EL GLADIADOR
Con paso de gigante y sin decirse
que el futuro conduce los instintos
al último reposo,
llegó tocando el aire, el aire verde
que cubre al mediodía de abundancia.
La brisa familiar que lo detuvo
delante del secreto de las cosas,
la sangre que extendía sus vapores
al pie de la montaña de los ecos,
y el mismo Sol que altísimo llegaba
de un mundo transparente.
Oh tantos hombres ebrios de extraños aguardientes,
fijándolo en la arena lo oprimían
con sus bocas hostiles y en silencio.
¿Quién soy yo sin el Este ni el Oeste?
¿Quién podría librarme de la fiebre,
del contacto perverso
de las bocas solitarias
que besan con la muerte?
¿Qué defensa del hombre intentaría
si no viese a mi raza disipando la terrible pregunta?
Una sola Verdad es mi alimento,
y antes de hundir el pórtico la llamo,
y antes de ser valiente me abandono
al terror de mi pecho y de mi frente.
Entro aquí solitario y soy dichoso,
repartiendo mi alma entre las furias.

























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