jueves

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS - CLARISSA PINKOLA ESTÉS



NONAGESIMOSÉPTIMA ENTREGA

CAPÍTULO 10


El agua clara: El alimento de la vida creativa (3)

El hombre del río

Antes de poder comprender lo que ha hecho el hombre del cuento de La Llorona contaminando el río, tenemos que saber que lo que él representa está destinado a ser un conjunto de ideas positivas en la psique de una mujer. Según la clásica definición junguiana, el animus, de género masculino, es la fuerza del alma de las mujeres. Sin embargo, la observación personal ha inducido a muchas psicoanalistas entre las que yo me incluyo a refutar la visión clásica y a afirmar en su lugar que la fuerza revivificadora de las mujeres no es masculina ni ajena a ella sino femenina y familiar (11).

Pese a ello, creo que el concepto masculino de animus tiene una gran relevancia. Existe una enorme correlación entre las mujeres que no se atreven a crear -que temen manifestar sus ideas ante el mundo o bien lo hacen de una manera irrespetuosa o sin orden ni concierto- y sus sueños, los cuales pueden contener muchas imágenes de hombres heridos o que causan heridas. En cambio, los sueños de las mujeres dotadas de una fuerte capacidad de manifestación exterior suelen girar en torno a una vigorosa figura masculina que aparece repetidamente con distintos disfraces.

El animus se puede considerar más bien una fuerza que ayuda a las mujeres a afirmarse en el mundo exterior. El animus ayuda a la mujer a exponer sus pensamientos y sentimientos interiores específicamente femeninos de una manera concreta -emocional, sexual, económica y creativa y también de otras maneras- en lugar de hacerlo según un esquema calcado de un desarrollo masculino estándar culturalmente impuesto en una cultura determinada.

Las figuras masculinas de los sueños femeninos parecen indicar que el animus no es el alma de las mujeres sino algo "de, desde y para" el alma de las mujeres (12). En su forma equilibrada y no pervertida es un "hombre puente" esencial. Esta figura posee a menudo unas prodigiosas cualidades que lo inducen a entrar en acción como portador y puente. Es algo así como un mercader del alma.

Importa y exporta conocimientos y productos. Elige lo mejor de lo que se le ofrece, concierta el mejor precio, supervisa la honradez de las transacciones, sigue con tesón todo el procedimiento y lo lleva a feliz término.

Otra manera de interpretarlo podría consistir en imaginar que la Mujer Salvaje, el Yo del alma, es la artista y el animus es el brazo de la artista (13). La Mujer Salvaje es el chofer y el animus es el que empuja el vehículo. Ella escribe la canción y él la orquesta. Ella imagina y él le da consejos. Sin él, la mujer crea la comedia en su imaginación, pero nunca la escribe y la obra jamás se representa.

Sin él, aunque el escenario esté lleno a rebosar de actores, el telón jamás se levanta y la marquesina del teatro no se ilumina. Si tuviéramos que traducir el saludable animus a una metáfora española, diríamos que es el agrimensor que conoce la configuración del terreno y con su compás y su hilo mide la distancia entre dos puntos, define los bordes y establece los límites. Yo lo llamo también el jugador, el que estudia y sabe cómo y dónde colocar la ficha para obtener puntos y ganar. Ésos son algunos de los más importantes aspectos de un animus vigoroso.

Por consiguiente, el animus recorre el camino entre dos territorios y, a veces, tres: el mundo subterráneo, el mundo interior y el mundo exterior. El animus, que conoce muy bien todos los mundos, envuelve y transporta todos los sentimientos y las ideas de una mujer por todos esos trechos y en todas direcciones. Le trae a la mujer ideas de "allí afuera" y traslada las ideas del Yo del alma de la mujer "al mercado" del otro lado del puente para sacarles provecho. Sin el constructor y el conservador de este puente terrestre, la vida interior de la mujer no puede manifestarse con fuerza en el mundo exterior.

No hace falta llamarlo animus, se le puede designar con las palabras o las imágenes que una quiera. Pero no olvidemos que hay actualmente dentro de la cultura femenina un cierto recelo hacia lo masculino, que para algunas mujeres es un temor "a necesitar lo masculino" y para otras una dolorosa recuperación tras haber sido aplastadas en cierto modo por él. Por regla general, el recelo es fruto de unos traumas causados por la familia y la cultura en las épocas en que las mujeres eran tratadas como siervas y no como personas, unos traumas que ahora están a duras penas empezando a sanar. Aún está fresca el la memoria de la Mujer Salvaje la época en que las mujeres de talento eran apartadas a un lado cual si fueran basura, en que una mujer no podía tener ninguna idea a no ser que la inculcara en secreto y la hiciera fructificar en un hombre que posteriormente la presentara al mundo como propia.

Pero yo creo en último extremo que no podemos rechazar ninguna metáfora que nos ayude a ver y a ser. Yo no me fiaría mucho de una paleta en la que faltara el rojo, el azul, el amarillo, el blanco o el negro. Y tú tampoco. El animus es un color primario de la paleta de la psique femenina.

Por consiguiente, en lugar de ser la naturaleza del alma de las mujeres, el animus, o la naturaleza contrasexual femenina, es una profunda inteligencia psíquica con capacidad de actuación. Viaja entre los mundos, entre los distintos nodos de la psique. Esta fuerza tiene la capacidad de sacar al exterior y llevar a la práctica los deseos del ego, de estimular la creatividad femenina de una manera visible y concreta,

El aspecto clave de un desarrollo positivo del animus es la manifestación efectiva de los impulsos, las ideas y los pensamientos interiores cohesivos. Aunque aquí estemos hablando de un desarrollo positivo del animus, hay que hacer también una advertencia: el animus integral se desarrolla con plena conciencia y con un exhaustivo autoexamen. Si no se examinan cuidadosamente los propios motivos y apetitos a cada paso del camino, el resultado será un animus muy poco desarrollado. Y este animus deletéreo puede llevar y llevará insensatamente a la práctica los impulsos no examinados del ego, sacando a la superficie distintas ambiciones absurdas y dando satisfacción a una miríada de apetitos no examinados.

Además, el animus es un elemento de la psique femenina que se tiene que ejercitar y al que hay que encomendar tareas regularmente para que tanto él como la mujer puedan actuar de manera integral. Si en la vida psíquica de la mujer se descuida el animus, éste se atrofia exactamente igual que un músculo que ha permanecido demasiado tiempo inactivo.

Aunque algunas mujeres han apuntado la teoría de que la naturaleza guerrera, la naturaleza de amazona y la naturaleza de cazadora de la mujer pueden sustituir este "elemento masculino dentro de lo femenino", existen a mi modo de ver demasiados matices y estratos de naturaleza masculina -como, por ejemplo, un cierto tipo de reglamentación, legislación y limitación intelectual- extremadamente valiosos para las mujeres que viven en el mundo moderno. Estas características masculinas no surgen del temperamento instintivo de la psique femenina de la misma manera o con el mismo tono que las de su naturaleza femenina (14).

Por consiguiente, viviendo tal como vivimos en un mundo que exige actuar de una forma reflexiva pero también audaz, considero muy útil emplear el concepto de una naturaleza masculina o animus en la mujer. Cuando existe el debido equilibrio, el animus se comporta como un asistente, un ayudante, un amante, un hermano, un padre y un rey. Lo cual no quiere decir que el animus sea el rey de la psique femenina tal como quizá desearía una ofendida visión paternalista.

Significa que en la psique femenina hay un aspecto regio, un elemento que, cuando se desarrolla como actitud, actúa y media en amoroso servicio de la naturaleza salvaje. El arquetipo del rey representa la fuerza que tiene que actuar en nombre de la mujer y en su beneficio, gobernando lo que ésta y el alma le encomiendan y administrando las tierras psíquicas que se le confían.

Eso es por tanto lo que tendría que ser el animus, pero en el cuento este ha buscado otros objetivos a expensas de la naturaleza salvaje y, cuando el río se llena de desperdicios, su caudal empieza a envenenar otros aspectos de la psique creativa y especialmente los niños no nacidos de la mujer.

¿Qué ocurre cuando la psique concede al animus poder sobre el río y el animus abusa de este poder? Alguien me dijo cuando era pequeña que era tan fácil crear para lo bueno como crear para lo malo. Pero yo he descubierto que no es así. Es mucho más difícil mantener el río limpio. Es mucho más fácil dejar que se contamine. Digamos por tanto que la limpieza de la corriente es un desafío con el que todas nos enfrentamos. Confiamos en poner remedio al enturbiamiento con la mayor rapidez y con la mayor amplitud posible.

Pero ¿y si algo se apodera de la corriente creativa y la llena cada vez más de cieno? ¿Y si nos quedamos atrapadas en este algo, y si de una forma un tanto perversa este algo no sólo nos empieza a gustar sino que, además, confiamos en él, vivimos de él y nos sentimos vivas por su mediación? ¿Y si lo utilizamos para levantarnos de la cama por la mañana, para ir a algún sitio y para convertirnos en alguien en nuestra propia mente? Ésas son las trampas que nos esperan a todas.

El hidalgo del cuento representa un aspecto de la psique femenina que, por decirlo en términos coloquiales, se ha "estropeado". Se ha corrompido, se aprovecha del veneno que fabrica y está en cierto modo atado a una vida insalubre. Es como un rey que gobierna por medio de un apetito equivocado. No es sabio y jamás podrá ser amado por la mujer a la que alega servir.

Es muy bueno que una mujer tenga en su psique un animus fiel, fuerte, clarividente, capaz de oír tanto en el mundo exterior como en el subterráneo y de predecir lo que probablemente ocurrirá a continuación y de tomar decisiones acerca de las leyes y la justicia a través de la suma de lo que ve y percibe en todos los mundos. Pero el animus del cuento es infiel. El papel del animus representado por el hidalgo, rey o mentor, en la psique de una mujer, debería ser el de ayudarla a desarrollar sus posibilidades y alcanzar sus objetivos, a manifestar las ideas y los ideales que ella aprecia, a sopesar la justicia y la honradez de las cosas, a cuidar de los armamentos, a poner en práctica una estrategia cuando se siente amenazada y a juntar todos sus territorios psíquicos.

Cuando el animus se ha convertido en una amenaza tal como vemos en este cuento, la mujer pierde confianza en sus decisiones. A medida que el animus se debilita a causa de su propio desequilibrio -sus engaños, sus robos, sus falsedades para con ella-, el agua del río pasa a convertirse de algo que era esencial para la vida en algo a lo que hay que acercarse con las mismas precauciones que se adoptan en presencia de un asesino a sueldo. Entonces se produce hambre en la tierra y contaminación en el río.

Crear deriva del latín creare (15) con el significado de producir vida o cualquier otra cosa donde antes no había nada. El hecho de beber agua del río contaminado es la causa del cese de la vida interior y, por consiguiente, también de la exterior. En el cuento, la contaminación provoca la deformación de los hijos, símbolo de los jóvenes ideales e ideas. Los hijos representan nuestra capacidad de producir algo donde antes no había nada. Podernos reconocer la presencia de esta deformación del nuevo potencial cuando empezamos a poner en tela de juicio nuestra capacidad y, sobre todo, nuestro derecho a pensar, actuar o existir.

Las mujeres de talento, incluso cuando reivindican sus vidas creativas, incluso cuando brotan cosas bellas de sus manos, de sus plumas y de sus cuerpos, siguen dudando de su valía como escritoras, pintoras, artistas y personas reales. Y por supuesto que son reales, por más que muchas veces se complazcan en atormentarse poniendo en entredicho lo que es "real". Una campesina es una campesina real cuando contempla la tierra y planifica las cosechas de la primavera.

Una corredora es real cuando da el primer paso, una flor es real cuando todavía está en su tallo materno, un árbol es real cuando es todavía una semilla en la piña del pino. Lo real es lo que tiene vida.

El desarrollo del animus varía de mujer a mujer. No es una criatura perfectamente formada que brota de los muslos de los dioses -aparentemente posee una capacidad innata, pero tiene que "crecer", aprender y ser adiestrado. Su objetivo es convertirse en un poderosa fuerza directa. Pero cuando el animus sufre daño como con de las múltiples fuerzas de la cultura y el yo, una especie de cansancio, de abatimiento o de indiferencia que algunos denominan "ser neutral" se interpone entre el mundo interior de la psique y el mundo exterior de la página en blanco, la tela vacía, la pista de baile, el consejo de administración o la reunión que nos espera. Este "algo" -por regla general con los ojos entornados, incomprendido o mal utilizado- ensucia el río, obstruye los pensamientos, paraliza la pluma y el pincel, traba las articulaciones durante un interminable período de tiempo, forma costras sobre las nuevas ideas y nosotras sufrimos los efectos.

En la psique se produce un extraño fenómeno: cuando una mujer se encuentra bajo los efectos de un animus negativo, cualquier intento de crear algo lo induce a atacar a la mujer. Esta piensa matricularse en algún curso o va a clase, pero se queda atascada de golpe y se asfixia por falta de alimento y de apoyo. Una mujer acelera, pero se queda constantemente rezagada. Cada vez hay más proyectos de labor de punto sin terminar, más cuadros de flores jamás plantados, más excursiones jamás realizadas, más notas jamás escritas para decir simplemente "Tengo interés", más lenguas extranjeras jamás aprendidas, más lecciones de música abandonadas, más tramas colgadas del telar, esperando y esperando...

Se trata de manifestaciones vitales deformadas. Son los hijos envenenados de La Llorona. Y a todos se los arroja de nuevo a las contaminadas aguas del río que tanto daño les habían causado. En las mejores circunstancias arquetípicas tendrían que atragantarse un poco y, como el ave fénix, renacer de las cenizas bajo una nueva forma. Pero aquí algo malo le ocurre al animus y por eso la mujer tropieza con dificultades para distinguir entre uno y otro impulso y ya no digamos para manifestar y llevar a la práctica las propias ideas en el mundo. Y entretanto el río está tan lleno de excrementos y complejos que de sus aguas no puede brotar nada para la nueva vida.

Y, como consecuencia de ello, viene lo más difícil: tenemos que adentrarnosen el cieno y buscar los valiosos dones que se ocultan debajo del mismo. Como La Llorona, tenemos que rastrear el fondo del río en busca de nuestra vida del alma, de nuestra vida creativa. Y otra cosa, también muy difícil: tenemos que limpiar el río para que La Llorona pueda ver y tanto ella como nosotros podamos encontrar las almas de los hijos y recuperar la paz que nos permita volver a crear.

Con su inmenso poder para devaluar lo femenino y su incapacidad para comprender el carácter de puente de lo masculino (16) la cultura agrava el efecto de las "fábricas" y de la contaminación. Con harta frecuencia la cultura exilia el animus de la mujer, formulando una de aquellas insolubles y absurdas preguntas que los complejos consideran válidas y ante las cuales muchas mujeres se acobardan: "¿Eres de veras una auténtica escritora [artista, madre, hija, hermana, esposa, amante, trabajadora, bailarina, personal]?" "¿Tienes realmente algo que decir que merezca la pena [sea esclarecedor, ayude a la humanidad, encuentre el remedio para curar el ántrax]?"

No es de extrañar que, cuando su animus está ocupado con productos psíquicos de carácter negativo, el rendimiento de la mujer se vaya reduciendo conforme disminuye su confianza en el músculo creativo. Las mujeres que se encuentran en esta apurada situación me dicen, por ejemplo, que "no ven ninguna salida" para su presunto calambre de escritora o no encuentran la manera de acabar con la causa que lo provoca. Su animus acapara todo el oxígeno del río y ellas se sienten "extremadamente cansadas" y experimentan una "enorme pérdida de energía", no consiguen "ponerse en marcha" y se sienten como "inmovilizadas por algo".


Notas

(11) "Is the Animus Obsolete?" Jennette Jones y Mary Ann Mattoon, en la antología The Goddess Reawakening, ed. Shirley Nichols (Wheaton, Illinois, Quest Books, 1989). El capítulo detalla el pensamiento actual acerca del concepto del animus hasta el año 1987.
(12.) En los mitos griegos es frecuente que las diosas tengan un hijo de sus propios cuerpos. Más adelante, el hijo se convierte en su amante / consorte / esposo. Aunque algunos podrían tomar este hecho al pie de la letra y considerarlo una descripción del incesto, no hay que entenderlo de esta manera sino más bien como una descripción de la forma en que el alma alumbra un potencial masculino que, a medida que se va desarrollando, se convierte en una especie de fuerza y sabiduría y se combina de muchas formas
con sus restantes poderes.
(13) Y, a veces, también el impulso de este brazo.
(14) Esencialmente, si nos apartamos de la idea de la naturaleza masculina, perdemos una de las más fuertes polaridades para pensar y entender el misterio de la naturaleza dual de los seres humanos a todos los niveles. Sin embargo, en caso de que alguna mujer se atragante ante la idea de que lo masculino forme parte de lo femenino, le sugiero que atribuya a esta naturaleza puente el nombre que ella prefiera para que, de este modo, pueda imaginar y comprender la actuación conjunta de las polaridades.
(15) Oxford English Dictionary.
(16) Yo lo describiría como la poderosa y dialogante naturaleza masculina que en los hombres de muchas culturas está aplanada por culpa de unas actividades cotidianas absurdas y sin el menor mérito espiritual o por culpa de la propia cultura que sojuzga a los hombres por medio de engaños hasta anularlos casi por completo.

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