DECIMOCTAVA ENTREGA
5. El Nuevo Uruguay Internacional (5)
Pero si emociona pensar el destino grandioso que se nos abre, esa plenitud de un Uruguay más allá del Uruguay con vastos horizontes para las nuevas generaciones que vegetan hoy sin rumbo entre nosotros, vale volver a la gran congoja de la reflexión de Lamas y Herrera: ¿será cierto que “Ce n’est pas la solution qui approche, c’est le chaos qui commence”? Veámoslo de cerca. La rica y paradójica personalidad de Herrera es como una síntesis de las contradicciones específicas del país uruguayo (“aunque no lo parezca hay en este gauchito oriental un inglés”).[28]Sabía como nadie entre nosotros, nativistas u oceánicos, su configuración histórica y su descoyuntamiento. Pueden registrarse en su obra signos expresos de nostalgia por lo que no fue (“Grandes momentos aquellos que precedieron a la batalla de Pavón, donde fuimos vencidos todos los federales de estas regiones. Si entonces hubiera habido cordura ¿qué no sería hoy la patria oriental?…). Sabía que la historia del país estaba ligada a una gran tragedia, y su memoria registró para siempre los tiempos revueltos de entonces. Todo era ya irrevocable e irreversible, y sólo cabía el elogio a Ponsomby –pues ¿qué podía significar negarlo, sino negarnos?– y estábamos allí, gozando de buena salud. Por eso, para Herrera, querer retornar a la Cuenca era precipitarse nuevamente en los temidos tiempos revueltos. Quiso así la pacificación y el aislamiento, que iban juntos; la no intervención absoluta, presupuesto de nuestra supervivencia. Pero hoy la historia ha invertido su curso; y la condición de supervivencia es la contraria y el Uruguay solo no puede seguir, retirado el inglés, agotada la renta diferencial y debiendo ingresar a las dimensiones adecuadas de la técnica e industria modernas. Quien diga hoy que quiere industrializar al país sin integrarlo, o miente o es un tonto, pues propone la cuadratura del círculo.
No hay independencia ni desarrollo sin industrialización, a la altura de la técnica de nuestro tiempo. Nuestra industrialización está esencialmente ligada a la de la Cuenca, a la argentina y a la brasileña. Todo otro planteo es ilusión y mistificación. Es pedir “Liberación” aferrándose a las condiciones de la dependencia.
Seamos pues claros, y pongamos en limpio qué es lo que realmente queremos. Toda política de liberación montada sobre la mentira y el escamoteo de los problemas esenciales sólo conduce a callejones sin salida. La cobardía política e intelectual no será jamás base de liberaciones, sino de derrotas. Suponer al Uruguay una “nación” completa, es quererlo semicolonia para siempre. Encerrar nuestra política en los marcos uruguayos es abandonarnos al astillero.
Los supuestos del “cada uno en su casa” han concluido. La base de nuestra vieja política de no intervención absoluta y de absoluta neutralización ha desaparecido. Pues el Uruguay, nacido para no intervenir, debe comenzar a intervenir. En realidad, el proceso conjunto de interiorización latinoamericana, con sus exigencias de industrialización, es el camino fatal del “interveníos los unos a los otros”. Pues no nos interveníamos porque todos íbamos hacia “afuera”, pero ahora ¿qué puede ser la vuelta hacia “adentro” sino encontrarse realmente, depender mutuamente, “intervención recíproca”? El Mercado Común, necesidad perentoria de las burguesías industriales y la mal llamada “Revolución Continental”, necesidad perentoria de los pueblos, son los dos polos contradictorios y complementarios de una nueva dinámica en un nuevo nivel cualitativo, el nivel de la Revolución Nacional Latinoamericana, y eso trae consigo la intervención cada vez mayor de todos con todos. Hermanos separados era más fácil, más infecundo, sólo éramos intervenidos por fuera.
Es un retorno, en otro plano, a las condiciones de la primera emancipación en el siglo XIX, cuando ningún hispanoamericano era extranjero en ninguna de nuestras patrias, y veíamos actuar naturalmente chilenos en el Río de la Plata, argentinos en Perú y Chile, brasileños con Bolívar, etc. Volvemos a lo mismo, retomamos la escala que supera los encierros balcánicos. La Iglesia Católica, en pleno deshielo, más allá de las parroquias se reasume en el CELAM. ¿El argentino Che Guevara, “ciudadano latinoamericano”, es héroe sólo de Cuba? Et coetera… ¿No se habla de “fronteras ideológicas” que son el saltar de las viejas fronteras? Nadie debe ocultarse este rostro inevitable del nuevo curso histórico: el desarrollo de las fuerzas de producción requiere el cambio de las relaciones de producción. No hay dudas, vuelven otros tiempos revueltos, pero así son las cosas; lo que vale la pena, hará penar. Entrar otra vez en la historia no será para ninguno de nosotros mero idilio. De tal modo, Estados Unidos monta guardia a este tumultuoso proceso unificador latinoamericano, que está solo en su primer hervor, quiere el reaseguro de la Fuerza de Paz Interamericana y adiestra a sus “rangers” –la nueva guardia suiza de su Majestad, policía yanqui del “nuevo curso”– para que no se le escape de las manos. ¿Le bastarán tales precauciones? En gran parte, depende de nosotros el que se les escape. La puerta es estrecha, erizada, pero hay que pasar, del otro lado están los horizontes más libres. Prudencia, audacia, sagacidad, firmeza, comprensión, nos pide la historia. Espíritu crítico y no fórmulas hechas, recetarios apolillados. Respondemos por la construcción y el destino de una nación. Grande el riesgo, fuerte la esperanza, bella la recompensa.
Somos un país pequeño y la historia nos arroja al desmesurado papel de ser también actores reales. Pues el “exterior” latinoamericano comienza a convertirse en nuestro “interior”. En adelante, toda la política uruguaya será necesariamente “geopolítica”. Lo que todos prescindían desde el claustro de ideologías sin espacio, lo que era una excepción como Herrera, debe trasmutarse en virtud colectiva necesaria. Los partidos, de derecha e izquierda, al variar las viejas bases geopolíticas que permitían ignorarlas, se “geopolitizarán”, so pena de anacronismo ridículo. El tacto exterior se hace también tacto interior. ¡Qué cambio de las coordenadas habituales! No es el fin de las ideologías, sino un cambio de su dimensión.
Notas
[28] Herrera, op. cit., pág. 63 (En “La Raíz”, que es una autobiografìa).
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