DECIMOQUINTA ENTREGA
5. El Nuevo Uruguay Internacional (2)
Así, el proceso industrializador de América Latina y la emergencia de las masas – acrecentadas por el vertiginoso aumento demográfico y su urbanización– inicia un cambio en las relaciones de fuerzas. Ya no dominan sólo el mundo agropecuario y exportador con sus abogados: ya aparecen los contadores de la economía industrial, y toda una nueva elite de “tecnócratas”. Y si Bogotá significa el cerrojo final del Panamericanismo asentado en nuestra inferioridad agraria y es el canto de cisne de los grandes juristas floripondistas, que eran su correlato mistificado, también se pro-duce el “bogotazo”, explosión de un convidado de piedra que eran las masas del pueblo, levantadas en furia destructiva por el asesinato de su líder Gaitán por mano de la oligarquía terrateniente. Le seguirá en nuestros días otro asesinato, el del cura guerrillero Camilo Torres, que recogía la tradición de los grandes curas liberadores como Morelos, Hidalgo, Aldao y tantos otros. El “bogotazo” es la primicia del nuevo jaque de índole social, que el poder yanqui tenía que enfrentar en América Latina luego de la Segunda Guerra Mundial. Pero en el mismo año también surgía un nuevo hecho: la CEPAL, que se irá convirtiendo en el portavoz latinoamericano de su burguesía industrial, a pesar que su impulsor Prebisch tiene en 1955 un nefasto rol en la Argentina. Hará luego, en La Plata, pública retractación o rectificación de su pasado keynesiano y agropecuarista. Las posiciones polémicas de un Jauretche contra Prebisch son las que él mismo propaga desde la CEPAL: serán los “estructuralistas” contra los “monetaristas”, del viejo mundo agroexportador y el Fondo Monetario, instrumento norteamericano. El “cepalismo”, versión cauta, abstracta, un tanto burocrática y de asesores de Príncipe, será la ideología industrializadora y la primera visión global sistemáticamente estudiada de América Latina, que dará la pauta dominante en la década del '60. La burguesía industrial latinoamericana había encontrado su órgano expresivo, su proyección integradora, la visión del mercado interno latinoamericano, más allá de sus patrias chicas. Un órgano todavía aséptico y temeroso de las vibraciones de la historicidad concreta. Economía y contaduría no son nunca política viviente, aunque sí ingredientes esenciales. Pero un nuevo paso había sido dado. A la generación del '900 de literatos, a la gesta estudiantil de la Reforma Universitaria del '18, dos generaciones propiamente latinoamericanas, ha sucedido luego esta singular generación cepalina de los contadores y tecnócratas asesores internacionales bien pagos. En ella también, por encima de fronteras, confraternizan argentinos, brasileños, uruguayos, mejicanos, etc., en tareas comunes. Son diríamos, una versión todavía abstracta (se hace desde la UN como antes se hacía el modernismo desde París y Madrid; hay que salir de América Latina para ver el bosque y no perderse en las hojas de los árboles. Desde las metrópolis se la ve una. Desde sí misma se ven las disputas de campanario) de la unidad latinoamericana en marcha. Insuficiente, necesario.
La guerra fría de EE.UU. con Rusia le hace arrastrar en pos suyo, como séquito, al sistema panamericano. Todos los intentos de liberación nacional, de industrialización efectiva, serán acusados de “comunistas” –como antes de “fascistas” – para desprestigiarlos, aislarlos y reprimirlos. Estados Unidos apoyará a todas las dictaduras retrógradas, y será implacable con las dictaduras progresistas, que son en su concepto las únicas “totalitarias”. Pero no es fácil amañar a su antojo todo un vasto proceso histórico. Aquí y allá, los Estados Unidos se ven obligados a transacciones. ¡No sólo transan los débiles! Por otra parte, es difícil que “cipayos en estado puro” estén al frente de un Estado: de algún modo y en algún grado son presionados siempre por los intereses nacionales; y en algún momento y en algún grado también resisten. Compleja es la tarea de ser Imperio, asistiendo, día a día, por doquier, a una conspiración o insurrección permanente, callada o abierta. En rigor, en América Latina en distinto grado y oportunidad casi todos conspiran contra los estrictos intereses norteamericanos. Estos sólo podrán coincidir consigo mismo en la ocupación lisa y llana. Es el destino de los Imperios, no ser amados sino temidos y acatados, pero en verdad no les importa otra cosa. Quizá los yanquis sean una excepción, y también quieran ser amados, no perder su imagen interior: es pedir demasiado. Sólo se ama a los iguales; es ley divina, al punto que Dios se hizo hombre por amor y para ser amado. Y para redimirnos de nuestra justicia murió como ladrón y esclavo.
Los procesos de la postguerra han impulsado a los movimientos de liberación nacional. Entre nosotros, primero Bolivia, donde termina asfixiado en su pobreza y aislamiento; luego Guatemala, intervenida indirectamente por EE.UU.; finalmente la gran revolución cubana. Sólo el apoyo ruso a la determinación de “Patria o Muerte” salvó a Cuba de ser arrasada. Pero ya nos introducimos en el magno acontecimiento dominador de nuestra época: la Coexistencia Pacífica, que ha tomado el lugar de la Guerra Fría. Las dos grandes potencias industriales del mundo pasan al terreno de la competencia y colaboración económica, retrocediendo ante la amenaza del mutuo cataclismo atómico. Ya es claro que el acuerdo es vasto y de alcance universal. Rusia no arriesgará otra aventura como el apoyo a Cuba, y los EE.UU. reservan a América Latina como su intangible retaguardia, manteniendo alrededor de Cuba un cordón sanitario.
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