jueves

ALBERTO METHOL FERRÉ - LOS ESTADOS CONTINENTALES Y EL MERCOSUR


VIGÉSIMA ENTREGA

CAPÍTULO 3

Los Estados-Nación Industriales (1)

Nuestro asunto implica el despliegue de la Revolución Industrial sobre los mundos agrarios. No son ya los viejos mundos “agrario-urbanos” anteriores a ella, sino en la medida que empiezan a conectarse con la Revolución Industrial. Los mundos pre-industriales solo nos interesan en su conexión real con los mundos industriales. Pues una cosa son los mundos agrarios y otra estos mismos mundos agrarios vueltos parte dependiente de los mundos industriales. La onda progresiva industrializadora comenzó justamente ya poco antes del siglo xix con el primer Estado Nacional Industrial, Gran Bretaña, seguida luego por Francia, y estos dos serán los poderosos paradigmas de los Estados-Nación Industriales que les sigan hasta comienzos del siglo xx, como Alemania, Italia y Japón. Con lo que tenemos ya cinco de los integrantes del G-7 contemporáneo; el grupo de los Estados que forman hoy la sociedad mundial más exclusiva y determinante.
La aparición de los dos primeros Estados-Nación Industriales es también esencial en el destino de América Latina. Pues su lucha, que dirime lo que se ha llamado la “segunda guerra de los cien años” entre Inglaterra y Francia, determinó el arrasamiento de España y Portugal y precipitó por ende la independencia de América Latina, también en las décadas primeras del siglo xix. Pasamos de la periferia del centro metropolitano español y portugués, a la del centro metropolitano británico, secundariamente de Francia y luego de Europa Occidental. De Estados Unidos de Norteamérica, por su caso excepcional y anticipador, hablaremos más adelante.
América Latina con su independencia pasa del eje ibérico a la periferia agraria de los Estados-Nación Industriales emergentes entonces. Allí debe comenzar nuestra recapitulación histórica. Es el punto de partida obligado. Nuestra entrada en la era de la Revolución Industrial fue como una de sus contracaras agrarias; así entramos paradójicamente en ella. Todavía no hemos superado completamente esa paradoja, que significa nuestro retraso. En la segunda mitad del siglo xx llegamos en áreas a una “industrialización derivada” ponderable, pero no alcanzamos aún una endógena “industrialización creativa”, propia de los países de vanguardia, los protagonistas principales.
De tal modo, usando para el ayer un lenguaje de hoy, ya desde el tiempo de la Independencia comienza la tensión desarrollo-subdesarrollo, la gran dinámica conflictiva histórica que traza una divisoria móvil y dramática de las nuevas asimetrías económico-científica-tecnológicas que escinde el proceso de globalización moderna iniciado por Colón, Vasco da Gama y Magallanes-Elcano, especialmente con el salto de la Revolución Industrial. Este proceso, de distintas etapas, de una globalización escindida por dentro, alcanza a nuestros días. Se entiende, formas nuevas de una intensidad globalizadora creciente. La globalización comenzó antes que la Revolución Industrial, pero se ha acelerado extraordinariamente desde hace dos siglos,[1] particularmente en estos años noventa, variando y aun agravando sus escisiones internas. También modificándolas.

Notas

[1] En realidad, fue en la Cristiandad latino-germana de los siglos xi al xiii que se inició la primera revolución industrial europea, junto con la emergencia de las ciudades medievales y la escolástica de Alberto Magno y Roger Bacon. La investigación de los últimos cuarenta años lo ha mostrado así, con Lynn White, Jean Gimpel, Carlo Cipolla y tantos otros. Este fue el primer salto cualitativo de Occidente, que pudo alcanzar entre otros aspectos la superioridad tecnológica naval y militar, que abrió paso a la política mundial de Portugal y Castilla. Esta primera revolución industrial también puso las condiciones para el doble salto siguiente, el de la revolución científica de la constitución de la física–matemática, con Galileo, Descartes y Newton, y el de la revolución industrial maquinista inglesa, que se unificarán indisolublemente en el curso del siglo xix. No trataremos los enlaces de este origen con nuestra cuestión, pues no viene a cuento en el marco de nuestro trabajo. La segunda revolución industrial (inglesa) es, a nuestros efectos, la primera. La revolución industrial medieval puso las bases modernas pero su poder de transfiguración productiva no pudo emerger arrolladoramente sobre los mundos agrarios. No tuvo ni la velocidad ni la productividad de la segunda revolución industrial, la inglesa. A cada paso, la aceleración es mayor.

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