Por Antonio González
QUINTA ENTREGA
LA ESTÉTICA DE EUGENIO D'ORS: PRESENCIA DE LA TRADICIÓN ESTÉTICA CLÁSICA EN EL DEBATE CONTEMPORÁNEO
La estética de Eugenio d'Ors supone un lugar privilegiado para la comprensión de la disciplina estética, por el valor de sus propias aportaciones -su profundización en las problemáticas permanentes de la estética-, por su ascendente clásico y por su proyección de futuro. En la estética orsiana están presentes los autores clásicos de los siglos XVII y XVIII, la querelle des anciens et des modernes, la obra teórica del abate Jean Baptiste Dubos (167-1742), del Pere Yves-Marie André (1675-1764), del abate Charles Batteux (1713-1780) y de Alexander Baumgarten (1714-1762), quienes a su vez van a abrir las puertas al debate entre Winckelmann y Lessing.
Si Descartes había dejado las representaciones sensibles en el campo de lo oscuro y confuso, Baumgarten fundará la ciencia del conocimiento sensitivo, iniciando así un impulso con el que d'Ors se identificará. Precisamente la influencia de Descartes en la querelle des anciens et des modernes, especialmente en Boileau, será enorme, pero ello no obsta el acuerdo profundo de d'Ors con los anciens en su idea de la imposición de orden, de jerarquía, si bien se separará de los antiguos en tanto que ese orden, esas normas, deben emanar del seny y no de la racionalidad abstracta cartesiana.
Autores como André, Batteux, Dubos, continúan la tradición estética hasta Winckelmann y Lessing y su debate en torno del Laocoonte. De Johann Joachim Winckelmann (1717-1768), d'Ors heredará la visión esquemática de la historia del arte, la necesidad de interpretación de contexto cultural en la investigación artística, y la concepción del mundo clásico como fórmula más acertada de las ensayadas por el ser humano a lo largo de la historia, frente al errado barroco. Si bien d'Ors no idealiza la cultura griega como hace Winckelmann, ni rechaza lo barroco como él, sí que es cierto que lucha por la restauración de los valores clásicos en un mundo que a menudo caracteriza como enfermo. D'Ors también es tributario de Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781) en su concepción de las artes, que el alemán diferencia según representen acciones-tiempo o cuerpos-espacio. Esta clasificación es muy cercana a la propuesta por Hildebrand y los formalistas, y por el propio d'Ors, de formas espaciales y formas expresivas. También influye en el filósofo español la diferenciación lessingiana entre los signos de los respectivos lenguajes, así como el rechazo de la confusión barroca entre las artes, que trata de hacer de la pintura poesía. Para Lessing, como para d'Ors, una buena poesía no tiene por qué dar lugar a un buen cuadro.
Pese a sus innegables logros, ni Winckelmann ni Lessing logran salir de la aporía belleza-expresión, y tendrá que ser Schiller quien, mediante la noción de juego, logre una solución plausible, en la que se va a instalar Eugenio d'Ors, continuándola. Como en éste, en Schiller se da una dicotomía entre espíritu y materia -potencia y resistencia orsianas-, y es en el ser humano donde se afirma la unidad entre ambas dimensiones, como, a juicio de ambos, mostró el arte clásico, al que ambos acudirán como referente. La propuesta de Schiller, que d'Ors acoge, pasa por la idea de la belleza que nace de la libertad humana, de modo que la belleza es, al tiempo, categoría ordenadora de las acciones humanas y obligación de los fenómenos. Esta dimensión lúdica de la belleza es la que armoniza naturaleza y libertad. Pero irá más allá al aplicar este esquema a toda actividad y acción humana, y no solamente al arte, como hace Schiller.
Por su parte, coincide con el formalismo en su rechazo de la estética hegeliana -especialmente en su versión historicista croceana- y del romanticismo, en su visión de lo razonable y lo sensible no como opuestos sino como complementarios. Para el formalismo, como para él mismo, el contenido racional, espiritual, de la obra de arte está presente en la forma -que es algo sensible- de la misma. La tesis fuerte de la filosofía orsiana es esta superación del divorcio moderno entre racional y sensible.
Frente a las principales corrientes estéticas del siglo XIX, romanticismo e historicismo, se va a alzar el formalismo. El padre de la escuela formalista, Adolf von Hildebrand (1847-1921), plantea las leyes de la forma -expresividad versus espacialidad- y afirma de ellas que son eternas. Así también lo afirma d'Ors. Además, igual que para él la visión de las formas con predominio del valor espacial es más difícil, lo que induce a la caída en el lirismo sentimental barroco, Hildebrand propone una distinción entre una visión óptica, de las formas que vuelan en términos orsianos, fácil de lograr, y una visión táctil, más ardua. Pero es sin duda Heinrich Wolfflin (1864-1945) el autor que más influye en d'Ors, ya que es el primero en hacer del paso de Renacimiento a barroco un proceso universal y necesario, y al definir los pares de conceptos que rigen ese paso --lineal-pictórico, formas cerradas-formas abiertas, claridad-indeterminación-, que son muy similares a la caracterización orsiana de las formas clásicas y las barrocas, por más que el proceso por el que se pasa de barroco a clásico y viceversa sea distinto en ambos autores, aunque coincidan en la importancia del cambio en la visión.
Para Wolfflin, la disolución de la línea se debe a ese cambio en el modo de ver. Para d'Ors también, aunque no todo el tema de la forma y la visibilidad lo hereda de Wolfflin y del formalismo, ya que la diferencia entre lo plástico y lo visual se debe a Herder, y la diferencia entre lo plástico y lo musical se debe a Nietzsche. La estética orsiana se inserta, pues, en una tradición de ascendencia ilustre. Sin embargo, la propuesta de d'Ors va mucho más allá que la del formalismo, ya que al añadir a la tectónica -el análisis de las formas de la obra de arte- la morfología de la cultura, la noción de eón, y poner en relación las formas que pesan o vuelan con constantes históricas, la estética y la crítica de arte no se quedan encerradas en líneas y construcciones, sino que abre ante sí todo el campo de la cultura y la producción humana.
Sobre lo dicho acerca de la mutua exclusión de belleza y expresión, la distinción formalista entre formas expresivas y formas espaciales, y la distinción orsiana entre formas que pesan y formas que vuelan, basada en la distinción lessingiana entre artes plásticas y espaciales, conviene señalar que Eugenio d'Ors supera esta aporía, al no confrontar expresión y belleza, sino la preeminencia de la expresión o de la constructividad, respectivamente, en una determinada obra de arte o en un determinado estilo artístico, lo que no excluye a la belleza.
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