lunes

ENCUENTRO CON LA SOMBRA (El poder del lado oscuro de la naturaleza humana)

VIGESIMOCTAVA ENTREGA


6. EL DESCUBRIMIENTO DE LA SOMBRA EN LA VIDA COTIDIANA (2)


William A. Miller


Investigar nuestro sentido del humor y nuestras identificaciones

Un cuarto método para acceder a la sombra personal consiste en investigar nuestro sentido del humor y las respuestas que suscita en nosotros el humor. La mayoría de nosotros sabe que el sentido del humor suele evidenciar mucho más de lo que se ve a simple vista. Por otra parte, quienes rechazan y reprimen a la sombra suelen carecer de sentido del humor y se divierten con muy pocas cosas.

Veamos, por ejemplo, el viejo chiste de los tres curas de un pequeño pueblo que se reúnen en una especie de “grupo de apoyo”. A medida que transcurre el tiempo su amistad crece y aumenta su confianza. Cierto día deciden que ya tienen la suficiente confianza para confesar sus pecados más graves y compartir así su culpa. “Confieso que he robado dinero del cepillo” -dice el primero. “Eso no está bien -afirma el segundo prosiguiendo-. Mi principal pecado es el de haber tenido un asunto con una mujer del pueblo vecino”. Entonces, el tercero, después de haber escuchado las desdichas de sus compañeros, agrega: “Hermanos, debo confesaros que mi pecado es ser un terrible charlatán, y que ardo en deseos de salir de aquí!”

La mayoría de nosotros explicamos que este chiste nos hace reír porque es divertido pero lo cierto es que nos conecta con el aspecto sombrío del cotilleo y que lo que nos causa gracia es identificarnos con el placer que le aguarda al tercer cura difundiendo por el pueblo los pecados de sus colegas. Obviamente, nosotros sabemos que eso está mal y no desearíamos hacerlo pero, recordemos que la sombra es, entre otras cosas, lo que quisiéramos pero no osamos hacer. El hecho de que este chiste nos resulte divertido puede permitirnos así profundizar un poco la conciencia de nosotros mismos. Por otra parte, quien niega y reprime a su sombra no encontrará divertido el chiste sino que lo censurará agriamente. Tal persona concluirá, por ejemplo, que el chiste no tiene nada de divertido y que los tres curas deberían ser castigados por sus pecados.

Sabemos que es de mal gusto disfrutar con el dolor y el infortunio de los demás pero nos resultan muy divertidas las caídas de alguien que patina por vez primera sobre el hielo. En los albores de la historia del cine una de las escenas que más hacían disfrutar al público era el clásico resbalón sobre una piel de plátano. Nos reímos a carcajada limpia del cómico que nos cuenta sus adversidades. En todas estas situaciones el humor evoca risa como expresión de nuestro sadismo reprimido. No cabe la menor duda de que lo que despierta nuestro sentido del humor, aquello que nos resulta especialmente divertido puede contribuir a aumentar nuestro autoconocimiento.

En los acontecimientos deportivos -especialmente en las competiciones- podemos observar fácilmente la magnitud e intensidad de la sombra. En ese ámbito son alentadas e incluso aplaudidas conductas que en otro entorno resultarían censurables e incluso condenables. Ahí personas afables en otras circunstancias pueden gritar afirmaciones rayanas en la inducción al asesinato. En cierta ocasión fui a un combate de lucha a realizar una encuesta y tropecé con un grupo de ancianas cuya conducta me resultó tan fascinante que olvidé por completo lo que había ido a hacer. Se comportaron de un modo completamente “normal” hasta el momento en que los luchadores subieron al ring. Entonces se pusieron de pie cerraron los puños y comenzaron a vociferar expresiones vicarias de la agresividad de la sombra tales como: “¡Mata a ese sucio bastardo!” “¡No le dejes escapar!” “Rómpele los brazos!”

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