jueves

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS - CLARISSA PINKOLA ESTÉS


NONAGÉSIMA ENTREGA

CAPÍTULO 9


La vuelta a casa: El regreso a sí misma

La prolongación excesiva de la estancia (3)

La liberación, la inmersión (1)

¿Qué es el ansia de hogar? Es el instinto de volver, de ir al lugar recordado. Es la capacidad de encontrar tanto de día como de noche el propio hogar. Todas sabemos cómo regresar a casa. Por mucho tiempo que haya transcurrido, sabemos encontrar el camino. Caminamos de noche cruzando tierras extrañas y tribus desconocidas sin ningún mapa, preguntando a los viejos personajes que encontramos por el camino: "¿Por dónde se va?"

La respuesta exacta a la pregunta "¿Dónde está el hogar?" es más complicada, pero se trata en cierto modo de un lugar interior, de un lugar del tiempo más que del espacio, en el que una mujer se siente entera. El hogar está allí donde un pensamiento o un sentimiento se puede conservar sin que se interrumpa o nos sea arrebatado porque otra cosa exige nuestro tiempo y nuestra atención. A lo largo de los siglos las mujeres han encontrado miles de maneras de tenerlo y crearlo, aunque sus deberes y sus tareas fueran interminables.

Lo aprendí por primera vez en la comunidad de mi infancia, donde muchas piadosas mujeres se levantaban antes de las cinco de la madrugada y con sus largos vestidos oscuros atravesaban el gris amanecer para arrodillarse en la fría nave de la iglesia, con la visión periférica cortada por las babushkas que se echaban sobre la cabeza. Allí hundían el rostro en las enrojecidas manos y rezaban, le contaban a Dios sus cosas y se llenaban de paz, de fortaleza y de perspicacia.

Muchas veces mi tía Katerin me llevaba consigo. Una vez le dije:

-Qué tranquilo se está aquí y qué bonito es.

Ella me guiñó el ojo y me hizo señas de que callara.

-No se lo digas a nadie; es un secreto muy importante.

Y así era en efecto, pues, el camino hacia la iglesia al amanecer Y el oscuro interior del templo eran los dos lugares de aquella época en que estaba prohibido molestar a una mujer. Es justo que las mujeres se esfuercen por salir, se liberen, tomen, hagan, conspiren y afirmen su derecho a regresar a casa. El hogar es un estado de ánimo continuado o una sensación que nos permite experimentar sentimientos no necesariamente manifestados en el mundo exterior asombro, visión, paz, liberación de las preocupaciones, de las exigencias, de los constantes parloteos. Todos estos tesoros del hogar se tienen que almacenar en la psique para su posterior utilización en el imundo de arriba.


Aunque hay muchos lugares físicos a los que una puede ir para "sentir" su regreso a este hogar especial, el lugar físico propiamente dicho no es el hogar; es tan sólo el vehículo que mece al ego para que se duerma mientras recorremos el resto del camino solas. Los vehículos que utilizan las mujeres para regresar a casa son muchos: la música, el arte, el bosque, la espuma del mar, el amanecer, la soledad. Todos ellos nos conducen al nutritivo mundo interior del hogar que posee sus propias ideas, su orden y su sustento.

El hogar es la prístina vida instintiva que funciona tan suavemente como un eje que se desliza sobre su engrasado cojinete, donde todos los ruidos suenan bien, la luz es agradable y los olores nos tranquilizan en lugar de alarmarnos. La manera en que una pase el tiempo a la vuelta no tiene importancia. Lo esencial es cualquier cosa que revitalice el equilibrio. Eso es el hogar.

Allí no sólo hay tiempo para meditar sino también para aprender y descubrir lo olvidado, lo abandonado y lo enterrado. Allí podemos imaginar el futuro y  examinar también los mapas de las cicatrices de la psique, averiguar sus causas y adónde iremos a continuación. Tal como escribe Adrienne Rich a propósito de la recuperación del Yo en su evocador poema "La inmersión en los restos del naufragio" (14):

Hay una escalera de mano.
La escalera de mano siempre está ahí
colgando inocentemente
cerca del costado de la goleta...
Desciendo...
Vine para explorar el naufragio...
Vine para ver los daños que ha habido
y los tesoros que se han conservado...

Lo más importante que puedo decir acerca del momento más oportuno de este ciclo del regreso al hogar es lo siguiente: Cuando es la hora, es la hora. Aunque la mujer no esté preparada, aunque las cosas no estén hechas, aunque hoy tenga que llegar el barco. Cuando es la hora es la hora. La mujer foca regresa al mar, no porque le apetece, no porque hoy es un buen día para ir, no porque su vida está limpia y ordenada; no existe ningún momento limpio y ordenado para nadie. Se va porque es la hora y, por consiguiente, se tiene que ir.

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