I
Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma. Y antes de morirme quiero Echar mis versos del alma.
Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy: Arte soy entre las artes, En los montes, monte soy.
Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores, Y de mortales engaños, Y de sublimes dolores.
Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza Los rayos de lumbre pura De la divina belleza.
Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas: Y salir de los escombros, Volando las mariposas.
He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado, Sin decir jamás el nombre De aquélla que lo ha matado.
Rápida como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos: Cuando murió el pobre viejo, Cuando ella me dijo adiós.
Temblé una vez -en la reja,
A la entrada de la viña,- Cuando la bárbara abeja Picó en la frente a mi niña.
Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca: cuando La sentencia de mi muerte Leyó el alcalde llorando.
Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar, Y no es un suspiro -es Que mi hijo va a despertar.
Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor, Tomo a un amigo sincero Y pongo a un lado el amor.
Yo he Visto al águila herida
Volar al azul sereno, Y morir en su guarida La víbora del veneno.
Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso, Sobre el silencio profundo Murmura el arroyo manso.
Yo he puesto la mano osada
De horror y júbilo yerta, Sobre la estrella apagada Que cayó frente a mi puerta.
Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere: El hijo de un pueblo esclavo Vive por él, calla y muere.
Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón, Y todo, como el diamante, Antes que luz es carbón.
Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto, Y que no hay fruta en la tierra Como la del camposanto.
Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador: Cuelgo de un árbol marchito Mi muceta de doctor.
II
Yo sé de Egipto y Nigricia,
Y de Persia y Xenophonte; Y prefiero la caricia Del aire fresco del monte. Yo sé de las historias viejas Del hombre y de sus rencillas; Y prefiero las abejas Volando en las campanillas. Yo sé del canto del viento En las ramas vocingleras: Nadie me diga que miento, Que lo prefiero de veras. Yo sé de un gamo aterrado Que vuelve al redil, y expira,- Y de un corazón cansado Que muere oscuro y sin ira.
III
Odio la máscara y vicio
Del corredor de mi hotel: Me vuelvo al manso bullicio De mi monte de laurel. Con los pobres de la tierra Quiero yo mi suerte echar: El arroyo de la sierra Me complace más que el mar. Denle al vano el oro tierno Que arde y brilla en el crisol: A mí denme el bosque eterno Cuando rompe en él el Sol. Yo he visto el oro hecho tierra Barbullendo en la redoma: Prefiero estar en la sierra Cuando vuela una paloma. Busca el obispo de España Pilares para su altar; ¡En mi templo, en la montaña, El álamo es el pilar! Y la alfombra es puro helecho, Y los muros abedul, Y la luz viene del techo, Del techo de cielo azul. El obispo, por la noche, Sale, despacio, a cantar: Monta, callado, en su coche, Que es la piña de un pinar. Las jacas de su carroza Son dos pájaros azules: Y canta el aire y retoza, Y cantan los abedules. Duermo en mi cama de roca Mi sueño dulce y profundo: Roza una abeja mi boca Y crece en mi cuerpo el mundo. Brillan las grandes molduras Al fuego de la mañana Que tiñe las colgaduras De rosa, violeta y grana. El clarín, solo en el monte, Canta al primer arrebol: La gasa del horizonte Prende, de un aliento, el Sol. ¡Díganle al obispo ciego, Al viejo obispo de España Que venga, que venga luego, A mi templo, a la montaña!
IV
Yo visitaré anhelante
Los rincones donde a solas Estuvimos yo y mi amante Retozando con las olas. Solos los dos estuvimos, Solos, con la compañía De dos pájaros que vimos Meterse en la gruta umbría. Y ella, clavando los ojos, En la pareja ligera, Deshizo los lirios rojos Que le dio la jardinera. La madreselva olorosa Cogió con sus manos ella, Y una madama graciosa, Y un jazmín como una estrella. Yo quise, diestro y galán, Abrirle su quitasol; Y ella me dijo: "¡Qué afán! ¡Si hoy me gusta ver el Sol!". "Nunca más altos he visto Estos nobles robledales: Aquí debe estar el Cristo Porque están las catedrales." "Ya sé dónde ha de venir Mi niña a la comunión; De blanco la he de vestir Con un gran sombrero alón." Después, del calor al peso, Entramos por el camino, Y nos dábamos un beso En cuanto sonaba un trino. ¡Volveré, cual quien no existe Al lago mudo y helado: Clavaré la quilla triste: Posaré el remo callado!
V
Si ves un monte de espumas
Es mi verso lo que ves: Mi verso es un monte, y es Un abanico de plumas. Mi verso es como un puñal Que por el puño echa flor: Mi verso es un surtidor Que da un agua de coral. Mi verso es de un verde claro Y de un carmín encendido: Mi verso es un ciervo herido Que busca en el monte amparo. Mi verso al valiente agrada: Mi verso, breve y sincero, Es del vigor del acero Con que se funde la espada.
VI
Si quieren que de este mundo
Lleve una memoria grata, Llevaré, padre profundo Tu cabellera de plata. Si quieren por gran favor, Que lleve más, llevaré La copia que hizo el pintor De la hermana que adoré. Si quieren que a la otra vida Me lleve todo un tesoro, ¡Llevo la trenza escondida Que guardo en mi caja de oro!
VII
Para Aragón, en España
Tengo yo en mi corazón Un lugar todo Aragón, Franco, fiero, fiel, sin saña. Si quiere un tonto saber Por qué lo tengo, le digo Que allí tuve un buen amigo, Que allí quise a una mujer. Allá, en la vega florida La de la heroica defensa Por mantener lo que piensa Juega la gente la vida. Y si un alcalde lo aprieta O lo enoja un rey cazurro, Calza la manta el baturro Y muere con su escopeta. Quiero a la tierra amarilla Que baña el Ebro lodoso: Quiero el Pilar azuloso De Lanuza y de Padilla. Estimo a quien de un revés Echa por tierra a un tirano: Lo estimo, si es un cubano; Lo estimo, si aragonés. Amo los patios sombríos Con escaleras bordadas; Amo las naves calladas Y los conventos vacíos. Amo la tierra florida, Musulmana o española, Donde rompió su corola La poca flor de mi vida.
VIII
Yo tengo un amigo muerto
Que suele venirme a ver: Mi amigo se sienta, y canta; Canta en voz que ha de doler. "En un ave de dos alas "Bogo por el cielo azul: "Un ala del ave es negra "Otra de oro Caribú. "El corazón es un loco "Que no sabe de un color: "O es su amor de dos colores, "O dice que no es amor. "Hay una loca más fiera "Que el corazón infeliz: "La que le chupó la sangre "Y se echó luego a reír. "Corazón que lleva rota "El ancla fiel del hogar, "Va como barca perdida, "Que no sabe a dónde va." En cuanto llega a esta angustia Rompe el muerto a maldecir: Le amanso el cráneo, lo acuesto; Acuesto al muerto a dormir.
IX
Quiero, a la sombra de un ala,
Contar este cuento en flor: La niña de Guatemala, La que se murió de amor. Eran de lirios los ramos, Y las orlas de reseda Y de jazmín: la enterramos En una caja de seda. ... Ella dio al desmemoriado Una almohadilla de olor: El volvió, volvió casado: Ella se murió de amor. Iban cargándola en andas Obispos y embajadores: Detrás iba el pueblo en tandas, Todo cargado de flores. ...Ella, Por volverlo a ver, Salió a verlo al mirador: El volvió con su mujer: Ella se murió de amor. Como de bronce candente Al beso de despedida Era su frente ¡la frente Que más he amado en la vida! ...Se entró de tarde en el río, La sacó muerta el doctor: Dicen que murió de frío: Yo sé que murió de amor. Allí, en la bóveda helada, La pusieron en dos bancos; Besé su mano afilada, Besé sus zapatos blancos. Callado, al oscurecer, Me llamó el enterrador: ¡Nunca más he vuelto a ver A la que murió de amor!
X
El alma trémula y sola
Padece al anochecer: Hay baile; vamos a ver La bailarina española. Han hecho bien en quitar El banderón de la acera; Porque si está la bandera, No sé, yo no puedo entrar. Ya llega la bailarina: Soberbia y pálida llega: ¿Cómo dicen que es gallega? Pues dicen mal: es divina. Lleva un sombrero torero Y una capa carmesí: ¡Lo mismo que un alelí Que se pusiese un sombrero! Se ve, de paso, la ceja, Ceja de mora traidora: Y la mirada, de mora; Y como nieve la oreja. Preludian, bajan la luz, Y sale en bata y mantón, La virgen de la Asunción Bailando un baile andaluz. Alza, retando, la frente; Crúzase al hombro la manta: En arco el brazo levanta; Mueve despacio el pie ardiente. Repica con los tacones El tablado zalamera, Como si la tabla fuera Tablado te corazones. Y va el convite creciendo En las llamas de los ojos, Y el manto de flecos rojos Se va en el aire meciendo. Súbito, de un salto arranca; Húrtase, se quiebra, gira; Abre en dos la cachemira, Ofrece la bata blanca. El cuerpo cede y ondea; La bata abierta provoca, Es una rosa la boca; Lentamente taconea. Recoge, de un débil giro, El manto de flecos rojos: Se va, cerrando los ojos, Se va, como en un suspiro... Baila muy bien la española, Es blanco y rojo el mantón: ¡Vuelve, fosca, a su rincón El alma trémula y sola!
XI
Yo tengo un paje muy fiel
Que me cuida y que me gruñe, Y al salir, me limpia y bruñe Mi corona de laurel. Yo tengo un paje ejemplar Que no come, que no duerme, Y que se acurruca a verme Trabajar, y sollozar. Salgo y el vil se desliza Y en mi bolsillo aparece, Vuelvo, y el terco me ofrece Una taza de ceniza. Si duermo, al rayar el día Se sienta junto a mi cama; Si escribo, sangre derrama Mi paje en la escribanía. Mi paje, hombre de respeto. Al andar castañetea; Hiela mi paje, y chispea; Mi paje es un esqueleto. |
viernes
JOSÉ MARTÍ - VERSOS SENCILLOS
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