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PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO - PAULO FREIRE (14)


Será en su connivencia con los oprimidos, sabiéndose uno de ellos -sólo que con un nivel diferente de percepción de la realidad- como podrán comprender las formas de ser y de comportarse de los oprimidos que, “alojando” al opresor cuya “sombra” introyectan, son ellos y al mismo tiempo son el otro. De ahí que, casi siempre, en cuanto no llegan a localizar al opresor concretamente, así como en cuanto no llegan a ser “conciencia para sí”, asumen actitudes fatalistas frente a la situación concreta de opresión en que se encuentran. (19)

A veces, este fatalismo, a través de un análisis superficial, da la impresión de docilidad, como algo propio de un supuesto carácter nacional, lo que es un engaño. Este fatalismo, manifestado como docilidad, es producto de una situación histórica y sociológica y no un trazo esencial de la forma de ser del pueblo.

Casi siempre este fatalismo está referido al poder del destino, el sino o del hado -potencias inamovibles- o a una visión distorsionada de Dios. Dentro del mundo mágico o mítico en que se encuentra la conciencia oprimida, sobre todo la campesina, casi inmersa en la naturaleza, (20) encuentra, en el sufrimiento, producto de la explotación de que es objeto, la voluntad de Dios, como si Él fuese el creador de este “desorden organizado”.

Dada la inmersión en que se encuentran los oprimidos no alcanzan a ver, claramente, el “orden” que sirve a los opresores que, en cierto modo, “viven en ellos”. “Orden” que, frustrándolos en su acción, los lleva muchas veces a ejercer un tipo de violencia horizontal con que agreden a los propios compañeros oprimidos por los motivos más nimios. (21) Es posible que, al actuar así, una vez más expliciten su dualidad.

Por otro lado existe, en cierto momento de la experiencia existencial de los oprimidos, una atracción irresistible por el opresor. Por sus patrones de vida. Participar de estos patrones constituye una aspiración incontenible. En su enajenación quieren, a toda costa, parecerse al opresor, imitarlo, seguirlo. Esto se verifica, sobre todo, en los oprimidos de los estratos medios, cuyo anhelo es llegar a ser iguales al “hombre ilustre” de la denominada clase “superior”.

Es interesante observar cómo Memmi, (22) en un análisis excepcional de la “conciencia colonizada”, se refiere, como colonizado, a su repulsión por el colonizador, mezclada, sin embargo, con una “apasionada” atracción por él.

La autodesvalorización es otra característica de los oprimidos. Resulta de la introyección que ellos hacen de la visión que de ellos tienen los opresores. (23)

De tanto oír de sí mismos que son incapaces, que no saben nada, que no pueden saber, que son enfermos, indolentes, que no producen en virtud de todo esto, terminan por convencerse de su “incapacidad”. (24) Hablan de sí mismos como los que no saben y del profesional como quien sabe y a quien deben escuchar. Los criterios del saber que les son impuestos son los convencionales.

Casi nunca se perciben conociendo, en las relaciones que establecen con el mundo y con los otros hombres, aunque sea un conocimiento al nivel de la pura “doxa”.

Dentro de los marcos concretos en que se paren duales es natural que no crean en sí mismos. (25)


Notas

(19) El campesino, que es un dependiente, comienza a tener ánimo para superar su dependencia cuando se da cuenta de ella. Antes de esto, obedece al patrón y dice casi siempre: ¿Qué puedo hacer, si soy campesino? (Palabras de un campesino durante una entrevista con el autor.)
(20) Véase Cándido Mendes, Memento dos vivos – A esquerda católica no Brasil, Tempo Brasileiro, Río, 1966.
(21) El colonizado no deja de liberarse entre las 9 de la noche y las 6 de la mañana. Esa agresividad manifestada en sus músculos va a manifestarla el colonizado rimero contra los suyos.” Frantz Fanon, Los condenados de la tierra, Fondo de Cultura, México, 1965, p. 46.
(22) Albert Memmi. “How could the colonizer look after his workers while periodically gunning down a crowd of the colonized? How could the colonized deny himself so cruelly yet make such excessive demands?  How could he hate the colonizers and yet admire them so passionately? (I too, felt this admration -dice Memmi- in spite of myself)”. The colonizer and the colonized, Beacon Pew, Boston. 1967. p. x.
(23) El campesino se siente  inferior al patrón porque este se le aparece como aquel que tiene el mérito de saber dirigir” (Entrevista del autor con un  campesino,)
(24) Memmi, op. Cit.
(25) ¿Por qué no explica el señor primero los cuadros? -dijo cierta vez un campesino que participaba  de un “círculo de cultura” al educador (se refería a las codificaciones)-. Así, concluyó, nos costará menos y no nos dolerá la cabeza.

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