CAPÍTULO 4
TRIGESIMQUINTA ENTREGA
El sigiloso apetito seductor
No es casual que los hombres y las mujeres se esfuercen en buscar las facetas más profundas de sus naturalezas y, sin embargo, se distraigan de este propósito por toda una serie de razones, generalmente por placeres de distintas clases. Algunos se aficionan a dichos placeres, se quedan perennemente enredados en ellos y jamás reanudan su tarea.
Al principio, el perrito también se distrae a causa de sus apetitos. Muchas veces los apetitos son unos encantadores forajidos que se dedican a robar el tiempo y la libido. Nuestro tiempo y nuestra libido. Jung señaló que se tenía que controlar en cierto modo el apetito humano. De lo contrarío y tal como ya hemos visto, la persona se detiene ante cada hueso que ve por el camino y ante cada empanada que ve sobre un tronco.
Es posible que, como el perro, los compañeros que buscan el nombre de la doble naturaleza pierdan su determinación en presencia de cualquier tentación que encuentren por el camino. Tal cosa puede ocurrir si se trata de criaturas salvajes o famélicas. En tal caso, es posible que también se olviden de lo que tienen entre manos. Puede que sean tentados / atacados por algo de su propio inconciente que desea ejercer su dominio sobre las mujeres con el fin de explotarlas o de atraerlas para la satisfacción de su propio placer o para llenar su vacío de cazador.
Durante el camino de regreso a la casa de su amo, el perro se distrae a causa de un sabroso hueso, lo cual lo lleva a olvidar los nombres de las muchachas. Este episodio representa algo que suele ocurrir en la función psíquica profunda: las distracciones del apetito obstaculizan el proceso primario. No pasa un mes sin que alguna paciente me diga "Bueno, me distraje porque tenía mucho trabajo o porque experimenté una fuerte excitación sexual y tardé siete días en calmar esa fiebre" o "… porque pensé que esta semana era el momento adecuado para podar las quinientas plantas de mi casa" o "... porque emprendí siete nuevas aventuras creativas, me lo pasé muy bien y después llegué a la conclusión de que ninguna de ellas era demasiado prometedora y decidí dejarlo todo".
Por consiguiente, el hueso en el camino es algo a lo que nadie es inmune. Su delicioso hedor es una tentación irresistible para un perro. En el peor de los casos, probablemente se trata de una afición que ya nos ha salido muy cara en varias ocasiones. Sin embargo, aunque hayamos fracasado una y otra vez, tenemos que volver a intentarlo hasta que podamos pasar de largo y seguir adelante con nuestra tarea principal.
El momento culminante de nuestra actuación profunda es similar a la excitación sexual en el sentido de que empieza de cero, acelera alcanzando distintos niveles y llega a una fase intensa y sostenida. Si la aceleración se interrumpe bruscamente (por culpa de un ruido intenso e inesperado, por ejemplo), hay que empezar de nuevo por el principio. Cuando se trabaja con el estrato arquetípico de la psique se produce una tensión de excitación parecida. Si se interrumpe la tensión, hay que empezar prácticamente de cero. Por consiguiente, en el camino hay muchos huesos jugosos, agradables, interesantes y tremendamente excitantes.
Pero todos ellos nos arrastran en cierto modo hacia una especie de amnesia que nos hace olvidar no sólo en qué fase de nuestra tarea nos encontramos sino también cuál es nuestra tarea.
El Corán nos advierte sabiamente de que se nos pedirá cuentas de todos los placeres permitidos de la vida de los que no quisimos gozar cuando estábamos en la tierra, Sin embargo, un exceso e incluso una pequeña cantidad de una cosa buena en el momento inadecuado puede provocarnos una considerable pérdida del nivel de conciencia. En cuyo caso, en lugar de experimentar una repentina oleada de sabiduría, andamos por ahí como un profesor distraído que murmura por lo bajo: "¿Dónde estaba yo ahora?" Tardamos semanas y a veces meses en recuperarnos de estas distracciones.
En el cuento el perro regresa corriendo a la cabaña de las gemelas, oye de nuevo sus nombres y una vez más se aleja a toda prisa. El cánido sigue el instintivo impulso de intentarlo una y otra vez. Pero, ay, una empanada de kumquat lo distrae y vuelve a olvidar los nombres. Otro aspecto del apetito ha asaltado a la criatura y la ha apartado una vez más de su tarea. Su vientre ha quedado satisfecho, pero no así la tarea de su alma.
Estamos empezando a comprender que el proceso de conservar la conciencia y más concretamente de no ceder a los apetitos que nos distraen mientras tratamos de encontrar una conexión psíquica es un proceso muy largo, al que resulta muy difícil mantenerse agarrado. Vemos que el sagaz perrito lo intenta con todas sus fuerzas. Sin embargo, cuesta mucho salir del profundo inconciente arquetípico para regresar a la mente conciente. Cuesta mucho bajar a los nombres y cuesta mucho subir de nuevo a la superficie. Cuesta mucho conservar el conocimiento conciente cuando se tropieza con trampas por el camino.
La empanada de kumquat y el hueso representan seducciones que nos distraen y que a su manera son deliciosas... en otras palabras, hay en la psique de todo el mundo unos elementos tortuosos, falsos y exquisitos. Estos elementos son contrarios a la conciencia; se conservan lozanos manteniendo las cosas oscuras y atrayentes. A veces nos cuesta recordar que estamos luchando por alcanzar la belleza de la luz.
En este cuento, el perro es el portador de la luz y trata de establecer una conexión conciente con la mística naturaleza gemela. Hay "algo" que periódicamente intenta evitarlo, algo que es invisible, pero que con toda certeza es el responsable de la colocación de los huesos y de las empanadas. No cabe duda de que se trata del oscuro forastero, otra versión del depredador natural de la psique que se opone a la conciencia. Debido a la presencia de este adversario natural en la psique de todas las personas, hasta la psique más sana puede perder su lugar.
El hecho de recordar la verdadera tarea que tenemos entre manos y de recordarla una y otra vez prácticamente al modo de los mantras, nos conducirá de nuevo a la conciencia.
La adquisición de la fiereza
El perrito aprende una vez más los nombres de las mujeres y regresa corriendo junto a su amo. Pasa de largo por delante del festín del camino y de los deliciosos efluvios procedentes de los arbustos. Vemos aquí que la intensidad de la conciencia de la psique está aumentando. La psique instintiva ha aprendido a reprimirse, a respetar las prioridades y a concentrarse. Se niega a distraerse. Ahora está atenta.
Pero, como llovida del cielo, una cosa oscura se abalanza de repente sobre el perrito. El desconocido sacude al perro y le grita: "¡Dime los nombres! ¿Cómo se llaman las jóvenes para que yo pueda conseguirlas?" Al desconocido no le interesa la doble naturaleza ni las mejores cualidades de la psique. Para él, lo femenino es una posesión que desea adquirir y nada más.
El desconocido puede ser una persona real del mundo exterior o un complejo negativo del interior. No importa lo que sea, pues el efecto devastador es el mismo. Esta vez el perro libra una batalla desenfrenada. Tanto si el sujeto es varón como si es mujer, eso es lo que ocurre en la vida exterior cuando un incidente, un error verbal o alguna cosa extraña se abalanza sobre nosotros y trata de hacernos olvidar quiénes somos. Siempre hay algo en la psique que trata de robarnos los nombres. En el mundo exterior también hay muchos ladrones de nombres.
En el cuento, el perrito lucha con denuedo. A veces, sólo aprendemos a aferrarnos a nuestro más profundo conocimiento porque un desconocido se nos echa encima. Entonces tenemos que luchar por lo que más queremos, por aquello que tenemos entre manos, por nuestro desarrollo más allá de nuestros motivos espirituales superficiales, lo que Robert Bly llama "el deseo de sentirnos maravillosamente" (4), por mantenernos aferrados al conocimiento profundo, por terminar lo que hemos empezado.
El perrito lucha por conservar los nombres y, de esta manera, vence las repetidas caídas en el inconciente. Una vez terminada la batalla, comprobamos con asombro que el perro no ha perdido los nombres, pues la pelea era por eso, por el conocimiento de lo femenino salvaje. Quienquiera que lo posea tiene el mismo poder que la mujer. El perro ha luchado para entregarle este poder al hombre digno de él, Manawee. Ha luchado para impedir que el poder fuera a parar a un aspecto de la antigua naturaleza humana que lo utilizaría mal. La entrega del poder a unas manos adecuadas es tan importante como el descubrimiento de los nombres.
El heroico perro entrega los nombres a Manawee, el cual los ofrece al padre de las jóvenes. Las muchachas ya están preparadas para irse con Manawee. Han estado esperando desde el principio que Manawee descubriera y conservara el conocimiento conciente de sus naturalezas intrínsecas.
Vemos por tanto que las dos cosas que impiden el progreso en estas cuestiones son las distracciones del propio apetito y el oscuro desconocido, el cual puede ser un innato opresor del interior de la psique o una persona o situación del mundo exterior. En cualquier caso, el viajero sabe instintivamente cómo derrotar a estos saqueadores y merodeadores. Hay que conservar los nombres, los nombres lo son todo.
La mujer interior
A veces las mujeres se cansan y se ponen nerviosas aguardando que sus compañeros las comprendan. "¿Cómo es posible que no sepan lo que pienso y lo que quiero?", se preguntan. Las mujeres se hartan de hacerse esta pregunta. Pero el dilema tiene una solución que es eficaz y efectiva.
Sí una mujer quiere que su compañero responda de esta manera, tendrá que enseñarle el secreto de la dualidad femenina. Tendrá que hablarle de la mujer interior, aquella que, añadida a ella misma, suma dos. Y lo hará enseñando a su compañero a hacerle dos preguntas falsamente sencillas que conseguirán que se sienta vista, oída y conocida.
La primera pregunta es la siguiente: "¿Qué es lo que quieres?" Casi todo el mundo suele formular una versión de esta pregunta. Pero hay otra pregunta más esencial y es la siguiente: "¿Qué es lo que quiere tu yo profundo?" Si un hombre pasa por alto la doble naturaleza de una mujer y la toma por lo que parece, lo más seguro es que se lleve una sorpresa, pues, cuando la naturaleza salvaje de la mujer surge de las profundidades y empieza a dejar sentir su presencia, a menudo tiene unas ideas, unos intereses y unos sentimientos muy distintos de los que había puesto de manifiesto anteriormente.
Para entablar una relación segura, la mujer tendrá que hacerle a su compañero estas mismas preguntas. En nuestra calidad de mujeres, nosotras aprendemos a interrogar las dos facetas de nuestra naturaleza y también las de los demás. A través de la información que recibimos de ambas facetas, podemos establecer con toda claridad qué es lo que más valoramos y actuar en consecuencia.
Cuando una mujer consulta su doble naturaleza, busca, examina y toma muestras de un material que está más allá de la conciencia y que, por consiguiente, resulta muchas veces sorprendente por su contenido y su elaboración y es a menudo extremadamente valioso.
Para amar a una mujer, el hombre tiene que amar también su naturaleza indómita. Si la mujer acepta a un compañero que no sabe o no puede amar su otra faceta, tendrá la sensación de que la han desmontado y cojeará como si estuviera averiada.
Por consiguiente, los hombres, al igual que las mujeres, tienen que averiguar también el nombre de su doble naturaleza. El amante más estimado, el pariente y el amigo más apreciado, el "hombre salvaje" más estimable es el que desea aprender. Aquellos que no disfrutan con el aprendizaje, los que no se sienten atraídos por las nuevas ideas y experiencias, no pueden desarrollarse más allá del poste del camino junto al cual están descansando en este momento. Si existe una fuerza que alimenta la raíz del dolor, ésta es la negativa a aprender más allá del momento presente.
Sabemos que la criatura del hombre salvaje está buscando su propia mujer terrenal. Tanto si uno tiene miedo como si no, el hecho de dejarse conmover por el alma salvaje de otra persona constituye un profundo acto de amor. En un mundo en el que los seres humanos tienen siempre tanto miedo de "perder", hay demasiadas murallas protectoras que impiden la disolución de las personas en la numinosidad de otra alma humana.
El compañero de la mujer salvaje es el que posee tenacidad y paciencia espirituales, el que es capaz de enviar su propia naturaleza instintiva a atisbar bajo la tienda de la vida espiritual de una mujer y comprender lo que ve y oye allí. El mejor partido es el hombre que insiste en regresar para intentar comprender, el que no permite que los espectáculos secundarios que encuentra por el camino lo aparten de su propósito.
La tarea salvaje del hombre es por tanto la de descubrir los verdaderos nombres de la mujer y no hacer mal uso de este conocimiento para ejercer su poder sobre ella, sino captar y comprender la sustancia numinosa de que está hecha, dejarse inundar, sorprender, escandalizar e incluso atemorizar por ella. Y permanecer a su lado. Y cantarle sus nombres. Eso hará que a la mujer le brillen los ojos y que a él le brillen a su vez los suyos.
Pero, para que no se duerma demasiado pronto sobre los laureles, queda todavía otro aspecto de los nombres de la doble naturaleza, un aspecto todavía más temible, pero que es esencial para todos los amantes. Mientras que una de las dos naturalezas de la mujer se podría llamar Vida, la hermana "gemela" de la vida es una fuerza llamada Muerte. La fuerza llamada Muerte es una de las dos púas del tenedor magnético de la naturaleza salvaje. Si uno aprende a nombrar las dos naturalezas, al final acabará tropezando directamente con la calavera desnuda de la naturaleza de la Muerte. Dicen que sólo los héroes lo pueden resistir.
El hombre salvaje lo puede resistir con toda certeza. Y no cabe duda de que la mujer salvaje también. De hecho, ambos se ven totalmente transformados por ella.
Ahora tengo el gusto de presentarles a la Mujer Esqueleto.
Notas
(4) Robert Bly, comunicación personal, 1990.
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