jueves

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS - CLARISSA PINKOLA ESTÉS



SEPTUAGESIMOCTAVA ENTREGA

CAPÍTULO 8

El instinto de conservación:

La identificación de las trampas, las jaulas y los cebos envenenados

La mujer fiera (5)

Las trampas

Trampa 8: La danza descontrolada, la obsesión y la adicción

La anciana ha cometido tres errores de juicio. A pesar de que, en la situación ideal, tendría que ser la guardiana y la guía de la psique, está demasiado ciega para ver la verdadera naturaleza de los zapatos que ella misma ha comprado.

No puede ver la emoción de la niña ni la personalidad del hombre de la barba pelirroja que acecha en la proximidad de la iglesia. El viejo de la barba pelirroja dio unos golpecitos a las suelas de los zapatos de la niña y aquella vibración puso en movimiento los pies de la niña y ahora ésta baila, baila con entusiasmo, pero lo malo es que no puede detenerse. Tanto la anciana, que debería actuar como guardiana de la psique, como la niña, que tendría que expresar la alegría de la psique, están separadas del instinto y del sentido común.

La niña lo ha probado todo: adaptarse a la anciana, no adaptarse, robar subrepticiamente, "ser buena", perder el control y alejarse bailando, recuperar la compostura e intentar volver a ser buena. Aquí su intensa hambre de alma y de significado la obliga una vez más a tomar los zapatos rojos, ajustarse la hebilla e iniciar su última danza, una danza hacia el vacío de la inconciencia.

Ha normalizado una vida cruel y reseca, despertando en su sombra un anhelo todavía más grande por los zapatos de la locura. El hombre de la barba pelirroja ha despertado algo, pero no es la niña sino los zapatos del tormento. La niña empieza a girar y va perdiendo su vida de una manera que, como las adicciones, no le produce riqueza, esperanza o felicidad sino traumas, temor y agotamiento.

No hay descanso para ella. Cuando penetra dando vueltas en el cementerio, un temible espíritu no le permite entrar y pronuncia una maldición contra ella: "Bailarás con tus zapatos rojos hasta que te conviertas en un espectro, en un fantasma, hasta que la piel te cuelgue de los huesos, hasta que no quede nada de ti más que unas entrañas que danzan. Bailarás de puerta en puerta por todas las aldeas y llamarás tres veces a todas las puertas y cuando la gente se asome para ver quién es, te verán y temerán que les ocurra lo mismo que a ti. Bailad, zapatos rojos, seguid bailando."

El temible espíritu la encierra de esta manera en una obsesión tan fuerte como su adicción. La vida de muchas mujeres creativas ha seguido esta pauta. En su adolescencia, Janis Joplin intentó adaptarse a las costumbres de su pequeña localidad. Después se rebeló un poquito, subió a las colinas por la noche y cantó en ellas en compañía de "gentes del mundillo artístico". Cuando la escuela llamó a sus padres para informarles de la conducta de su hija, la joven inició una doble vida, comportándose por fuera con discreción mientras cruzaba de noche la frontera del estado para ir a escuchar música de jazz. Fue a la universidad, enfermó gravemente a causa de su adicción a distintas sustancias, se "reformó" y trató de comportarse con normalidad. Poco a poco se hundió de nuevo en la bebida, fundó un pequeño conjunto musical, consumió distintos tipos de droga y se puso los zapatos rojos en serio. Bailó y bailó hasta morir de sobredosis a la edad de veintisiete años.

No fue su música ni sus canciones ni el desbordamiento de su vida creativa lo que la mató. Fue su falta de instinto para identificar las trampas, para darse cuenta de que ya era suficiente, para crear unos límites alrededor de su propia salud y su bienestar, para comprender que los excesos quiebran primero unos pequeños huesos psíquicos y después otros más grandes hasta que, al final, todos los apuntalamientos de la psique se derrumban y una persona deja de ser una poderosa fuerza y se convierte en un charco.

Sólo necesitaba una sabia voz interior que la animara a resistir, un retazo de instinto que la indujera a aguantar hasta que pudiera iniciar la laboriosa tarea de reconstruir el sentido y el instinto interior. Hay una voz salvaje que vive en el interior de todas nosotras y que nos susurra: "Resiste el tiempo suficiente... resiste el tiempo suficiente para que renazca tu esperanza y abandones la frialdad y las medias verdades defensivas, para que te arrastres, cinceles y te abras camino a golpes; resiste lo suficiente para ver lo que te conviene, para recuperar la fuerza, para intentar algo que dé resultado, resiste lo bastante para alcanzar la línea de meta, no importa el tiempo que tardes ni la forma en que lo hagas... "

La adicción

No es la alegría de la vida la que mata el espíritu de la niña de "Las zapatillas rojas", sino su ausencia. Cuando una mujer no es conciente del hambre que padece y de las consecuencias de utilizar vehículos y sustancias que llevan a la muerte, se pone a bailar y ya no se detiene. Tanto si se trata de cosas tales como pensamientos negativos crónicos, relaciones insatisfactorias, situaciones ofensivas, drogas o alcohol, todas ellas pueden ser como las zapatillas rojas, de las que cuesta mucho arrancar a una persona una vez se han apoderado de ella.

En esta adicción compensatoria a los excesos, la reseca anciana de la psique desempeña un destacado papel. Para empezar, estaba ciega. Luego se pone enferma. Permanece inmóvil y deja un vacío total en la psique. Al final, se muere del todo y no deja ningún territorio a salvo en la psique. Ya no hay nadie que haga entrar en razón a la psique entregada a los excesos. Y la niña baila. Al principio, pone los ojos en blanco extasiada, pero más tarde, cuando los zapatos la obligan a bailar hasta el agotamiento, pone los ojos en blanco horrorizada. En el interior de la psique salvaje se encuentran los más fuertes instintos de conservación.

Pero, a menos que ejerza con regularidad sus libertades interiores y exteriores, la sumisión, la pasividad y el tiempo transcurrido en cautividad embotarán sus facultades innatas de visión, percepción, confianza, etc., justo las que necesita para poder valerse por sí misma.

La naturaleza instintiva nos dice cuándo es suficiente. Es una naturaleza sabia que protege la vida. Una mujer no puede compensar toda una vida de traiciones y heridas por medio de excesos de placer, de cólera o de negativas. La anciana de la psique tendría que indicar el momento, tendría que decir cuándo. En el cuento, la anciana está perdida, destrozada.

A veces, es difícil darnos cuenta de cuándo perdemos nuestros instintos, pues se trata a menudo de un proceso insidioso que no se produce en un día sino a lo largo de un prolongado período de tiempo. Además, el adormecimiento del instinto es respaldado con frecuencia por toda la cultura circundante y, a veces, incluso por otras mujeres que aceptan su pérdida con tal de integrarse en una cultura que no conserva ningún hábitat nutritivo para la mujer natural (20).

La adicción empieza cuando una mujer pierde su significativa vida hecha a mano y se obsesiona por recuperar de la manera que sea algo que se le parezca. En el cuento, la niña intenta una y otra vez recuperar los diabólicos zapatos rojos, a pesar de la progresiva pérdida de control que éstos le ocasionan, ha perdido su capacidad de discernimiento, su capacidad de comprender cuál es, en realidad, la naturaleza de las cosas. Como consecuencia de su vitalidad inicial, está dispuesta a aceptar un sucedáneo mortal. En psicología analítica diríamos que ha traicionado el yo.

La adicción y la condición de fiera están relacionadas entre sí. Casi todas las mujeres han sido capturadas por lo menos durante algún tiempo y algunas durante períodos muy prolongados. Algunas sólo han sido libres in utero. Y, durante su cautiverio, todas pierden cantidades variables de instinto. Algunas pierden el instinto que percibe quién es una buena persona y quién no y, como consecuencia de ello, suelen extraviarse. Otras ven mermada su capacidad de reaccionar ante las injusticias y se convierten en involuntarias mártires dispuestas a tomar represalias. Otras sufren un debilitamiento del instinto de huida o de lucha y se convierten en víctimas. La lista es interminable. En cambio, la mujer que conserva su mente salvaje rechaza los convencionalismos cuando no son nutritivos ni sensatos.

El abuso de sustancias tóxicas constituye una auténtica trampa. Las drogas y el alcohol se parecen mucho a un amante que al principio trata bien a la mujer y a continuación la pega, se disculpa, la trata bien durante algún tiempo y después la vuelve a pegar. La trampa reside en el hecho de intentar quedarse por lo que la situación tiene de bueno, Procurando pasar por alto lo malo. Es un error que jamás da buen resultado.

Joplin empezó a cumplir también los deseos salvajes de los demás. Empezó a mostrar la clase de presencia arquetípica que los demás no se atrevían a mostrar. La gente aplaudía su rebeldía como si ella pudiera liberar a los demás de su situación, convirtiéndose en salvaje en su nombre. Janis hizo otro intento de adaptarse a las normas antes de iniciar el descenso al abismo de la posesión. Se unió al grupo de otras poderosas pero lastimadas mujeres que actuaban como chamanes ambulantes para las masas. Ellas también se agotaron y cayeron del cielo. Frances Farmer, Billie Holiday, Anne Sexton, Sylvia Plath, Sara Teasdale, Judy Garland, Bessie Smith, Edith Piaf y Frida Kahlo; por desgracia, la vida de algunos de nuestros prototipos preferidos de salvajes artistas terminó prematura y trágicamente.

Una mujer fiera no es lo bastante fuerte como para representar un ansiado arquetipo para todo el mundo sin desmoronarse. La fiera tendría que estar inmersa en un proceso curativo. No le pedirnos a una persona que se encuentra en vías de recuperación que suba el plano al piso de arriba. La mujer que regresa necesita tiempo para recuperar las fuerzas.

Las personas que se sienten atraídas y arrastradas por las zapatillas rojas siempre creen al principio que cualquier sustancia a la que sean adictas será de alguna manera su gran salvación. A veces ello les hace experimentar una extraordinaria sensación de poder o una falsa sensación de poseer la energía suficiente para permanecer despiertas toda la noche, dedicarse a crear hasta el amanecer y pasarse horas y horas sin comer. Quizá les permite dormir sin temor a los demonios, o les tranquiliza los nervios, o las ayuda a no preocuparse tanto por las cosas que las preocupan o tal vez las ayuda a no querer amar ni ser amadas nunca más. Sin embargo, su adicción al final sólo crea, tal como vemos en el cuento, un borroso fondo que gira vertiginosamente sin dejarnos vivir realmente la vida. La adicción (21) es una Baba Yagá que ha perdido el juicio, devora a las niñas perdidas y las deja tiradas en la puerta del verdugo.


Notas

(20) Esta represión de las mujeres por parte de sus compañeras o de las mayores reduce la controversia y aumenta la seguridad de las mujeres que se ven obligadas a vivir en condiciones hostiles. Pero en otras circunstancias induce psicológicamente a las mujeres a lanzarse de cabeza a las traiciones mutuas, cortando con ello otra herencia matrilineal, la de las ancianas que hablan en favor de las más jóvenes, intervienen, designan, celebran consejos con quienquiera que sea con el fin de conservar una sociedad equilibrada en la que todo el mundo tenga garantizados sus derechos. En otras culturas donde cada sexo se considera hermana o hermano, los parámetros jerárquicos impuestos por la edad y el poder quedan atemperados por las solícitas relaciones y la responsabilidad para todos y cada uno de los individuos. Las mujeres que han sido traicionadas en su infancia piensan que también serán traicionadas por el amante, el patrono y la cultura. Sus primeras experiencias de traición se produjeron en el transcurso de uno o de varios incidentes dentro de su propio ámbito femenino o familiar. Es un milagro más de la psique que tales mujeres puedan seguir siendo tan confiadas tras haber sido tan traicionadas. Las traiciones se producen cuando los que ostentan el poder ven el peligro y apartan el rostro. La traición se produce cuando la gente rompe las promesas, incumple los compromisos de ayuda, protección, solidaridad, respaldo y, en su lugar, evita los comportamientos valientes y se muestra distraída, indiferente o ignorante de lo que ocurre.
(21) La adicción es cualquier cosa que vacía la vida haciendo que ésta "parezca" mejor.

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