jueves

AUTÓGRAFOS OLVIDADOS - CÉSAR VALLEJO


VIGESIMONOVENA ENTREGA


STEPHEN M. HART / ALGUNOS APUNTES SOBRE LOS AUTÓGRAFOS DE POEMAS HUMANOS ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ (2)

Poemas humanos (13)


‘A lo mejor, soy otro, andando al alba…’ (21 de octubre, 1937) (18)

Este poema, según Carlos Henderson anota, conserva la huella rimboldiana de “Je suis un autre” (“Yo es otro”). El locutor habla de un sentimiento de alteridad, y lo hace con una serie de paradojas. Pero inmediatamente deja constancia del conflicto ideológico: es el eje estructurador del poema. (73) Como Coyné ha puntualizado, ‘la perspectiva según la cual Vallejo percibe su cuerpo lo conduce a un perpetuo desdoblamiento’. (74) En este autógrafo Vallejo sigue la fórmula que hemos visto en otros poemas, es decir, elimina aquellas imágenes con un sentido demasiado transparente para reemplazarlas con otras más complejas. El autógrafo sugiere que el punto de arranque del poema probablemente ocurrió cuando Vallejo, al recuperarse de una enfermedad posiblemente pulmonar, hace un diagnóstico de su propio cuerpo y, específicamente, su diafragma. Por eso se refiere a sí mismo en el texto original del poema como ‘mortal, visto por dentro, con un hórrido diafragma, oído desde afuera’ (V1 rev., v. 5). En términos líricos Vallejo considera a su propio diafragma en un ‘disco’, el cual posteriormente se describe como ‘largo’ y ‘elástico’ (V2, v. 2; Silva-Santisteban, III, 202). En la primera versión del poema, tanto el objeto empírico como la metáfora del mismo están presentes en el poema, pero, a medida que Vallejo revisa el texto, según veremos a continuación, el nivel empírico del poema disminuye al mismo tiempo que crece la presencia de metáforas.

El primer estado del verso, ‘mortal, visto por dentro, con un hórrido diafragma, oído desde afuera’ (V1, rev., v. 5), por ejemplo, se transformó primero en ‘mortal, visto por dentro, con un hórrido diafragma’ (V2, v. 3) para convertirse finalmente en ‘mortal, figurativo, audaz diafragma’ (V3, v. 5: Silva-Santisteban, III, 203). Lo que sí es digno de notar es que el sujeto lirico ahora alude deliberadamente al proceso mismo por el cual el diafragma se ha convertido en un disco, puesto que lo llama ‘figurativo’. Al calificar al diafragma con dos adjetivos -no solamente ‘híbrido’ sino también ‘audaz’- se nota que el origen empírico de los versos se va esfumando. El efecto producido es indudablemente lírico, y el estudio de los cambios sucesivos permite al lector ver de cerca el proceso de creación del poema. La figura del gato ofrece un ejemplo magistral de este proceso creativo. En su libro de apuntes Vallejo describe una visita que hizo con Georgette al cementerio Montparnasse el domingo, 7 de noviembre de 1937. Durante la visita vieron a un gato y los esposos empezaron a charlar sobre los gatos; y luego Vallejo hace el comentario siguiente: ‘Pienso en mi gato que sentado en la mesa, intervino en un poema que yo escribía, deteniendo con su pata mi pluma según el curso de mi escritura. Fue el gato quien escribió el poema.’ (75). Dado que la conversación tuvo lugar unos 17 días después de la redacción de este poema, es verosímil que ‘el gato negro enojadísimo’ al cual alude en el primer estado del poema (V1, v. 8) sea el mismo gato que ‘intervino en un poema que yo escribía’. Es interesante notar que el gato se convierte, en la versión definitiva del poema, en ‘un zorro ausente, espúreo, enojadísimo’ (V3, v. 6); podemos conjeturar que el zorro sea, en efecto, ‘ausente’ y ‘espúreo’ porque el animal que le inspiró, es decir, el gato negro acostado en el catre, ha desaparecido para que pudiera surgir un fenómeno completamente ficticio y poético. Con los adjetivos, ‘ausente’ y ‘espúreo’, Vallejo sugiere sutilmente cuáles han sido los resultados del proceso lirico. El último verso de la primera estrofa indica también que Vallejo quería insertar un tono metafísico en el poema. La primera versión (‘a lo mejor no hay nada, poco o demasiado’; V1, v. 11) solamente expresaba la confusión del yo poético, mientras que la versión definitiva del mismo verso ahora nos pinta al poeta obsesionado por el concepto de la muerte y, específicamente, la incógnita del más allá: ‘a o mejor, me digo, más allá no hay nada’ (V3, v. 9).

En la segunda estrofa es patente el mismo proceso de abstracción poética. Según el primer estado del manuscrito, el verso se iniciaba originalmente con una alusión muy concreta a la saliva del poeta, a la cual se refería usando una ‘b’ en vez de la ‘v’: ‘Me da la mar debajo. En la saliva alegre, nacional’ (V1, v. 12). En efecto puesto que muy pronto después el sujeto lírico aludía a ‘mi garganta’ (V1, v. 14) -alusión por lo demás que se conserva hasta la versión definitiva del poema (V3, v. 11)- y que luego se repite la mención de la ‘saliba’ inmediatamente después (V1, v. 15), imagen que también se elimina, podemos conjeturar que el poema, en su primer estado, se refiera quizás a una infección pulmonar sufrida por el poeta, la cual le habría producido una gran cantidad de saliva en los pulmones. (76) En la versión definitiva, sin embargo, estas alusiones han desaparecido para dar paso a un discurso enigmático: ‘Me da la mar el disco, refiriéndolo, / con cierto margen seco, a mi garganta; / ¡nada, en verdad, más ácido, más dulce, más kanteano!’ (V3, vv. 10-12), La alusión a la saliva, al ser eliminada, confiere cierta ambigüedad a los versos. Como vemos, Vallejo sigue sui generis la fórmula mallarmeana, la cual consiste en infundirle al verso un ambiente de misterio. (77)

La tercera estrofa también revela los efectos de la fórmula mallarmeana. En la primera versión del manuscrito se leía: ‘Echado, ya en lodo, ya en cueros, ya grave’ (V1, v. 20), pero esta alusión muy empírica a la enfermedad de Vallejo se convirtió en ‘Echado, fino, exhúmome’ (V1, rev., v. 20). Nótese cómo la referencia a estar ‘ya en lodo’ -es decir, cubierto por la tierra, y, por eso, en un sentido, ‘muerto’- se transforma en una expresión mucho más conceptista. A Vallejo le gustaba mucho usar la forma enclítica del verbo para dar así un tono más solemne a sus poesías. En el estado original de la misma estrofa, por lo demás, encontramos una alusión muy clara al sexo del poeta:

Echado, ya en lodo, ya en cueros, ya grave
tumefacta la mezcla en que entro de hombre,
sin piernas, sin adulto barro, ni armas,
la mano en el sexo, pero, lo repito,
una aguja prendida en el gran átomo…
No! Nunca! Nunca ayer! Nunca después!  (V1, vv. 20-25)

Al transcribirse el poema, Vallejo siguió las correcciones a mano en el manuscrito (‘de hombre’, por ejemplo, fue sustituido por ‘a golpes’; V1, rev., v. 21), pero eliminó completamente el verso ‘la mano en el sexo, pero, lo repito’ (V1, rev., v. 23). En efecto este verso revela que la alusión a ‘tumefacta la mezcla’ y ‘aguja’ constituye una referencia a su pene erecto. Al suprimir esta referencia sexual los versos quedaron menos concretos y más ambiguos.

La última estrofa, sin embargo, revela otra dimensión del proceso lírico de Vallejo. El cambio más importante ocurre en el último verso del poema. En la primera versión del manuscrito el verso decía: ‘este índice, este catre, esta grandeza’ (V1, v. 29), y V2, v. 24), antes de llegar finalmente a ‘este índice, esta cama, estos boletos’ (V3, v. 24). La transformación sucesiva del último vocablo del poema (‘grandeza’- ‘papel’ - ‘boletos’) demuestra que Vallejo buscaba una plasmación cada vez más sugestiva. En efecto, Vallejo juega sutilmente aquí con el contraste entre lo concreto y lo abstracto, entre lo cotidiano y lo metafísico. Según vemos, ‘A lo mejor soy otro, andando, al alba, otro que marcha…’ se inicia con un contexto cotidiano, vuela a un plano ontológico en que surgen unas preguntas cósmicas tales como ‘¿qué pasa después de la muerte?’, para luego regresar, en un círculo retórico perfecto, a su punto de partida, a saber, los efectos personales de un hombre enfermo en su dormitorio.


Notas

(75) La poética de la poesía póstuma de Vallejo, 41.
(76) Coyné, César Vallejo y su obra poetica, 205.
(77) Contra el secreto profesional (Lima: Mosca Azul, 1973), 100.
(78) Durante su estadía en París, Vallejo sufría frecuentemente de varias enfermedades misteriosas. Según escribió a Pablo Abril de Vivero el 30 de mayo de 1928: ‘Hace un mes que estoy enfermo de una enfermedad de lo más complicada: estomago, corazón y pulmones. Estoy hecho un cadáver. No puedo ya ni pensar. Sufro también al cerebro. Un mes que no duermo. Una debilidad horrible’; Epistolario general: César Vallejo, 177. Otro factor es que no se sabe de qué murió Vallejo; según el doctor Lemière que lo trataba el mes antes de su muerte: ‘Veo que este hombre se muere… pero no sé de qué…’; ¡Allá ellos!, 118.
(79) Según la fórmula famosa de Mallarmé: ‘évoquer, dans une ombre exprès, l’object tu, par de mots alusifs, jamais drects’; Igitur. Divagations. Un coup de dés (Paris: Gallimard, 1976), 304.

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