Es la obra artística al revés, pues viene a ser un medio para la exposición de determinada técnica. Y si la actividad estética del genio es producto de la enfermedad del genio, como la perla es el producto de la enfermedad de la ostra, queda tan ridículo el aparentar esa enfermedad estética, como el poner ciertos productos químicos a las ostras para que den perlas. Y en música, se conoce fácilmente al que va a buscar las cosas -aunque las encuentre- y aquel a quien vienen -digamos así- por una superioridad innata del espíritu.
-¿Te das cuenta que cuando habla del estado actual de la técnica está mostrando lo que sufría él en la década del 20 para encontrar referentes vanguardistas en la prosa escrita en español? No te olvides que Onetti se salvó metiéndole diccionario a Faulkner y a Céline.
-Pero al final el gordo hizo un menjunje con Debussy y Stravinski y armó frase, Angelito. A mí lo que me importa es lo que dice sobre la enfermedad de las ostras. Mirá cómo les saca el jugo a los complejos infantiles Onetti: parece que los cuidara.
-Bueno, acá lo tenemos en persona al Fulano de Tal -se paró Rama para señalar aparatosamente al hombre bamboleante y con distracción de sapo que no iba casi nunca a las peñas del Metro. -Es que hace un rato nos cruzamos con Amalia en la plaza y le comenté que tenía esta reliquia y él debe haberla perdido.
Entonces Felisberto Hernández sacó un pañuelo de blancura tan estropeada como la página de El Día para aplastarse los goterones de timidez mientras sonreía hacia la barra:
-¿No saben si en este café preparan huevos fritos?

Ficción
-Se llama Dylan Thomas y es galés -le explicó Guido Castillo a don Joaquín, que ahora se había agachado frente a la quematuti y fumaba entrecerrando una fosforecencia de espesura asustante.
-¿Y el saxofonista?
-Charlie Parker -murmuró Augusto. -Fue después de escuchar Out of nowhere que Onetti tuvo que escaparse a llorar a la calle aquella noche.
-Ah, cuando los Cáceres lo encontraron sentado en el bordillo y llamando a la madre igual que un crío.
-Estaría muy borracho -largó una risita Alpuy, bocetando compulsivamente en un block los perfiles de todos.
-¿Y usted qué piensa de esa armonización divina que acaba de producirse cuando leyó al galés contrapunteado por el saxofonista, Castillo? -le crujieron las piernas al maestro mientras perforaba la humareda maloliente y azul con dos pinceles cruzados como para exorcizar a los muchachos. -¿Acaso piensa que esta síntesis de dos esencias artísticas es fuego de artificio hecho para sobrellevar la desolación de la caverna donde la mayoría de los homúnculos vencidos son apenas criaturas a medias que han perdido la ruta?
-Pero lo que se denuncia en Tierra de nadie es justamente esa indiferencia moral del hombre que ya no tiene fe ni interés por su destino -se atrevió a retrucar Augusto, que había quedado fascinado con el diseño huxleyano del novelón.
-¿Y es que acaso te olvidas de que Onetti también ha intentado satanizarnos con su teoría de que la ausencia de Dios sólo puede compensarse con ficciones religiosas?
-A las que él prefiere llamar hechos religiosos o vidas breves.
-Toma ya. Y a los postres tenemos que para el filósofo Periquito los tres puentes de acceso a la PAX IN LUCEM serían el arte, el sexo y el alcohol -pegó un salto tan furibundo el viejo que Fonseca y Alpuy levantaron los brazos igual que si estuvieran defendiéndose de un pelotazo en una barrera futbolística.
-Pues yo encuentro divertida esa atribución que hace de la autoría de sus obras a los dictados de un ángel Apolinario que se le esponja en las espaldas en cualquier momento.
-Y yo a esos argumentos propios de un delirium tremens se los estrujo así -se partió un pincel contra cada rodilla el hombre de melena blanquísima. -Una ficción es un símbolo. Y en ninguna verdad simbólica emergida de las profundidades del ser hay ausencia de Dios. Y aunque a nosotros el manicomio nos quede a pocas cuadras quien deberá mudarse a Millán 2515 va a ser él, con ángel secretario y todo.

Sinvergüenza

Felisberto Hernández releyó abstraídamente la entrevista que había conseguido Rama y dijo parpadeando con viscosa timidez:

-¿Onetti sigue viniendo a copetinear al Metro?

-Estas últimas semanas se encierra toda la noche porque tiene que terminar un novelón en setiembre -informó el adolescente tan investigativo como chismoso. -Algo contra el fascismo.

-Es que yo tenía ganas de picar huevos fritos. ¿Están seguros de que aquí los despachan?

-Yo creo que no hay problema en pedirle al gallego que se los prepare, aunque en un café de plumíferos sale poca minuta -le deslizó una guiñada burlona Rama a Arregui, que estudiaba al ex-pianista como si fuera un espécimen de complexión anímica más extraplanetaria que la de Equivocación Falco.

-Es que Onetti no tolera las apariciones escandalosas de nuestro sinvergüenza -explicó Felisberto. -Y desde que me vio pedir doce huevos fritos para ir haciendo boca en una cena del Forte Makallé no me habla más.

-Coño -carcajeó Arregui. -Y a mí tampoco, desde que me oyó advertirle a un poeta que no se apurara a ir a ver a la mujer al sanatorio porque hasta un mes después del parto está prohibido mojar el bizcocho.

-Perdón -se desinteresó Rama de las alergias onettianas. -¿Y ahora que usted ya dejó los conciertos se siente liberado de aquella obsesión de no traicionar al compositor con la falta de respeto del temperamento interpretativo?

-No. Ahora es mucho más triste. Porque el amo pasó a ser el sinvergüenza íntimo y el escritor su criado.

-¿Tan así?

-Fijesé que hace meses estoy dejando crecer la plantita de un cuento donde un acomodador echa luz fosforecente con ojos de otro mundo pero la cara se le vuelve una monstruosidad peor que el bicho de Kafka. ¿Leyó La metamorfosis?

-Claro -saltó el apaisanado admirador de Borges. -Pero en Por los tiempos de Clemente Colling no hay cosas como esas.

-¿No puede hacer el trámite por los huevos fritos, Ángel? -se distrajo frotándose las delicadas zarpas ya rollizas el hombre condenado a vivir de por vida en el zoológico intelectual de Tontovideo. -Y pida champagne, que era lo que se zampaba Proust para enfermarse las perlas hasta dejarlas con más colorete que un duraznero en flor.

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