miércoles

C. G. JUNG / RICHARD WILHELM - EL SECRETO DE LA FLOR DE ORO


VIGESIMOCTAVA ENTREGA


TRADUCCIÓN DEL TAI I GIN HUA DSUNG DSCHÏ (2)

El sentido general de esta sección es que, para el curso circular de la Luz, es de importancia la preservación del centro. La última sección había tratado de que el cuerpo humano es un bien muy valioso cuando señorea el espíritu primordial. Si es, empero, utilizado por el espíritu consciente, ello motiva que el espíritu primordial sea día y noche dispersado y malgastado. Cuando se ha agotado íntegramente, el cuerpo muere. Ahora es descrito el método de someter el espíritu consciente y proteger el espíritu primordial; lo cual es imposible si no se comienza por hacer circular la Luz. Es como si se quisiera construir una espléndida casa; primero se debe encontrar un buen fundamento. Sólo cuando el cimiento es sólido se puede ir a la obra y fundar profunda y sólidamente el pie de muro y erigir los pilares y muros. Si no se la cimienta de esa manera, ¿cómo puede la construcción de una casa completarse? El método del cuidado de la vida es precisamente así. El curso circular de la Luz ha de compararse al cimiento del edificio. Cuando el cimiento está firme, cuán rápidamente se puede construir sobre él; preservar el centro amarillo con el fuego del espíritu; esto es el Trabajo del construir. Por lo tanto, el Maestro aclara especialmente el método de cómo se entra en el cuidado de la vida, y ordena a la gente mirar con ambos ojos a la punta de la nariz, bajar los párpados, ver hacia dentro, sentarse reposadamente con el cuerpo derecho, y fijar el corazón al centro en medio de las condiciones.

Al fijar los pensamientos en el espacio intermedio entre ambos ojos, la Luz penetra. Entonces el espíritu se cristaliza y entra en el centro en medio de las condiciones. El centro en medio de las condiciones es el campo del Elixir inferior, el espacio de la fuerza (plexo solar).

El Maestro alude a ello en secreto cuando dice: al comienzo del Trabajo uno debe sentarse en una habitación tranquila, que el cuerpo sea como madera seca, que el corazón sea como cenizas enfriadas. Baje los párpados de ambos ojos y mire hacia adentro y purifique el corazón, lave el pensar, interrumpa los placeres y preserve la simiente. Diariamente siéntese en meditación con piernas cruzadas. Detenga la luz de los ojos, cristalice la fuerza sonora del oído y reduzca la fuerza gustativa de la lengua, es decir, la lengua ha de ponerse arriba, contra el paladar; haga rítmica la respiración de la nariz y fije los pensamientos al portal oscuro. Si no se hace primero rítmica la respiración, es de temerse que haya dificultades respiratorias por taponamiento. Cuando se cierre justamente los ojos, diríjase como medida hacia un punto sobre el dorso de la nariz, que no alcance a estar media pulgada bajo el punto de intersección de las líneas visuales, ahí donde la nariz tiene una pequeña giba. Entonces comienza uno a concentrar los pensamientos, el oído hace rítmica la respiración, cuerpo y corazón están cómodos y armónicos. La luz de los ojos debe brillar por entero reposada y prolongadamente; no debe presentarse somnolencia ni dispersión. El ojo no mira hacia afuera, baja los párpados e ilumina hacia dentro. Ilumina sobre este lugar. La boca no habla ni ríe. Uno cierra los labios y respira internamente. La respiración está en este lugar. La nariz no huele ningún olor. El olfato está en este lugar. El oído no oye hacia afuera. El oír está en este lugar. El corazón íntegro vigila lo interno. Su vigilar está en este lugar. Los pensamientos no corren hacia fuera, los verdaderos pensamientos tienen duración por sí mismos. Si los pensamientos son duraderos, la simiente se torna duradera; si la simiente es duradera, la fuerza se torna duradera; si la fuerza es duradera, el espíritu se torna duradero. El espíritu es el pensamiento, el pensamiento es el corazón, el corazón es el fuego, el fuego es el Elixir. Si se considera de este modo lo interno, los prodigios del abrir y cerrar de los portales de Cielo se tornan inagotables. Pero si la respiración no se hace rítmica no se pueden producir los secretos más profundos.

Cuando el aprendiz comienza, y no puede fijar sus pensamientos al lugar entre ambos ojos; cuando cierra los ojos, pero no trae la fuerza del corazón a la contemplación del espacio de la fuerza, la causa más altamente probable es que la respiración sea demasiado sonora y apresurada, y de ello brotan otros males, pues cuerpo y corazón se ocupan constantemente en suprimir con violencia la fuerza ascendente y la respiración ardorosa.

Si uno solamente fija los pensamientos a ambos ojos, pero no cristaliza el espíritu en el plexo solar (en el centro medio de las condiciones) es como si uno hubiera subido al atrio, pero aún no entrado al aposento interno. Entonces no nacerá el fuego-espíritu, la fuerza permanece fría, y difícilmente se manifestará entonces el verdadero fruto.

Por lo tanto, el Maestro abriga el temor de que los hombres, en sus esfuerzos, fijen sólo sus pensamientos al espacio de la nariz, pero no recuerden fijar sus ideas al espacio de la fuerza; por ello usa la alegoría del albañil y la plomada. El albañil emplea la plomada solamente para ver si un muro está vertical o inclinado, sirviendo para ello el hilo como línea directriz; cuando ha determinado la dirección, entonces puede comenzar con el trabajo. Pero él trabaja luego en el muro, no en la plomada: eso está claro. Se deduce que el fijar los pensamientos entre los ojos sólo tiene el sentido del uso de la plomada por el albañil. El Maestro lo indica repetidamente, porque teme que uno pudiera no comprender su punto de vista. Y cuando los aprendices han concebido cómo deben poner manos a la obra, teme que pudieran interrumpir su Trabajo; por lo tanto, dice de nuevo: "Después de un Trabajo consecuente de cien días sólo es auténtica la Luz, sólo entonces puede comenzar el Trabajo con el fuego-espíritu". Cuando en consecuencia se procede concentradamente, nace después de cien días en la Luz un punto de la auténtica Luz creativa (yang), por sí mismo. Los aprendices deben investigarlo con corazón sincero.

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