(reportaje recuperado de El País)
Conversar con China Zorrilla es una empresa incontrolable; ochenta y nueve años de recuerdos y hábitos se apoderan del timón. A la media tarde de un lunes inesperadamente caluroso, sentada a la penumbra del living de su apartamento porteño -un contrafrente que da a un pequeño jardín en el barrio Recoleta-, mientras una mano revuelve un café y la otra juega entre galletitas, China habla de lo que quiere hablar y vuelve una y otra vez sobre los temas que la envuelven, sobre las memorias que la cautivan. Pero no hay exposición que en su boca pierda gracia. Solo ella interrumpe su relato para levantarse de su silla y perderse en una búsqueda de pruebas materiales. Un cajón rebosante de fotos, recortes de diario y cartas la distraen mientras maneja la situación a su antojo con una naturalidad tan inconsciente que, de repente, la entrevista se difumina al punto de parecerse más a la visita a una abuela dulce, desfachatada y entrañable.
Si fuera necesario presentarla, un resumen podría detallar que Concepción Zorrilla de San Martín, más conocida como "China", es una de las actrices más prestigiosas del Río de la Plata, con alrededor de 35 películas, decenas de programas de televisión e incontables obras de teatro en su currículum. Pero su figura trasciende cómodamente la dimensión actoral. Hija de José Luis, escultor de obras como el Monumento al Gaucho o el Obelisco montevideano, y nieta de Juan, escritor de clásicos de la literatura uruguaya como La leyenda patria o Tabaré, combina una cuna de alcurnia con la espontaneidad que brinda el contacto con la calle. Su simpatía sin límites logra que nunca desentone; ella se siente confortable cualquiera sea el decorado.
Su anecdotario personal es infinito, multicolor, como de quien ha vivido diez vidas en una. Además de su Montevideo natal y su Buenos Aires adoptiva, residió en París, Londres, Nueva York y Madrid. En su agenda telefónica han figurado desde Dustin Hoffman hasta Diego Maradona. Se junta a tomar cafecitos con la presidenta argentina, Cristina Fernández (una foto junto a Néstor Kirchner se destaca sobre el piano de su sala), y con el primer mandatario uruguayo, José Mujica, pero también ha sabido almorzar en un asentamiento, invitada por un taxista porteño como forma de agradecerle un préstamo monetario que ella decidió realizarle tras una breve charla como pasajera. Cuando se le recuerda la historia, se detiene en la confianza. "Me trajo la plata y fui a almorzar a la casa, no me olvido más. En una especie de conventillo, estaba con la mujer y los dos hijos. Hizo un churrasquito con unas papitas y ese fue el agradecimiento; era todo lo que podía hacer conmigo... Muchas veces la gente está como pidiendo algo y no pide tanto que no le podamos dar. Yo no me sentía heroica porque le había dado aquel dinero, no me acuerdo cuánto era. Pero me lo trajo. Siempre le tuve fe a la gente y hasta ahora nunca me arrepentí".
Sus dos frases de cabecera, que descubren su condición de creyente, aparecen en cuanta nota se le realice: "Ama al prójimo como a ti mismo" y "Hay que echar a los mercaderes del templo". Para ella, más que palabras, son un axioma. "Cuántos males hubo en el mundo donde la culpa la tuvo el dinero. No se acaba la lista. Y es un enemigo difícil de vencer. Desgraciadamente es así. Yo te juro por Dios que no tengo ni la menor idea de la plata que tengo...". Las palabras todavía flotan cuando de repente la mirada de China queda fijada en Flor, su perrita Yorkshire, que durante parte de la entrevista remolonea sobre la mesa. Entonces el tema cambia sin aviso. "Entre un perro y un ser humano puede generarse una relación de ternura, de afecto… Yo quiero llevar perros a las cárceles. Cuando tenés un perro, después de un tiempo, le hablás, y de alguna manera el perro te contesta. ¿Verdad, Flor? Mirá, ahora no me da bola porque sabe que me voy, está enojada conmigo. ¿Me querés, Flor? ¿Me querés, de veras?", pregunta con ternura al tiempo que acaricia a la mascota responsable, dice ella, de que ya nunca se sienta sola.
La soledad es otro de los temas que la ocupan. Más adelante hablará, sin preguntas previas, casi por inercia, sobre los amores que no fueron. Pero como con casi todo, también al respecto atesora una anécdota risible. Una vez, parada en la puerta del teatro, vio a un anciano que pasaba por la calle "con tal cara de soledad" que decidió entablarle una conversación preguntándole si acaso no se conocían de algún lado. Sorprendido, él le dijo que no, que ojalá así fuera, a lo que ella contestó: "Bueno, ahora me conoce. ¿No piensa entrar a ver la obra?". Él le explicó que era jubilado y no tenía dinero para la entrada, entonces ella lo invitó. El registro de aquel breve encuentro salta en la letra S de su agenda: "Sergio, viejo solitario vereda de Santa Fe".
El señor S se convirtió así en vecino de página de Greta Garbo, a quien China también mantuvo agendada un buen tiempo, aunque esa vez al número lo sacó de la guía durante su estadía en Estados Unidos. Sólo en una ocasión la llamó, no se animó a hablarle y cortó. Se ríe al recordarlo.
Quizás por aquel entonces todavía faltaba para que desarrollara una audacia periodística que la llevó a desempeñar ese oficio durante un breve período. Escribió para el diario El País y realizó entrevistas para televisión. Alguna reliquia documental que versa sobre esa época vaga en Internet: quien busque "China Zorrilla y Freddy Mercury" en YouTube se topará con la actriz entrevistando al líder de Queen para el programa Videoshow, en una visita que la banda británica realizó al estadio de Vélez en Buenos Aires, en 1981.
El mismo sitio web regala a los internautas un episodio mucho más reciente y pintoresco: entre los videos protagonizados por la actriz que se enlistan en la red, uno de los más vistos es el que la muestra fastidiando con notable gracia a Mirtha Legrand, al atender el celular en medio de un almuerzo televisivo y cruzarse frente a cámara tal como si fuera un estipulado paso de comedia.
Y el anecdotario sigue abierto. Actualmente, con 89 años, China forma parte del ciclo itinerante "Teatro para todos", auspiciado por el Ministerio de Cultura porteño, dentro del que encabeza la obra Las d`enfrente, que todos los martes y viernes se presenta en distintas salas de Buenos Aires.
En su piso de la calle Uruguay, donde se ubicaron todas sus residencias en Argentina - "¿podés creer?", repite ella como incrédula, al marcar una coincidencia que la acompaña hace 40 años-, rodeada de premios, obras de su padre y un piano que más tarde se animará a tocar, se las arregla para conjugar verbos en todos los tiempos posibles.
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¿Tiene idea de la cantidad de reconocimientos que acumula?
¡Acumulo años! ¿Sabés la edad que tengo? Además estoy en un país que no es el mío, yo soy uruguaya. Vine a hacer una cosa y aquí me tenés. Pero me emociona cómo me miman los argentinos.
Ha dicho que los mejores papeles de su vida son los que ha tenido de mayor. Hoy, ¿en qué se fija para aceptar un trabajo?
Lo que yo hago mejor no lo he podido hacer mucho porque no te lo ofrecen muy seguido. Pero considero que soy una actriz cómica. Sé hacer reír sin la puteada, sin el desnudo. Yo admiré a Chaplin, que hizo reír a no sé cuántas generaciones sin jamás decir una mala palabra ni un chiste de doble sentido, simplemente con humor. Creo que eso es lo que hago mejor. Si está bien escrita la obra, no tenés que estar a las puteadas, como a veces que me da vergüenza ir al teatro. Pero me sigue gustando, no lo dejaría por nada en el mundo. Y no puedo pensar, en una vida que yo hubiera podido aceptar, nada que no fuera lo que hago. Ahora estamos haciendo Las d`enfrente, que es teatro leído (todos los actores salen a escena con el guión en la mano). Al final aúllan de lo que se ríen y no hay doble sentido. La gente quiere como jugar a algo y el teatro es un juego. Un juego inteligente.
¿Hay alguien con quien le gustaría compartir escenario y todavía no tuvo la oportunidad?
Me gustaría alguna vez trabajar con Alfredo Alcón. No por lo que hace ahora, sino porque la primera vez que lo vi dije: "Yo quiero estar en un escenario y que este hombre me obligue a hablar con él, un diálogo de los dos". Lo conozco poco y lo veo de cuando en cuando, por ahí lo llamo y lo felicito porque lo vi hacer alguna cosa. Y hay un actor acá que la gente no se da cuenta hasta qué punto tiene el don, que es (Guillermo) Francella. Es pícaro, capaz de sugerir con una cara una cosa escandalosa que no te ha dicho, no necesita una mala palabra, es un pícaro que juega con el público, de pronto esperás una cosa subida de tono que no es. Cuando está trabajando él, no miro a los demás, y ese es el buen actor.
Usted lleva un diario personal. ¿Publicaría sus memorias?
Mirá, hace poco encontré uno de mis artículos y sabés que me gustó lo que digo y no me acuerdo dónde lo dejé. A veces cuando hago un comentario de una obra de teatro me dicen ¿por qué no escribís esas cosas? En una época lo hacía... Yo podría escribir unas buenas memorias, pero no sé si podrían sacarme del teatro. Además, si hubiera tenido el amor más grande con la persona más fantástica. Pero soy de la generación de los que no hablábamos de eso. Admiro hoy en día cuando de golpe una mujer cuenta su vida privada. Para mí es como mirar por el ojo de la cerradura.
Siempre se le ha preguntado mucho por qué no se ha casado, por qué no tuvo hijos...
Porque yo siempre fui muy enamoradiza y en Montevideo, que todos nos conocemos, todos saben por qué no me casé. Fue porque se murió una persona que yo quise toda mi vida. En Montevideo, que somos tan pocos, si alguien me pregunta eso la gente le hace señas al que me pregunta. Es de las cosas que tengo guardadas. Tengo una foto de él en mi cuarto. Como cosa original, yo no soy muy fisiquera, no me enamoro de alguien porque es hermoso, pero cuando se murió en Uruguay, salió en un diario en París: "Hoy se murió en Uruguay el hombre más lindo del mundo". Tengo una foto de él en mi cuarto que no es buena. Y este cuento nunca me gusta terminarlo... Pero no hago cuestión de eso. No lo puedo explicar. Nadie puede explicar a otro lo que es estar enamorada. Si estuviste enamorada lo entendés, pero si no, no hay palabras. No se escribieron las palabras para contar lo que es amar a alguien. Yo no podía entrar con él a comer a ningún lado, porque la gente se lo quedaba mirando… ¡Y tengo una mala foto de él en mi cuarto! Era impresionante.
Una cosa rara. China sigue hablando de amor. Repite que fue la única de sus cinco hermanas que no se casó, acota al pasar uno de sus únicos romances conocidos (con el actor estadounidense Danny Kaye) y se ríe al asegurar que "solterona" es un buen insulto. Pero la conversación gira nuevamente, esta vez hacia sus incursiones en el periodismo, y ella se levanta decidida a encontrar "ese artículo". "Dejame buscar... ¿dónde estará?", dice, y vacía un cajón sobre la mesa que enseguida desborda de fotos, recortes y cartas, algunas hasta sin abrir.
"Mirá esto (lee de una página de diario): `China Zorrilla es la responsable de que en La mujer del año Susana Giménez le cante a Perón y a Monzón` (recita los versos). Le cantaba esto a Susana para hacerla rabiar". Enseguida agarra una foto: "Esta era yo cuando era chiquita, ¿viste qué gorda?". Saltarina entre tanto estímulo, la atención se desvía hacia una pequeña esquela. "Un día me vinieron a ver y les dijeron `China no está`, entonces me dejaron esto por debajo de la puerta", se sonríe, al tiempo que revolea el pedazo de papel en el que se lee: "Puede irse a la mierda, vieja de mierda".
¿Por qué guardó eso?
Porque me hace gracia. Qué te parece, tiene la intensidad de una carta de amor.
¿Cómo es un día suyo?
A mí me pasa una cosa muy rara: me divierte estar viva. Le saco jugo a todo lo que me pasa.
Pero, ¿sale o es más casera?
Soy muy casera y de noche salgo siempre a algún lado. Soy salidora nocturna. Fui actriz toda mi vida acostándome tarde. Si después de comer sigo acá y no salgo a la calle me vuelvo loca.
¿En Uruguay va al teatro?
Mirá… no me hables del Uruguay que me pregunto dónde queda. ¡Hace tanto que no voy!
Pero estuvo allá el mes pasado, por su cumpleaños.
Bueno, voy un día, medio día.
¿No tiene tiempo?
No… hay ciertas cosas que te van diciendo "te estás pasando". Voy a Montevideo y me canso, entonces los invito a venir. Siempre tengo la casa llena de uruguayos.
Y ahora, aparte de la obra actual, ¿tiene ganas de hacer otra?
Sí, quiero hacer una comedia y ver en la platea a 50 o 60 personas riéndose. Nada más que eso.
Será que tan mimetizada está la vida de China Zorrilla con el teatro que algunos episodios de su vida parecen escritos por un guionista de comedia. Casi un gag es, por ejemplo, la anécdota que narra cómo conoció a la presidenta argentina, Cristina Fernádez. "Un día mi sobrina me dice: `¿Es verdad que conocés a la presidenta?` Y yo le miento: `Sí, somos íntimas. La llamo por teléfono, si querés`. Y no me preguntes por qué tenía el teléfono de la Casa Rosada. Llamo, digo que soy yo y me atiende ella. ¿Podés creer ese cuento? ¡Me atendió! Yo creí que era un chiste, que no podía ser".
Después de esa primera charla, ¿se han reunido?
¡Sí!
Usted comentó que le tomó cariño a la pareja presidencial…
Sí, yo creo mucho en mi piel. A veces me preguntan por qué soy amiga de Fulano y yo no sé, pero después de años me doy cuenta por qué, por qué pasó algo, dijo algo o yo viví algo… Sí, es una mujer que te inspira cariño. Ella lloraba por las cosas que habían pasado en Argentina. A mí me inspira confianza Cristina. Y pienso en casi la ironía de esa muerte. La llamo a veces. Ella se preocupa por todo lo que está pasando. Está al tanto de todo. Y él era encantador. Es uno de esos misterios… Yo me muero si se me muere un marido como le pasó a ella.
En febrero también la vino a visitar José Mujica, luego que usted dijera que tenía muchas ganas de conocerlo...
No te puedo explicar mi asombro al verlo sentado ahí. Se quedó mucho rato. Y de repente me dice: "Se me ha hecho tarde" y lo fui a despedir. Se corrió la voz de que había venido y mientras él estaba acá, en la vereda estaba "así" de gente esperando que saliera, porque parece un personaje inventado. ¡Te juro, parece inventado! Es un tipo que se sienta ahí y parece que tuviera la letra dada. Y cuando salió afuera -no se me había ocurrido nunca eso, qué hace que alguien sea popular- estaba lleno de gente esperándolo. Parece inventado por un dibujante, vos viste, ¿no? Un día le preguntaron qué tenía de bienes y él mencionó la chacra, el auto y le dicen: "¿Nada más?" y él contesta: "¿Para qué más?". Parece inventado de estos chistes de las revistas.
En enero pasado, entrevistado por Orlando Petinatti en el programa radial Malos pensamientos, Carlos Perciavalle aseguró que, en 1970, él y China Zorrilla vieron a Adolf Hitler en Argentina. De acuerdo al actor, por entonces ambos se encontraban en Bariloche presentando Canciones para mirar, de María Elena Walsh, y se hospedaban en el hotel El Casco, cuando un empleado del lugar les anunció que el dueño quería saludarlos. "Nos llevaron afuera y nos enfrentamos a un muro de 25 metros de altura, se abrió el portón y aparecieron doce perros Doberman que nos dejaron petrificados. Entramos a una casa gigantesca que estaba llena de alemanes y sentados en el centro estaban Hitler y Eva Braun. China y yo nos quedamos mudos. Hitler seguía teniendo los bigotes como siempre, nos miramos con pánico y huimos rápidamente. (...) Nunca hablamos de esto", aseguró. Si bien la declaración repercutió de inmediato en decenas de medios de la región, la actriz no se había pronunciado públicamente al respecto.
China, ¿escuchó lo que dijo Perciavalle?
Contame. ¿Qué dijo Carlitos?
Que una vez, en 1970, estando con usted, les pareció haber visto a Hitler.
Sí. Yo nunca hablo de eso. Entre Carlitos que siempre es tan conocido por los cuentos que hace y yo que tengo dos mil años y estoy contando estas cosas raras que me pasan en la vida... Es un episodio que quiero sacar de mi vida, porque no sé… Tanta gente me preguntó. Y Carlitos me dijo: `¿Pero no te acordás?` Y yo no quiero acordarme y que haya sido cierto. Y no quiero acordarme y pensar que estoy inventando todo. ¿Te das cuenta? Tengo eso sin resolver. No estoy segura. Y después me veo preguntando a la gente, que dice: `Claro si en esa época es cuando Hitler estaba huyendo de no sé dónde`, y no sé si me lo inventan. Hay tantas cosas imposibles en este mundo. Carlitos es muy imaginativo, pero no puede hacer un chiste sobre eso. Podés decir que viste a Juan Pérez por la calle, pero no a Hitler. Es ir muy lejos con la fantasía. Carlitos no es bobo. Él está convencido de que lo vio. En un hotel… ¿Cómo es la historia que cuenta?
Que estaban en un hotel de Bariloche, entraron a una sala, y lo vieron a Hitler con Eva Braun...
Carlitos es muy inventivo, una vez que dice una cosa que es verdad no le cree nadie. Si lo dice (Federico) Luppi le creemos todos, pero a Carlitos qué le vas a creer. Es tan inventador de historias. Pero es un tema sobre el que no quiero volver a entrar, porque tengo miedo de que haya sido Hitler. Te juro que no sé si es verdad o no.
2 comentarios:
China Zorrilla será homenajeada en la 28ª edición del día del patrimonio de 2022 que se celebrará en octubre.
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