TRIGESIMOSEGUNDA ENTREGA
27 / Quién ha de comprometerse en la obra de la contemplación
En primer lugar y sobre todo quiero dejar claro quién ha de emprender la obra contemplativa, cuándo es apropiado hacerlo y cómo ha de proceder la persona en cuestión. Quiero darle también algunos criterios para el discernimiento de esta obra.
Si me preguntas quién ha de emprender la contemplación, te contestaré: todos los que se han apartado sinceramente del mundo y han dado de lado las preocupaciones de la vida activa. Estas personas, aun cuando hayan sido durante algún tiempo pecadores habituales, se deberían entregar a fomentar la gracia de la oración contemplativa.
28 / Que el hombre no debe atreverse a iniciar la contemplación hasta haber purificado su conciencia de todo pecado particular según las ley de la Iglesia
Si me preguntas cuándo ha de comenzar la persona la obra de contemplación, te contestaré: no hasta haber purificado su conciencia de todos los pecados particulares en el sacramento de la Penitencia como prescribe la Iglesia.
Después de la Confesión seguirá existiendo la raíz y la tierra de la que brota el mal en su corazón, a pesar de todos sus esfuerzos, pero la obra del amor los curará cierta y totalmente. Por eso, esta persona deberá limpiar primero su conciencia en la Confesión. Pero, una vez que la hecho lo que la Iglesia prescribe, ha de comenzar sin miedo la obra contemplativa, pero con humildad, dándose cuenta de que ha tardado en llegar a ella. Pues, incluso los que no tienen conciencia de pecado grave, deberían emplear toda su vida en esta obra, ya que mientras estamos en estos cuerpos mortales experimentaremos la impenetrable oscuridad de la nube del no-saber que está entre Dios y nosotros. Además, y a causa del pecado original, sufriremos siempre el peso de nuestros errantes pensamientos, que tratarán de apartar nuestra total atención de Dios.
Este es precisamente el castigo del pecado original. Antes de pecar, el hombre era dueño y señor de todas las criaturas, pero sucumbió a la perversa sugestión de tales criaturas y desobedeció a Dios. Y ahora, al querer obedecer a Dios, siente la traba de las cosas creadas. Lo acosan como plagas arrogantes a medida que trata de llegar a Dios.
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