LA AVENTURA DE DEJARSE EMPONDERAR POR LA DESNUDEZ RADICAL DEL SER
El Proyecto Multitud, un amplio colectivo uruguayo de danza que dirige Tamara Cubas, se presenta en el Teatro Solís en el marco de un periplo que empezó a desarrollarse en México en 2011 y culminará su cuarta etapa recorriendo los 19 departamentos de nuestro país entre mayo y junio de 2014.
elMontevideano Laboratorio de Artes dialogó con Noel Langone, una integrante del núcleo que ya cuenta con una vasta trayectoria multimediática.
(si tiene problemas para visualizar el video, recorte y pegue en el navegador el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=U52UqkFgrqE )
¿Qué implica la noción de concretar un proyecto multimediáico contrario a la noción de “masa” como forma de análisis de la socialización del hombre contemporáneo?
Bueno, precisamente ayer, Tamara Cubas, nuestra directora, nos hablaba de las diferencias que existen entre los conceptos de “masa” y “multitud”. Nuestro grupo trata de hacer notar lo singular de cada uno de los integrantes de un grupo humano sin que esa condición devenga en un liderazgo que ponga en riesgo la unidad colectiva. En una masa eso no lo ves, porque “funciona” como un rebaño cualquiera. En la multitud, en cambio, se detectan singularidades y además una forma de organización que se va creando en conjunto.
¿Y cómo se fue armando esta obra que presentan en el Teatro Solís?
El Proyecto Multitud comenzó a desarrollarse en México en 2011. Y en Montevideo, el año pasado se realizaron talleres sobre El cuerpo emponderado, donde ya se trabajó un entrenamiento físico y diferentes propuestas que terminaron siendo parte de la obra: el trabajo desde la mirada con otro y cómo esa mirada afecta a sus protagonistas y al grupo circundante, así como el tema de la confianza, por ejemplo. Hay escenas que son de riesgo y para llevarlas a cabo necesitás confiar tanto en vos como en el colectivo que te rodea.
¿Cuáles serían los principales riesgos que afronta un protagonista?
Son riesgos físicos y psíquicos. Algo fundamental es cuidar la ansiedad para poder cuida tanto al otro como cuidarte a vos mismo. Ahora se está haciendo mucho hincapié en la escucha para poder resolver la transición de una escena a otra, dado que hay muchos integrantes nuevos. A veces, por ejemplo, la intensidad de una escena te plantea conflictos y en ese momento hay que ser sincero con uno mismo y decidir sentir de qué forma vas a participar en ese vínculo energético.
¿Se trataría de algo así como tomar decisiones en escena que finalmente ayudan a vivir, tanto al que tenés enfrente como al público?
Sí, se trata de una entrega absoluta. Una vez que entré ya no puedo dudar porque empecé a construir una imagen de la vida como la que una puede sentir mirándose con el mar, sola, en Punta Colorada. Es la desnudez del ser, pero de un ser alerta a lo que está sucediendo consigo mismo y con el cosmos que está alrededor, por más que los escenarios vayan variando: puede ser el Espacio de Arte Contemporáneo (ex cárcel de Miguelete), el medio urbano o el Teatro Solís.
¿Cómo experimentaste esa desnudez del ser en distintos lugares y circunstancias al realizar la obra?
Bueno, a mí en el EAC, que es un lugar con mucho peso histórico y arquitectónico, tuve la sensación, cuando entraba en la escena, de estar viviendo un plus, algo como una carga extra que no significó algo como una pesadez de caerme sino más bien de energizarme guerreramente. Y llegué a vivir momentos de extrañeza en mi propio ser, sintiendo que lo habitaba otro espíritu, diríamos. Creo que tanto los que participamos en la danza como el público nos enriquecimos en ese sentido.
¿Cómo afrontás ese inevitable escándalo provincial que genera un desnudo físico sobrepuesto al del alma? ¿Qué pasa con la gente?
Pasar pasa de todo. Y hay mucho asombro, por supuesto. Y por momentos nervios que derivan en comentarios vulgares pero que se diluyen si el espectador se entrega a una propuesta que de algún modo simboliza la máxima expresión de la libertad del ser.
¿Cómo viviste tu primera experiencia de desnudarte en pleno Museo Blanes?
Es difícil definirlo. En aquel momento era mucho más chica y me chocó mucho ver cómo costaba aceptar un cuerpo natural, con pelos, estrías, celulitis, etc. al servicio de un hecho estético, cuando estamos invadidos por medios que imponen un estereotipo de siliconas y artificios mercantiles generadores de un deseo de ser otras nada más que en apariencia. Me acuerdo que después de esa función en el Blanes un amigo me contó que una mujer se llevó, horrorizada, a cinchas, a su marido.
¿Estás contenta con este trabajo?
Sí, estoy contenta porque me genera mucho movimiento interior, aunque ese desafío también puede producirte una hipersensibilidad. Pero cuando llega el final de la obra ya siento como una especie de comunión y de alivio.
Es que no existe ningún arte practicada con autenticidad que no implique un “sacrificio radical”, para hablarlo en Tarcovski.
Sí. Y lo más importante es que esa entrega sea trasladada al público, que la puede vivir de mil formas diferentes.
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