martes

C. G. JUNG / RICHARD WILHELM


DECIMOCTAVA ENTREGA

LA CONSUMACIÓN

El creciente conocimiento del Este espiritual sólo puede significar una expresión simbólica del hecho de que comenzamos a entrar en contacto con lo todavía foráneo en nosotros. Renegar de nuestras propias premisas históricas sería puro disparate, y el mejor camino hacia un nuevo desarraigamiento. Sólo manteniéndonos firmes sobre nuestra propia tierra podemos asimilar el espíritu del Este. Gu De dice: "La gente del mundo perdió las raíces y se tomó a las copas", para caracterizar a los que no saben dónde están los verdaderos orígenes de las fuerzas secretas. El espíritu del Este ha nacido de la tierra amarilla; nuestro espíritu puede y debe nacer sólo de nuestra tierra. Por eso, me aproximo a estos problemas de una manera que se ha criticado a menudo como "psicologismo". Si con ello fuera dado a entender "psicología", estaría yo halagado, porque es mi intención real apartar sin merced la pretensión metafísica de todas las enseñanzas secretas, ya que tales secretos objetivos de poderío de las palabras concuerdan mal con el hecho de nuestra profunda ignorancia, que habría que tener la discreción de confesar. Quiero, con la intención más plena, traer a la luz del comprender psicológico ciertas cosas de sonido metafísico, y hacer lo que me sea posible para impedir al público creer en oscuras palabras de poder. Quien sea un cristiano convencido, crea, pues tal es su deber asumido. Quien no lo es, ha perdido por su propia culpa la gracia de la fe. (Quizás fué desde su nacimiento maldito para no poder creer, sino meramente saber.) De ahí que tampoco deba creer en otra cosa. Comprender metafísicamente, es imposible; sólo puede hacérselo psicológicamente. En consecuencia, desnudo a las cosas de sus aspectos metafísicos para hacerlas objeto de la psicología. Así puedo al menos extraer de ellas algo comprensible y apropiármelo; y además aprendo de tal modo condiciones y procesos psicológicos que antes estaban velados en símbolos y sustraídos a mi inteligencia. Así alcanzo también la posibilidad de recorrer un camino similar y hacer una similar experiencia y, si hubiera todavía al final tras de ello algo metafísico irrepresentable, tendría la mejor ocasión de manifestarlo. Mi admiración de los grandes filósofos orientales es tan indubitable, como irreverente mi posición hacia su metafísica. En efecto, sospecho que dogmáticos occidenales -pues son también señores de sus dioses (R. W.) son psicólogos simbólicos, a los que no se le podría hacer mayor injusticia que tomarlos literalmente. Si en verdad fuera metafísica lo que ellos dan a entender, querer comprenderlos sería inútil. Si, empero, es psicología, podemos comprenderlos, y obtendremos grandísimo provecho pues entonces lo llamado metafísico se torna experimentable.

Si acepto que un dios sea absoluto, y más allá de toda experiencia humana, ese dios me deja frío. No obro sobre él, y tampoco él sobre mí. Si, en cambio, sé que un dios es una poderosa actividad de mi alma, debo entonces ocuparme de él pues puede hacerse hasta desagradablemente importante, incluso en la práctica, cosa que suena enormemente trivial como todo lo que aparece en la esfera de la realidad. La injuriosa palabra "psicologismo" toca sólo a los tontos que opinan que tienen su alma en el bolsillo. En verdad hay de ésos más que suficientes, puesto que la desvalorización de las cosas místicas es un prejuicio típicamente occidental, pese a todas las grandes frases que se suelen hacer sobre el "alma". Cuando uso el concepto "complejo anímico autónomo", está ya también entre mi público presto el prejuicio: "nada más que un complejo anímico". ¿De dónde se está tan seguro de que el alma sea "nada más qué"? Es como si no se supiera absolutamente nada, o se olvidara siempre de nuevo que todo lo que se nos hace consciente es imagen, e imagen es alma. La misma gente que opina que Dios es despreciado si se le comprende como lo movido y lo motor del alma, justamente como "complejo autónomo", puede ser visitada por invencibles afectos y estados neuróticos donde fallan de manera deplorable sus voluntades y su entera sabiduría de la vida. ¿Ha testimoniado con ello acaso el alma su impotencia? ¿Debe reprocharse también a Meister Eckart de "psicologismo" cuando dice: "Dios debe nacer continuamente en el alma"? De psicologismo, según mi opinión, se tiene el derecho de reprochar sólo a un intelecto que niega la naturaleza genuina del complejo autónomo y lo quiere explicar racionalmente como consecuencia de hechos conocidos, esto es, como impropio. Ese juicio es exactamente tan arrogante como la afirmación "metafísica" que, por encima y lejos de los límites del hombre, intenta confiar a una deidad no experimentable la producción de nuestros estados anímicos.

El psicologismo es simplemente la contraparte de la actitud usurpadora de la metafísica, y exactamente tan infantil como la última. Me parece, entonces, que es esencialmente más razonable conceder al alma la misma validez que al mundo experimentable, y admitir que la primera tiene tanta "realidad" como el último. Para mí, en efecto, el alma es un mundo en el que está contenido el yo. Quizás haya también peces que crean contener en sí al mar.

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