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URUGUAY COMO PROBLEMA - ALBERTO METHOL FERRÉ



SÉPTIMA ENTREGA

3. El Uruguay Internacional (4)

Decíamos que la política internacional como actividad vital para el país, recién aparece con el avance de Estados Unidos y el forzado repliegue inglés. Defender la No Intervención a favor de los otros países latinoamericanos era de suyo una actividad de defensa del país. El combate culminante, su hora más gloriosa, fue, como se sabe, en ocasión de la Segunda Guerra Mundial. Su lucha por la neutralidad y contra la instalación de bases militares norteamericanas en el país. Decía entonces gráficamente: “Es como dejar poner un perro de policía en la puerta de una casa de apartamentos”. La casa de apartamentos era la Cuenca del Plata. Además, las bases apuntaban directamente contra la Argentina, que también mantenía una posición neutralista. Neutrales sí; base de coerción contra un país hermano, jamás; ese fue el enfoque. Luego sigue bajo el gobierno de Amézaga el escandaloso y cipayo lanzamiento de la “Doctrina de la Intervención Multilateral” por nuestra cancillería, apoyada por todos los partidos, incluso la llamada izquierda, salvo Herrera (y Carlos Quijano con “Marcha”). Es el antecedente directo del actual proyecto de la Fuerza de Paz Interamericana. No sólo estaba también orientada contra la resistencia argentina, y el surgimiento del peronismo, sino que se convertía en fachada para liquidar lateralmente el principio de No Intervención. Vale la pena acotar, puesto que en aquella época se dijo que el Uruguay tendría la función de un “Gibraltar americano”, que no es así, a pesar del peso que en algunos momentos tuvieron sectores irresponsables. Toda la acción de Herrera fue evitar que lo fuera. Zona neutralizada sí; base de operaciones, nunca.
La No Intervención, única protección de un pequeño país, es actividad “negativa” como política internacional, pues la actividad positiva -no otra cosa que “intervenciones”por lo común está reservada a las grandes potencias. Esa negatividad de la No Intervención, que radica en el principio positivo de la autodeterminación de los pueblos, es nuestra actividad positiva internacional, su basamento. ¿Podemos pretender otra eficacia? La ofensiva corresponde a los grandes, los chicos se defienden siempre. Y cuando aparentan atacar, o son los cuzcos ladradores del grande, o se defienden desesperadamente. De ahí que Uruguay tenga redoblado interés en el principio que le es consustancial de No Intervención.
Pero la política de equilibrio que es esencialmente la No Intervención, no sólo requiere actividad “externa”, sino también “interna”. La política interna juega un rol preparatorio, va predisponiendo la política externa. Es por tanto necesario que la opinión del país no se enajene en una sola dirección respecto a asuntos internacionales o internos ajenos, y esto mucho más premiosamente en relación a los vecinos pues el poder de las propagandas corresponde a las grandes potencias. Nada peor que dejar “embalar” a la opinión del país por esas alucinaciones, que no se ajustan estrictamente a los intereses propios. Que las sardinas no se ilusionen por apuntalar al tiburón. Y bien, esa indispensable matización, ese juego de contrapesos, de contracara interna, es función tan importante y delicada como la cancillería.
Herrera tuvo el más profundo sentido de esa “función compensatoria” interna, de esa “cancillería por dentro” cuyo objetivo externo era siempre mantener el equilibrio, no romper lazos totalmente, no cerrarle puertas al país, restablecer en caso de desnivel. Ajustarse siempre a la regla de oro de nuestras debidas proporciones.[15] Lograr una resultante resguardadora para el país, siempre equilibradora en la Cuenca del Plata y cautelosa en lo demás, conjurando los cielos encapotados antes de su explosión. Así, Herrera tuvo perpetuamente esa política preventiva de lo exterior en lo interior. ¿Cuando un pequeño país no previene, qué puede sucederle? Las Grandes Potencias tienen grandes y pequeños errores, las pequeñas sólo grandes errores. Para un pequeño país cualquier concesión, cualquier ruptura, es siempre demasiado. Ceder, romper, es siempre riesgo de muerte, pues hay poco que retroceder y energías limitadas. ¡Y los pequeños viven sólo de manejar su capacidad de concesión y de su distancia de lo irreparable! Cuanto más débil, más atenta a minuciosidades, desconfiada de grandilocuencias equívocas, más tenaz y de “flexibilidad intransigente” debe ser la política internacional. Toda política ajena o gratuita, que no surja imperiosamente desde nuestra situación, es sospechosa y peligrosa. Así, el país debe apegarse obstinadamente a sus solos intereses concretos. “No intervenir por cuenta de otros”, era expresión común de Herrera.
Daremos tres ejemplos, incluyendo algún aspecto anecdótico, para que se perciba de modo viviente la acción de Herrera como “función compensatoria”.
En la época de Perón [como en la de Rosas. Ed.] la situación fue tensa, la opinión pública uruguaya fue presa de un antiperonismo instrumentado que deterioraba día a día las relaciones con Argentina. Herrera fue entonces el rostro “peronizante” del país, y ejerció un poder inhibitorio de las reacciones argentinas, dejando caminos expeditos a la normalización. Incluso a raíz del fallecimiento de Eva Duarte concurrió, espectacularmente, a su sepelio. No podía dejar afianzar la animadversión en la mayoría del pueblo argentino. Esa función compensatoria fue mucho más importante que las simpatías de Herrera hacia el movimiento nacional argentino.
Cuando Estados Unidos requería la “presencia simbólica” de países sudamericanos en la Guerra de Corea, Herrera fue terminante. Los uruguayos sólo morían en su tierra y los “norcoreanos eran los artiguistas de Asia”. No pueden suponerse inclinaciones comunistas en Herrera, que era, en todo el rigor del concepto, un nacionalista conservador. Es siempre la misma función compensatoria, que se gradúa según la intensidad del reto. En esa ocasión, el presidente Luis Batlle tiene una entrevista con Herrera para expresarle sus temores a que el país no pudiera soportar sin perjuicios insubsanables la presión norteamericana. Y finaliza por interpelarle: “¿Doctor Herrera, Ud. en mi lugar qué haría?” La respuesta fue inmediata: “Lo que Ud.… pero Ud. en mi lugar tendría que hacer lo que yo. Cumpla entonces con su papel, que yo cumplo con el mío”. Y sólo se despacharon algunos medicamentos para Corea. Entre las dos ruedas, se salió del paso.
Notas
[15]  Op. cit., pág. 39: “Son ciudadanos del Uruguay y no ciudadanos del mundo los que afianzarán los derechos de la República. Visible la dispersión de ideales que vivimos, más preocupados por las complicaciones ultramarinas que de las nuestras… Hijos de un país pequeño y nuevo no debemos olvidar los orientales las leyes de la proporción, referidas a los vecinos enormes como al imperio moral creado por las civilizaciones excelsas. Concentremos nuestra voluntad en el propio taller; pongamos nuestra inteligencia, sobre todo, en el tema doméstico. Pasión y brazo al servicio de la causa nacional, parte minúscula, pero parte al fin, de la epopeya humana. No haríamos poca hazaña contribuyendo, con el testimonio de nuestra dicha labrada despacio, a acrecer, con un grano de arena, los grandes saldos morales”.

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