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MARILUZ SUÁREZ HERRERA - LOS RELATOS DE HUGO GIOVANETTI VIOLA: PERSONAJES CON COLORES INOLVIDABLES



El siguiente texto es el prólogo escrito por la prestigiosa traductora, intérprete y traductora mexicana Mariluz Suárez Herrera para la compilación narrativa de Hugo Giovanetti Viola titulada 130 BISONTES BRILLANDO EN LA PARED DE LA CAVERNA (relatos y novelas cortas completas / 1975 – 2013, Montevideo, 556 pp.) que acaban de editar el Montevideano - Laboratorio de Artesy el Grupo Editor Conjunto.
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Todos y cada uno de los relatos y novelas cortas incluidos en el libro 130 Bisontes brillando en la pared de la caverna, de Hugo Giovanetti Viola, nos hablan del excepcional momento literario en el que se encuentra el autor. Prueba de esto son las inquietudes que aquejan su mundo interior y su propuesta como bien reconocido escritor. Como inquietudes temáticas yo señalaría: la mujer, el fútbol, la música, entre otras; como inquietudes literarias y estéticas: la pintura, su vasto conocimiento del mundo literario y su natal Montevideo; sin dejar de mencionar la dictadura de los 70 y 80, la aplicación de la tortura y la política en general, como parte de esa eficaz visión dada por medio de una propuesta infrecuente en las letras uruguayas. Aunado a esto, los textos incorporan una religiosidad que es al mismo tiempo una muy extensa cosmovisión y un discurso con el que podemos identificarnos.

Respecto al lenguaje, no puedo omitir su riqueza y el minucioso trabajo que exhibe; como único ejemplo mencionaré la enorme lista de palabras compuestas que no solamente proporcionan una descripción puntual, sino que también enriquecen la imagen que el lector pueda hacerse de los muy diversos personajes: desde el muchacho-hombre, la falo-tripa, la tanga-hilo, el índice-zarcillo, la prostituta-actriz, hasta el pecho-aleta y muchos más ejemplos que a lo largo de todas las narraciones capturan la atención del lector. Es un recurso ameno, innovador, original, simple y sencillamente porque carece de un tono moralizante.  

Los diversos personajes deambulan por espacios cerrados, por diversos países, por sitios recurrentes hablándonos de amor, de muerte, de sexo, de inconformidad y de aceptación por cada uno de los mundos donde el autor decide situarlos, casi siempre acompañados de una copa de licor. Ahora mencionaré a dos personajes y un texto que funcionan como hilo conductor de algunas de las muchas y varias historias aquí narradas. Serían Shirley MacLaine Rodríguez, el cura Senel Rabí y la novela Moby Dick. A mi modo de ver ellos son los felices poseedores del tono y del ritmo que Giovanetti logra en la extensión de todo el escrito: de pronto aparecen con frecuencia o dejan de mencionarse en el transcurso de una estructura que puede definirse como movible, pues nos llevan por relatos que bien podrían ser autónomos como parte de este todo, tan bien elaborado por el autor.  En el lenguaje teatral hablamos con frecuencia del color del personaje; con gran sorpresa puedo decir que casi todos los personajes que aparecen en este libro tienen ese bien definido color que los hace inolvidables. Son las palabras, frases, modismos, gestos, “el cantadito” que nos trasmite todo eso que los rodea y nos dice quiénes son.

El volumen en su conjunto está formado por una enorme variedad de secciones, trece principales, sin temor a equivocarme.  Cada una bien definida, en alguna son los días de la semana los que nos guían por el camino a recorrer, curiosamente llevando un orden totalmente distinto del establecido -es la repetición de dos días en especial-  para terminar en días que no sólo ostentan su nombre como sábado o domingo, sino tienen también la carga de Sábado de Gloria y Domingo de Pascua. En otra sección del libro son los personajes mismos los que nos llevan de la mano por la narración, siendo el nombre del personaje la palabra inicial de cada capitulo, o nombres propios como Lahti, Helsinki y Maldonado, sin dejar a un lado el recorrido ya hecho por Saint-Tropez, Byblos o Granada al principio del libro. Otro ejemplo serían los números cardinales o números ordinales nombrando cada capítulo. En el texto “Festejen” es la hora del día, que sólo varía de las diez a las once para terminar con una interesante avalancha de cuarenta alegorías, las defino como tal pues las “palabras materiales” como nos enseñan los libros de teoría literaria son la máscara que cubre toda esa información que al público corresponde descubrir. ¿Cuáles son los diversos sentidos de la palabra torta, de la palabra luna o de la palabra palomas y dónde están todas las múltiples posibilidades que yo lector debo encontrar? Hay todo un mundo escondido en la vida de la vecina Dolly que se atreve a llevar una Torta de regalo a su vecino. Hay un goce casi infantil en el personaje que desea el inicio de una relación en el relato Luna. En Palomas los infortunios del criador y su mujer se desvanecen cuando abren las puertas de su chacra-galpón-jardín-quinta al escritor y su amigo que los visitan. De manera similar quedan sugeridas una y mil historias en cada uno de los relatos de El loco de Lepanto: el hijo-ángel no deseado en “Idea”, el “primer ejercicio de digitación” de la superdotada alumna en “Celular” o la desgraciada vida del “sicótico peligroso” en “Gárgola”. El receptor de toda esta información pasa de un estado vigilante a un momento de ensoñación que los minutos de lectura le permiten compartir con la voz creadora, para que tal vez logre verse a sí mismo en ese encuentro.

El recorrido del lector por 130 Bisontes brillando en la pared de la caverna se lleva a cabo dentro de un ambiente de verosimilitud pero la matemática narrativa impuesta por el creador es de llamar la atención y, a mi gusto, cumple plenamente con las expectativas. El autor nos cuenta una historia a través de lugares, a través de personas, a través de un protagonista, a través de los días de la semana y a través de un instrumento musical.

Con relación a los diálogos, hay una clara manifestación de distintas épocas, diversas identidades, un amplio conocimiento del mundo intelectual haciendo referencia a libros y autores. En diversas ocasiones el personaje interviene a través de la frase de una canción o de una referencia literaria, ya sea un verso o un fragmento completo de autores que intuyo son sus favoritos. Lleva al interesado lector, del uruguayo ámbito de Torres-García, Onetti, Zitarrosa, Estrázulas, Benedetti, al extenso cosmos de Violeta Parra, Di Caprio, Conrad, Brigitte Bardot, Silvio Rodríguez, Vivaldi, incluso Corín Tellado.

Con relación a la estructura, los textos fueron compuestos en distintos tiempos y finalmente unidos. El ordenamiento del material, a mi modo de ver, entra en un terreno lúdico, pareciera que seguimos el embrujo de un acorde de guitarra que nos invita a entrar, seguir y continuar hasta llegar irremisiblemente al punto que cierra el último relato.

A manera de comentario final deseo expresar mi agradecimiento a Hugo Giovanetti Viola por hacerme partícipe de este proyecto editorial. Mi incipiente conocimiento del universo uruguayo se afirma y enriquece al descubrir que ya no me son ajenos los giros léxicos y la enorme cantidad de referencias utilizadas por el autor. La significativa tarea de adentrarse en un texto de estas dimensiones se presentó como un gran reto y terminó siendo una muy placentera experiencia. Es eso exactamente lo que yo desearía para el presunto lector de estas palabras-voces que tienen tanto que decirnos.

Ciudad de México, 2013

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