jueves

ALBERTO METHOL FERRÉ - LOS ESTADOS CONTINENTALES Y EL MERCOSUR

VIGESIMOSEGUNDA ENTREGA

CAPÍTULO 3

Los Estados-Nación Industriales (3)


a) El Estado-Nación, gozne de la sociedad agraria a la industrial (2)

El nacionalismo es un vasto factor homogeneizador, más allá de familias, clanes, fragmentaciones de culturas primarias. Es un gozne hacia los grandes espacios unificados que exige la sociedad industrial. Para Gellner nacionalismo e industrialización van de la mano convocándose el uno al otro:
La industrialización engendra una sociedad móvil y culturalmente homogénea que, como consecuencia, tiene unas expectativas y aspiraciones igualitarias de las que por regla general habían carecido las estable, estratificadas, dogmáticas y absolutistas sociedades agrarias anteriores (p. 101).
La comunicación, y por tanto la cultura, adquieren importancia nueva y sin precedentes. En efecto, la sociedad industrial, cuya esencia hoy nos es más fácil de percibir,
[…] ha llevado la división del trabajo hasta un límite nuevo y sin precedentes; pero mayor importancia que esto tiene que ha engendrado un nuevo tipo de división del trabajo: una división del trabajo que exige que los hombres que forman parte de ella estén preparados para poder cambiar de ocupación durante su existencia, y ni qué decir de una generación a otra. Estos hombres necesitan no sólo una cultura común, sino también que esa cultura sea alfabetizada y avanzada... La movilidad, la comunicación, la capacitación que origina el refinamiento de la especialización que impone el orden industrial por su sed de riqueza y de crecimiento obliga a que sus unidades sociales sean grandes, pero también culturalmente homogéneas. El mantenimiento de este tipo de cultura, inevitablemente desarrollada (por ser alfabetizada) requiere la protección de un Estado, de un agente —o más bien un conjunto de agentes— que mantenga el orden centralizado y que pueda reunir y dispensar los recursos necesarios tanto para sustentar una cultura desarrollada como para asegurar su difusión a toda la población, un logro inconcebible y que ni siquiera se planteó en el mundo preindustrial (p. 180).
Se comprende así cómo la era de la industrialización se volvió la era de los Estados-Nación, que fueron dejando atrás la era agraria, con sus Ciudades-Estados, señores feudales, aldeas autosubsistentes, o imperios multiétnicos por lo común desmesurados y relativamente frágiles. Hemos tomado la polaridad tipo de Gellner, pues en su claridad nos permite ver que la realidad latinoamericana que nos atañe es justamente el movimiento mixturado de diferentes modos e intensidades entre el polo agrario-urbano y el urbano-industrial. Los distintos tipos de mixtura de los dos polos permitirán caracterizar los distintos tipos de Estado-Nación y su posición de atraso o progreso en el movimiento hacia la sociedad industrial, que en nuestra terminología incluye a variados subtipos, incluso lo que algunos llaman sociedades pos-industriales. Para nosotros la sociedad informática sería una nueva forma y etapa de la sociedad industrial. Asunto de usos terminológicos.
La polaridad entre sociedad agraria e industrial no es sólo una comparación abstracta de diferencias, sino —en términos muy generales— una sucesión, un movimiento histórico de lo agrario a lo industrial. Una dirección en conjunto irreversible. Muestra así una de las direcciones más claras de la historia. Probablemente esta dirección integra el sentido de la historia. Aunque no sea ese el sentido mismo, que la rebasa.

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