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NICOLÁS MAQUIAVELO - EL PRÍNCIPE (8)



INTRODUCCIÓN



CAPITULO IV (2)

Por qué ocupado el reino de Darío por Alejandro, no se rebeló contra los sucesores de este después de su muerte

Sucederá lo contrario en los reinos gobernados como el de Francia. Se puede entrar allí con facilidad, ganando a algún barón, porque se hallan siempre algunos malcontentos del genio de aquellos que apetezcan mudanzas. Estas gentes, por las razones mencionadas, pueden abrirte el camino para la posesión de este Estado, y facilitarle el triunfo; pero cuando se trate de conservarle en él, este triunfo te dará a conocer infinitas dificultades, tanto por la parte de los que te auxiliaron como por la de aquellos a quienes has oprimido. No te bastará haber extinguido la familia del príncipe, porque quedarán siempre allí varios señores que se harán cabezas de partido para nuevas mudanzas; y como no podrás contentarlos no destruirlos enteramente, perderás este reino luego que se presente la ocasión de ello.
Si consideramos ahora de qué naturaleza de gobierno era el de Darío, le hallaremos semejante al del Turco. Le fue necesario primeramente a Alejandro el asaltarle por entero, y hacerse dueño de la campaña. Después de esta victoria, y la muerte de Darío, quedó el Estado en poder del conquistador de un modo seguro por las razones que llevamos expuestas: y si hubieran estado unidos los sucesores de este, podían gozar de él sin la menor dificultad; porque no sobrevino ninguna otra disensión más que la que ellos mismos suscitaron.
En cuanto a los Estados constituidos como el de Francia, es imposible poseerlos tan sosegadamente. Por esto hubo, tanto en España como en Francia, frecuentes rebeliones, semejantes las que los romanos experimentaron en la Grecia, a causa de los numerosos principados que se hallaban allí. Mientras que la memoria suya subsistió en aquel país, no tuvieron los romanos más que una posesión incierta; pero luego que no se hubo pensado ya en ello, se hicieron seguros poseedores por medio de la dominación y estabilidad de su imperio.
Cuando los romanos pelearon allí unos contra otros, cada uno de ambos partidos pudo atraerse una posesión de aquellas provincias según la autoridad que él había tomado allí: porque habiéndose extinguido la familia de sus antiguos dominadores, aquellas provincias reconocían ya por únicos a los romanos. Haciendo atención a todas estas particularidades, no causarán ya extrañeza la facilidad que Alejandro tuvo para conservar el Estado de Asia, y las dificultades que sus sucesores experimentaron para mantenerse en la posesión de lo que habían adquirido, como Pirro y otros muchos. No provinieron ellas del muchísimo o poquísimo talento por parte del vencedor, sino de la diversidad de los Estados que ellos habían conquistado.

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