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ALBERTO METHOL FERRÉ - LOS ESTADOS CONTINENTALES Y EL MERCOSUR

VIGESIMOCTAVA ENTREGA


CAPÍTULO 4

El nacimiento del Estado Continental Moderno. Estados Unidos y la URSS. (2)

De tal modo, List no se detiene en el clásico Estado-Nación Industrial como la ansiada unidad de su propio país, Alemania, sino que va más allá, y en plazos relativamente previsibles. Ve al gigantesco y nuevo Estado-Continental norteamericano proyectarse como la cabeza aún más amplia de un Estado-Continental hemisférico, de toda América, y reclama la réplica de un nuevo sistema continental europeo, con la alianza franco-alemana. Aspira a una especie de Unión Europea, que incluya a Gran Bretaña en libre unión (hoy, secundaria, Gran Bretaña oscila entre Estados Unidos y la Unión Europea). El mismo List ya estaba abierto a la nueva etapa de los Estados-Continentales, tal como lo exige la visión de Felipe Herrera. Por aquellos tiempos, la idea de la unidad de Europa comenzaba su largo itinerario. En las sendas de Saint- Simon, un socialista católico como Philippe Buchez, pregonaba desde 1831 la Federación Europea.[4]De modo más romántico y vago, Víctor Hugo pedía en 1849 “los Estados Unidos de Europa”. Sería un largo camino, de más de un siglo. De todos modos, sigue válido el criterio de List sobre el orden internacional:

El fin último de la política racional es la unión de las naciones bajo la ley, fin que únicamente puede alcanzarse mediante la mayor igualdad posible en cultura, bienestar, industria y poderío de las naciones más importantes del mundo (p. 328).

Friedrich Ratzel fue antropólogo, geógrafo y geógrafo político. Weigert lo llama un precursor de la geopolítica, pero en realidad es el primer geopolítico de vocación sistemática. Aunque Weigert hace algunas precisiones al respecto que parecen oportunas:[5]

El concepto político del espacio y de los factores geográficos en general no pueden separarse de la idea política... Las ideas políticas que no están arraigadas en la tierra y que no se desarrollan en el espacio, no existen. Ni existen espacios que no encarnan ideas (p. 32). Cada nación reacciona de manera específica ante los factores geopolíticos; suelo, mar y espacio deben tener significados fundamentalmente distintos para rusos, alemanes, japoneses, chinos y norteamericanos (p. 32). No existe en absoluto una ciencia general de la geopolítica que pueda ser aceptada por todas las organizaciones estatales. Existen tantas geopolíticas como sistemas estatales en conflicto, en el caso de potencias terrestres y potencias navales, son fundamentalmente distintas. Hay una geopolitik alemana y una geopolitique francesa; hay geopolíticas distintas para Estados Unidos e Inglaterra. Cada nación tiene la geopolítica que se merece (p. 33).

Y Weigert empieza a recordarnos que Ratzel, envuelto en las conmociones de la revolución industrial alemana del último tercio del siglo XIX, asiste maravillado a las conmociones de la revolución industrial norteamericana del mismo tiempo. Así Ratzel escribe Los Estados Unidos de Norteamérica (1870-80).[6]Aquí Ratzel, cuando vuelve a Europa, al decir de Weigert, “veía estos problemas con los ojos de un Gulliver que regresara del país de los gigantes” (p. 111). Y Ratzel traslada los grandes espacios americanos, como factores, a la península europea, y se pregunta ¿podrían romperse aquellos pequeños espacios? ¿Qué efecto podría tener ese traslado? Ratzel asumía un nuevo paradigma, que ya no era el de Inglaterra y Francia. Era Estados Unidos. Entonces acuña su “Ley de los espacios crecientes”. En 1896, en su nuevo ensayo Sobre las leyes del crecimiento espacial de los Estados es donde llega a una mayor sistematización. Todo va a culminar en su Geografía Política de 1897, reeditada y ampliada en 1902 con un agregado al título,Geografía de los Estados, el tráfico y la guerra. Ratzel muere en 1904.

Sintetizamos la visión que Weigert tiene de Ratzel en lo que nos atañe. “Todo esto es la explosión de la nueva visión global que se desarrolló en la época de las revoluciones industriales. Una época revolucionaria requeriría una visión dinámica e inquieta de la geografía” (p. 113).

Para Ratzel el espacio debe ser conocido, poblado, llenado políticamente, antes de alcanzar a ser poder. En la historia ese desarrollo comenzó primero por los espacios menores y luego fue progresando, creciendo hacia espacios mayores. Los grandes imperios antiguos alcanzaban tamaños que no podían sostener, frágiles en comunicaciones y en orgánico entrelazamiento y complejización. Podían fragmentarse fácilmente, recaer en dispersión aldeana, en localismo. Sólo con la revolución industrial, la complejidad e intercomunicación de economía, sociedad y cultura se imbrica de tal modo, que los “espacios crecientes” se vuelven irreversibles.

Las acciones histórico-universales que se han dejado sentir durante siglos tendrán lugar tan sólo cuando el crecimiento del espacio marcha paralelo con el crecimiento de la población políticamente organizada y firmemente arraigada en el suelo (p. 124).

Notas

[4]Ver François André Ysambert, Buchez ou l’age theologique de la sociologie. París, Cujas, 1967, capítulo IV, pp. 103 a 108.
[5]En Geopolítica. Generales y Geógrafos, ob. cit. Los números entre paréntesis en las citas siguientes corresponden a esta edición.
[6]Friedrich Ratzel, Die Vereinigten Staaten von Nordamerika, Munich, Oldenbourg, 1878-80.

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