martes

SUPLEMENTO DEL TALLER LITERARIO DE LIVERPOOL F.C. (6)


FEDERICO RODRIGO

SIENDO

Yo era tan normal que soñaba ser diferente.

Trastabillaba tras el estéril remiendo
de la rutina de cientos de tuercas
obstinadas a obedecer su propia lengua.

Ahora mi cordura se resquebraja acascaronada
como pan en el hambre de un niño
y las impunes e imprudentes manos del arte
asfixian la entrecortada respiración dela razón.

Hoy soy tan diferente que sueño ser normal.


GASTÓN RODRÍGUEZ FREITAS

EL FANTASMA

Madre, bajo el mugroso cobertizo del patio
Que amenaza caerse al primer descuido
Aguardo, despreocupado y firme,
Al rezongo de los vientos.

Ya no vibra tu voz en rabia desenvuelta
Poniendo en orden la antigua casa, los muebles
Los patios, barriendo y fregando y desecha
En cansancios de horas sin sueño

bajo la dispar negrura de los tangerinos
Te veo arrancar de raíz la mala hierba,
Regar las dalias, aflojar la endurecida tierra
En las macetas abandonadas

Madre, no llega tu voz porque la piense.
Pero llega sí mucho antes que el grito afónico de los perros
Y el estrépito estremecedor de los candados ciegos
En todas las rejas de esta ciudad inabarcable

Llega tu voz porque amanece fría la sangre en los tallos
Llega tu voz porque se adentra entrañablemente
Sobre atareados manteles de aderezar guisos humeantes
Y domeñar gastos para que den los números: tus quehaceres
para la diaria combustión de la vida.

Madre, hay días tan diferentes,
tan desafinadamente largos…
Que ya no se sabe estar en todas partes esperando
Y en todas las ventanas asomándose a mirar,
Mirar en todas las tasas negras del café instantáneo
Otros ojos, otras manos acarician mi memoria
las malpintadas paredes los cuadros las veinte puertas de esta casa.
Hasta que un día: fuente de fuego
Un día como cualquier día / aquí abajo /
Pese a la absoluta imposibilidad del milagro
Subsanado de espantos cotidianos, te encuentre allí
Me encuentren / hacia el otro extremo soleado del jardín
Ese que en secreto cultivaste durante años…

Madre, bajo el mugroso cobertizo del patio
Que amenaza caerse al primer descuido
Aguardo, despreocupado y firme,
Al rezongo de los vientos.

JOSÉ LUIS MACHADO

3 FANTASMAGORÍAS

1

Aquella noche, al final de la batalla, la mujer entró desnuda al templo. Se arrodilló, se persignó y apoyó sus manos en la empuñadura de su espada. Luego bajó la cabeza y presionó su frente contra el dorso de sus manos. Comenzó a orar en un antiguo idioma gaélico de pocas palabras y muchos significados. Del filo de la espada brotó sangre plateada y se formó un círculo líquido bajo su cuerpo. Al caer la última gota ella abrió los ojos y continuó con sus rezos pero en un tono más profundo y el techo se abrió en cuatro. Entonces, el fluido comenzó a ascender y en el aire fue tomando forma de rostros apacibles que a medida que desaparecían en el cielo iban declamando: Así sea. Así sea.

2

La aparición de la comarca, en el jardín botánico de los helechos rojos, construido por los primeros habitantes a principios del siglo XIX, sigue con la antigua tradición. Cuando despunta setiembre varias veces al día aparece el espectro de Adella Fraellech, quien para no envejecer, vendió su alma a las hadas del pasto. El sensual y atractivo fantasma tiene la costumbre de pasearse medio desnudo y perfumado en jazmines, y provoca en quién la ve, lo mismo que la primavera le hace a las flores. 

3

Una chica tenía la mirada tan encontrada que de una ojeada podía localizar todos los objetos perdidos de una habitación.

Tampoco tenía trabajo para encontrar sus recuerdos, le bastaba con verse al espejo una vez. Si se tomaba el trabajo entraba a la biblioteca y podía encontrar todos los libros perdidos y aun más podía acertar las palabras que le faltaban a los diccionarios. Esto les parecía muy práctico a familiares y amigos.

Un día la chica se sentó en el rincón más soleado de la vereda y miró intensamente a las personas que pasaban.

Todas ellas comenzaron a encontrar cosas. Se agachaban baldosas por medio y hallaban monedas y otros objetos de más valor. Al poco rato dos amantes separados por la distancia y el tiempo corrieron el uno hacia el otro y se encontraron en un beso profundo. Un hombre que siempre estaba triste y solo sentado en el único banco sano de la plaza encontró su sonrisa. Y una mujer que hacía pocos días había perdido a su hijo miró el cielo y lo halló en una nube. A los de la casa de enfrente les tocó encontrar las ventanas y las abrieron para descubrir el afuera.

Desde entonces la chica de la mirada encontrada viaja y va encontrando con sus ojos bien abiertos los rincones perdidos del país.


TIROS LIBRES / 2

Era el año 1976, en el Reino Unido, moría Agatha Christie, escritora británica, conocida como la "reina del crimen". La madre del personaje literario Hércules Poirot. En España el rey Juan Carlos I nombraba a Adolfo Suárez como nuevo presidente. En Canadá, con la presencia de 92 países y 6.189 deportistas, se inauguraban las XVIII Olimpiadas de la Era Moderna. El 24 de junio, nacía la madre de mis hijos y mujer de mi vida. Yo tenía 2 años de edad y el que me contó esto, mi padre, tenía 23. Aunque era hincha de Peñarol, siempre iba a ver a Liverpool. Fue un sábado de los tantos que disfrutó allá, en la cuchilla.


Resulta que el juez era malísimo. “Más malo que tomar agua sudando” decía mi viejo. Y claro siempre hay alguien que le grita cualquier disparate. Cuervo ¿Qué estará haciendo tu mujer ahora? Metete el pito en el… Etc. Pero aquel día un veterano estaba empecinado en gritarle: ¡Carnero! ¡Carnero! ¡Carnero!.

El anciano estaba ahí sentado en la grada, con los pies descalzos sobre los zapatos elegantemente gastados, su gorra marrón ya deforme, su bigote blanco y sus arrugadas manos sosteniendo un paraguas viejo de bastón, cuyo mango estaba envuelto con un paño limpio lleno de las marcas propias del uso de años; sus pantalones, que arremangados dejaban libres sus pantorrillas, una camisa clara con deshilachados del tiempo, bien abotonada, y un chaleco de pana, cortado seguramente a mano; abajo amanecía una camiseta del club, sana aunque desteñida. Parecía que miraba la nada y a su vez no se perdía detalle, desde la precisa y envidiable perspectiva que da le a uno la experiencia.

De pronto estallaba.

A cada rato y siempre en tríadas. En determinado momento se acercó un policía y le llamó la atención. –Déjese de gritar Carnero o lo saco de la cancha. El veterano acató y se sentó un rato. En una se levantó con un brillo en la cara y comenzó a gritar: ¡Juez, juez, juez! ¿Se acuerda cuando en la huelga nadie entraba a trabajar y usted si?

Yo tenía 2 años de edad y el que me contó esto, mi padre, tenía 23.
Aunque era hincha de Peñarol, siempre iba a ver a Liverpool.

Fue un sábado de los tantos que disfrutó allá, en la cuchilla.

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